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El presidente Correoso y el arrabal panameño
- 06/11/2022 00:00
- 06/11/2022 00:00
Tenemos entre manos una novela histórica de inusitado valor. Son muy pocos los escritores que se aventuran por los caminos de la novelística, quizás por ser el género más complicado y difícil. La novela de Andrés Villa reúne las aristas clásicas de su género. Combina un conjunto de trillos que llevan al lector por escenarios variados. No falta la gran epopeya en que se enmarca con los personajes que esculpieron la historia. También se enrosca en la trama un romance juvenil que trasciende fronteras. La novela, incluso, dibuja con maestría las vivencias de los pueblos que viven a orillas de los ríos del Darién y en Kuna Yala, y sus encuentros con los exploradores que buscan la mejor ruta para un Canal. No queda por fuera la fiesta del Carnaval celebrada en el arrabal. Incluso hay capítulos que recrean el incidente de la Tajada de Sandía y del fin trágico de los obreros chinos que trabajaron en el Ferrocarril. Un aspecto que el autor desarrolla con habilidad es la reproducción del lenguaje cotidiano de los personajes.
Me siento muy humilde ante este trabajo de grandes méritos. Lo leí como sociólogo, lo sentí como miembro de la Sociedad Patriótica Buenaventura Correoso y me hizo vibrar como panameño. Obviamente, no soy la persona que puede analizar la novela desde sus atributos técnicos e, incluso, literarios. Aunque siempre le explico a mis estudiantes de Sociología que existen por lo menos dos métodos para hacer estudios de la sociedad. Por un lado, el más conocido, es el método científico. Con sus variantes cuantitativos (funcionalista y marxista) y cualitativos. Por el otro, e igualmente importante, pero que no se enseña en las universidades, es el método literario. Quiénes mejor que un Cervantes o un Unamuno. Más cerca de nosotros un Juan Rulfo o un Gabriel García Márquez. En nuestro propio terruño, un Rogelio Sinán o un Joaquín Beleño. Sin duda, son plumas sociológicas que estudian con una visión extraordinaria las contradicciones sociales y los cambios que experimentan las instituciones sociales. Por eso los novelistas, a lo largo de la historia, han sido considerados los maestros y, a la vez, los intelectuales que enrumban a sus pueblos por nuevos caminos.
En el caso de la novela Correoso. Arrabal ardiente, de Andrés Villa, nos encontramos con una obra doblemente meritoria. Por un lado, presenta un período de nuestra historia —la segunda mitad del siglo XIX— todavía poco explorado y estudiado. Período que contiene la llave para entender nuestro siglo XX e inicios del siglo XXI. Por el otro, Villa nos dibuja con finas pinceladas uno de los personajes más destacados del siglo XIX panameño. Buenaventura Correoso, el dirigente, el guerrero, el estadista. Aún más, Correoso el líder popular. La figura que impulsa el desarrollo del Istmo y que enfrenta los intereses oligárquicos de fines del siglo XIX. La novela recoge un Correoso centrado, estudioso, preocupado por los destinos de la Patria. Es el hombre que conoce bien el terreno que pisa y que no busca conflictos innecesarios. El “arrabal” lo lleva a ocupar el Ejecutivo del Departamento de Panamá en tres ocasiones. Nunca piensa que tiene que convertir el país en lo que no puede ser. Como político pragmático, siempre busca la negociación —incluso con la oligarquía— que le permita avanzar sus proyectos sociales. Tampoco se enfrenta al imperio norteamericano que tiene ansias de devorar el Istmo de un solo bocado.
En la novela, el autor pone en boca de otro gran dirigente del arrabal, Rafael Aizpuru, palabras certeras: “Tú eres la única persona (Buenaventura Correoso) que puede unir al Partido Liberal. Tienes seguidores en la provincia de Los Santos, en el arrabal, Colón, en los poblados de San Carlos, Chame, Bejuco y La Chorrera. Las figuras de San Felipe como los Arosemena, Hurtado, Neyra, Arango también quieren respaldarte. La unión del Partido puede ser factible, ese es el mensaje que traigo”.
Correoso era consiente, al igual que Justo Arosemena, antes, y Belisario Porras, después, que el tsunami “gringo” podía contenerse sólo mediante una política hábil que no pasaba por el despliegue de los sables. Correoso aparece en la novela con un cónsul norteamericano muy cerca, para algunos demasiado cerca. Pero es el as de la política exterior: A tus amigos mantenlos cerca y, a los enemigos, aún más cerca.
En la novela, el autor pone a Correoso en una posición de permanente equilibrio triangular entre los intereses norteamericanos, ingleses y franceses. También entre las demandas de Bogotá, que se desgastó inútilmente durante casi un siglo sin poder ver jamás a Panamá más que como un botín, y las ansias de una oligarquía que sólo percibía el Istmo como una fuente de rentas perpetuas. Al mismo tiempo, Correoso se identificó plenamente con el arrabal —el pueblo trabajador y productivo— del cual el era originario. Siente que los pueblos del interior —trabajadores de la tierra— son los aliados estratégicos del arrabal.
La novela destaca esta concepción de Correoso que echó raíces profundas en el pueblo panameño, y que implicaba (y aún implica) progreso y mejoras para todos los istmeños, del arrabal y del interior. Correoso acogió a los exploradores franceses en 1879 que vienen a estudiar la mejor ruta para la construcción del Canal de Panamá.
Correoso no vio su obra política coronada con éxito. La alianza de un rebosante arrabal y el interior cada vez más productivo se vio resquebrajada, una y otra vez. Cuando todo indicaba que daría fruto el pacto, en 1903, Hernán Porras nos explica cómo el proyecto es doblegado por el 'golpe de Estado' del 3 de noviembre.
El sueño de Correoso todavía debe hacerse realidad. A los descendientes del arrabal y de sus aliados les quedan aún enormes tareas que cumplir en el siglo XXI. Sin duda, la democracia es una de ellas. Igualmente, el desarrollo incluyente que ofrezca oportunidades a todos los panameños. Por último, pero para muchos lo más importante del legado de Correoso y que recoge magistralmente la novela: convertir el Canal de Panamá en el motor que le permita al país desarrollar todo el potencial de su población. Andrés Villa pone en boca de Correoso este noble pensamiento: “Construir un canal por Panamá consolidaría nuestro futuro económico... Eso sí, las riquezas generadas por esa gran obra deben revertir a las masas de nuestro pueblo. No debe mirar pasar las riquezas y verlas alejarse de sus costas. (p35).
Correoso estaba plenamente conciente de los movimientos geopolíticos y de los cambios que experimentaba el mundo de sus tiempos. La novela nos presenta un defensor de la ruta de Panamá: “Un paso donde las montañas sean tan bajas que daría cabida a la navegación mundial y un Istmo más estrecho que todos. El Canal debe seguir la ruta del tren que une a Panamá y Colón. Gracias Andrés Villa por la novela que rescata un período tan inmerecidamente desconocido de nuestra historia. Te declaramos miembro insigne de la Sociedad Patriótica Buenaventura Correoso. A todos los presentes sólo nos queda como tarea difundir este aporte literario e invitar a todos los panameños a su lectura.