• 30/05/2021 00:00

Proyectito

Un país no puede salir adelante si destruyen poco a poco a la clase media con la zapa inmisericorde del populismo, el paternalismo y la demagogia

Durante esta semana que pasó ha habido una marejada de indignación a lo largo y ancho de nuestra república, una entrevista a un diputado ha levantado una oleada de críticas, voces exaltadas protestando y señalando la insolencia y el atrevimiento.

El individuo en cuestión hablaba allí de lo que el pueblo les exigía, de lo mucho que trabajaban y de que, pobrecitos, lo menos que se merecen él y los que comparten lugar de trabajo con él, es beber 'agua de botellita' porque la de la pluma es demasiado poco para ellos. Pero entre las boutades rayanas en la explicación no pedida, culpabilidad manifiesta, hay una que me llamó la atención. Y se refirió a una de sus confusas actividades como 'proyectito'.

Y sí señor, eso es lo que somos, un proyectito de país. La tarea de la escuela del niño con peor índice en el salón. Una maqueta que se sostiene a base de tape, cola en barra y salivita. Un minisúper improvisado bajo un tenderete de pencas y palos al borde de un canal, donde se compra y se vende casi de todo, pero a pellizquitos, porque si alguien acapara mucho papel higiénico los demás se cabrean, verdes de envidia. Un país chiquito donde todo se sabe y todo se calla, donde la honradez es vergonzosa y la desfachatez descarada. Donde se premia al vivazo porque en el fondo, todos queremos ser como él o queremos que nuestros hijos tengan la oportunidad de pegar el braguetazo con el Estado y solucionar la vida de toda la familia. ¡Qué huevo!, ¿resulta que aquellos pudieron y ahora que me toca a mí voy a ser tan pendejo que voy a votar para no poder? Y así nos vamos, con la envidia por bandera y el qué hay pa' mí como lema.

En este país los que pueden hacen mofa, befa y escarnio delante de aquellos que no pueden y los que no pueden están deseando poder para hacer exactamente lo mismo. Nos medimos entre nosotros en la cama de Procusto.

Un país no es una nación si los que deben servir se sirven como en bufé libre. Donde la ley del embudo funciona para todos menos para los que tiramos del carro. Un proyectito que les funciona cual caja menuda a los de arriba y con las migajas salpican a los de abajo, pero donde nadie tiene en cuenta a los que estamos destruyendo nuestra vida llenando unas arcas de las que no veremos ni beneficios ni resultados.

Un país no puede salir adelante si destruyen poco a poco a la clase media con la zapa inmisericorde del populismo, el paternalismo y la demagogia.

Y no tenemos ninguna esperanza en que esta situación cambie, ninguna, los honestos estamos atrapados como moscas dentro de una drosera. Cuanto más nos revolvemos más nos pegamos con su baba asquerosa y más cerca estamos de ser digeridos.

Me dicen a veces que por qué soy tan cínica, tan pesimista, que por qué no ofrezco soluciones. ¿Saben cuál es la respuesta? Que sé biología, un poco, tampoco hace falta ser David Attenborough para saber que cuando una mosca cae en las garras de una planta carnívora tiene entre cero y menos tres posibilidades de salir con vida. Nos tienen agarrados por las pelotas, señores, y como lo saben, se burlan. Estamos sujetos por la pinza de un cáncer, políticos y populacho apretando cada vez más, mientras los honestos trabajamos como mulas, no conducimos por el hombro, usamos la mascarilla y bebemos agua de la pluma cuando el IDAAN se digna en hacer su trabajo.

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