Regresan los santurrones de siempre

Actualizado
  • 26/02/2012 01:00
Creado
  • 26/02/2012 01:00
P arece que ser santurrón nunca pasa de moda. Digo, bien sé que mi jungla es históricamente pacata y conserva, pero no deja de sorprende...

P arece que ser santurrón nunca pasa de moda. Digo, bien sé que mi jungla es históricamente pacata y conserva, pero no deja de sorprenderme el alcance de la moralina nacional. Cuánta reverbera virtual causó el remeneo de Jumbo Man en carnavales, como si remenearse no fuese algo profundamente lógico y natural en tiempos de carnaval. ¿Acaso no hemos visto ya, año tras año y miles de veces, a cualquier cantidad de personas hacerlo frente a las cámaras, lo mismo desconocidos como panameños ilustres? Raro sería que se pusieran a rezar en medio del culeco o que se arrepintieran de sus pecados antes del miércoles de ceniza, ¿no? La verdad es que no entiendo el motivo del escándalo.

Se cae de su peso que Jumbo Man, en su calidad de figura del carnaval capitalino, incurra en el remeneo público. Es casi que su deber como representante del gobierno que financió el bacanal. Sería ingenuo esperar algo distinto de este paladín/mascota que representa maravillosamente lo que significa ser miembro de Cambio Democrático. ¿Acaso pretendían que tirara besitos? Me parece injusto no reconocer que el movimiento pélvico de Jumbo Man es la acción más consecuente del Gobierno Nacional que hemos visto en mucho tiempo, desde que se alzaron con la victoria al grito de ‘Los locos somos más’. La imagen del misterioso hombre estrafalario entregado al perreo, no es más que una metáfora hermosa (por lo exacta, no porque disfrute viendo la vida reproductiva de los enmascarados del subdesarrollo) del trato que ha recibido el pueblo en estos dos años y medio de gobierno: siempre emboscándonos por la retaguardia y disfrutándolo a manos llenas.

Y hablando de películas de terror y realidades que bordan la ciencia ficción, hoy entregan los premios Oscar y, salvo una, no he visto ninguna de las cintas que compiten en las categorías importantes. El premio me da lo mismo, pero si me jode un poco el aislamiento cinematográfico al que me confina Panamá. Desde que volví a este país, me la paso comprando dvds para ver en casa, porque cada vez que consulto la cartelera me dan ganas de llorar. Y la cosa ya está grave. No conforme con que las salas no nos ofrecen una oferta variada con filmes de todas partes del mundo, ¡ya ni siquiera están estrenando lo mejor de Hollywood! Que se supone es la industria que más consumimos los panitas, según el criterio de los programadores y distribuidores del patio. ¿Qué nos están dando? Basura.

Abundan las pelis para chicos y sobran las de miedo, amén de que todos los meses se estrena una nueva comedia de Adam Sandler, quien genuinamente me resulta todo un misterio de la naturaleza, a fuerza de no entender por qué es tan popular o dónde se encuentra su gracia. Tampoco faltan las de acción sangrienta con buco balas y autos furiosos. And that’s it. Si entre los dueños y programadores de salas (y ni hablemos de los de televisión) no se han puesto de acuerdo secretamente para lumpenizarnos, o en su defecto convertirnos nuevamente en organismos unicelulares, entonces no comprendo los gustos de quién pretenden satisfacer con las películas que ofrecen. O al menos confiesen finalmente que satisfacen los suyos, no me vengan a decir qué eso es lo que quiere el panameño. Ñagare.

Ruego a Victoriano Lorenzo en las alturas que interceda por nosotros, ¡y rápido!, antes de que los inofensivos remeneos carnavaleros sean lo único ‘importante’ ocurriendo en esta jungla mía.

PERIODISTA

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