El valor de la resiliencia en el proceso de enseñanza-aprendizaje en tiempos de crisis

Actualizado
  • 10/06/2020 00:00
Creado
  • 10/06/2020 00:00
Tras el cierre de las escuelas y el recorte del año escolar, los estudiantes podrían tener afectaciones cognitivas y emocionales. Las acciones de sus padres y docentes ayudarán a asimilar la situación

Alrededor de 1,600 millones de estudiantes en el mundo no están asistiendo a la escuela debido a la Covid-19, asegura Jaime Saavedra, director global de educación del Banco Mundial.

Desde el hogar, los padres pueden ayudar brindando seguridad.

El cierre de los centros escolares y la sustitución de las clases presenciales por la formación virtual y a distancia, representa un cambio sin precedentes para la comunidad educativa. En efecto, esta mudanza, bajo los parámetros que se ha dado, acarrea secuelas negativas siendo los estudiantes unos de los actores mayormente afectados. Sin embargo, como en toda crisis, bajo directrices reguladas se pueden extraer aspectos positivos.

Para considerar los posibles efectos psicológicos en el estudiante hay que tomar en cuenta, primero, cómo estaba este niño y adolescente previo a la pandemia: su nivel de desarrollo, madurez, funcionalidad o disfuncionalidad de su familia, estilo de crianza, capacidad de afrontamiento, tolerancia a la frustración, si hay presencia de algún indicador psicopatológico o de salud mental. Y segundo, qué otras necesidades satisfacían en sus centros escolares, adicionales a las académicas, explica Francisca Domínguez N., psicóloga clínica y psicoterapeuta.

En los centros de formación “los niños y adolescentes pueden satisfacer exigencias como vínculos de amistad, afectividad, juegos, recreación y creatividad. Los posibles efectos psicológicos positivos o negativos van a depender de los dos criterios previamente desglosados”, dice la psicóloga clínica.

No es la primera vez que los colegiales se enfrentan a una interrupción de clases. Por situaciones diversas, docentes de países de América Latina y Europa han decreto el cese de sus labores a manera de protesta, con el fin de presionar a los gobiernos y llegar a acuerdos. No obstante, las posibles afectaciones se acentúan en el panorama actual por la extensión del tiempo fuera de los colegios y los aspectos psicológico-emocionales involucrados. Son más los países que permanecen con un horizonte nublado, que aquellos que han logrado enrumbar nuevamente la educación.

Adys Nuñez, psicóloga de la dirección Nacional de Educación Especial del Ministerio de Educación (Meduca), considera que “para establecer los efectos se requiere de algún tipo de estudio sobre el impacto en los estudiantes frente al hecho de que se hayan tenido que retraer, encuarentenarse y omitir las actividades escolares”. “No podemos hablar o generalizar. No todos lo han aceptado o rechazado, cada quien tiene una personalidad, una forma de sentir, de actuar y una educación de hogar para afrontar diferentes situaciones”, afirma Núñez.

De modo que, según Domínguez, “los efectos negativos estarían vinculados al no poder satisfacer, a través de la escuela, aquellas necesidades que ni en casa se cumplen; como también, ser testigo, en primera línea, de la disfuncionalidad de su familia: maltrato, entre otros. La impotencia, frustración, rabia y tristeza”.

Cierto es, la educación a distancia no es la misma que la presencial, y pese a que es una perspectiva nueva para la mayoría de los miembros de la comunidad mundial educativa, Saavedra, director global de educación del Banco Mundial, apuesta por el aprendizaje remoto para tratar de reducir el impacto negativo en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

“Ni para los países ricos ha sido un cambio fácil y en las naciones pobres ha sido mucho más complejo, pues el 20% o 30% de los chicos carecen de la conexión necesaria de internet para tener un proceso educativo virtual indicado. Por eso es necesario lo que ya se está haciendo en muchas regiones, pensar en la educación remota de una manera multiplataforma para poder comunicarse con los padres y docentes”, indica Saavedra.

La educación virtual, más que opción, es un método para minimizar los efectos negativos en el aprendizaje.

Otro aspecto vinculado a la educación virtual y que podría impactar al estudiante es el recorte del año escolar. La huella “dependerá de lo que 'significa' para el niño y adolescente ir a su escuela, es decir que está logrando satisfacer su entorno escolar: relacionarse con sus compañeros, maestros, jugar, competir, trabajar su valía y autoestima, otras. Habrá aquellos que no les afectará, mientras que otros van a sentir interrumpido su desarrollo, metas y logros”, manifiesta Domínguez.

“Definitivamente”, asegura Núñez, psicóloga de la dirección Nacional de Educación Especial del Meduca, “hay lo que se llama resiliencia”.

“Los niños tienen un recurso muy importante que es el juego y obviamente va de la mano con un ambiente familiar sano; los niños logran escuchar y comprender si la comunicación es asertiva, buena y constante. Pero si no tienen un recurso positivo o una dinámica familiar buena o positiva, se le hará mucho más difícil asimilarlo”, subraya Núñez.

Agrega que “así como hay pequeños que logran adaptarse rápidamente a los cambios, también hay adolescentes, como aquellos, de ambos grupos etarios, que no tienen la capacidad de hacerlo. No podemos decir que los niños de primaria serán más afectados que los de secundaria, en cada nivel de la educación hay sus ventajas y desventajas”.

Obviamente el proceso de aprendizaje de lectura y escritura en los niños de primero, segundo y tercer grado se verá impactado, advierte Núñez.

Las desventajas que ha acarreado la rápida migración del sistema de educación presencial a virtual y el recorte del año escolar, según las profesionales, no es pretexto para no obtener beneficios.

Los padres de familia tienen un rol definitivo y vital en la pandemia, que es el incentivar dentro del ambiente familiar la investigación, la lectura, crear en sus hijos ese espíritu autodidacta apoyado en los recursos y depositarios curriculares que existen en las plataformas debidas.

“Aprovechemos para estar con ellos. Emocionalmente conectados y que ese espacio que estamos compartiendo genere calidez para el aprendizaje. Que a raíz de toda esta situación, incorporemos nuevas actividades que busquen el aprendizaje dentro del hogar”, aconseja Núñez.

Mientras que Domínguez cita como efectos positivos el incremento de la satisfacción en el vínculo familiar, lo cual da rienda suelta al desarrollo y madurez sana de las diversas necesidades del niño o adolescente. “Es decir, que se fortalezca el vínculo familiar, que redundará como agente multiplicador de efectos positivos en otras áreas: seguridad, optimismo, afrontamiento, tolerancia ante la frustración”, apunta.

Desde el hogar los padres pueden ayudar brindando, ante todo, seguridad: no solo física, sino afectiva.

Domínguez recomienda que los padres estén alertas a lo que escuchen o vean de sus hijos en este período, y si algo les llama la atención, no minimizarlo, y una vez se salga de esta pandemia, buscar orientación o atención profesional. Reconocer que son niños y adolescentes con recursos propios de su edad. Evitar ridiculizar o traumatizar al menor a través del lenguaje verbal o no verbal o las acciones en casa. Ofrecer experiencias reales sustentadas en lo que se está viviendo, de acuerdo a la edad del menor; evitando el maquillaje excesivo de las mismas.

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