• 09/04/2022 00:00

Transformando un mundo: Médicos en la independencia latinoamericana

Una atención particular merecen aquellos que, además de guerrear, se enfocaron en impulsar la medicina

“La raíz de la verdadera política no es el atrevimiento, no las grandes palabras ni las frases con efecto, tampoco la agitación y el bullicio de las asambleas, la crítica grandilocuente o las exigencias imposibles de cumplir. La política es rigor y severidad, ante todo uno con uno mismo. Es el difícil arte de trabajar por el bien de todos con resolución y tenacidad, pero al mismo tiempo con respeto por las convicciones ajenas”.

Estas expresiones de Guardini (1930) bien podrían describir las aspiraciones y la actitud en la mayoría de quienes participaron en el proceso de independencia de las naciones sudamericanas de las que no eran originarios. Una atención particular merecen aquellos que, además de guerrear, se enfocaron en impulsar la medicina.

Así fue el proceder de Mariano Montilla, nacido en Caracas, educado en Europa desde los 18 años, que alcanza el grado de general de brigada en 1821 y que, como parte de su dilatada vida militar, fue “[...] prefecto general de los departamentos de Magdalena, de Zulia y del istmo en 1828. Después de la muerte de Simón Bolívar, a quien acompaña hasta su último momento, anuncia el evento al gobierno (17 de diciembre de 1830) y se niega luego a entrar en las guerras internas. Sofoca de hecho varios intentos de rebelión.

Firma la última proclama y el testamento de Simón Bolívar” (Constancio, 1880, citado por Puigmail, 2015). Su constante preocupación por la salud de la población marcó su gestión política apoyando sanatorios y todos los nuevos tratamientos que la ciencia médica de la época pudiera aportar.

José Passamán o Passement, médico español formado en Montpellier (Francia), contratado por la Misión Egaña en Londres en 1826, llega primero a Chile y luego dirige el hospital de mujeres en Tacna (Perú). Políticamente se define como liberal y “[...] con el médico napoleónico Charles Torrailly, se transforma en uno de los primeros profesores de medicina de Bolivia [...] redactando, organizando y reglamentando todos los aspectos administrativos y pedagógicos de la medicina altiplánica” (Álvarez de Araujo, 1865, citado por Puigmail, 2015). Sus discrepancias políticas con la Confederación Peruano-boliviana del general Santa Cruz lo llevan a exiliarse en Lima en 1837. De acuerdo con sus principales biógrafos es considerado como el primer médico legista de América del Sur (Ríos Darens, 2000; Coke, 2005; Nuñez de Arco, 2005).

El francés Torrailly, cirujano mayor en la 'Grande Armée', fue uno de los primeros profesores de medicina extranjeros en Charcas (Bolivia) y adquiere notoriedad política cuando “[...] cura al general Antonio José de Sucre, después de una herida recibida durante un motín, en la puerta de la guarnición de San Francisco el 18 de abril de 1828” (Garret, 1995). Imitando a los grandes nosocomios europeos, Torrially organizó el sistema sanitario boliviano y además incursionó en la vida militar entre 1836 y 1839 alcanzando el grado de cirujano mayor del ejército boliviano durante la existencia de la Confederación Peruano-boliviana.

Gabriel Lafond de Lurcy, oficial naval francés que sirvió en India y China (1819) y llegó a Guayaquil contratado por la Misión de Tomás Guido luego de lo cual se incorpora a las luchas por la independencia (1821), “[...]comandó el 'Santa Rita' en Lima, luego la 'Estrella', y fue en misión hacia las islas Marquesas y a Tahití, para estudiar la posibilidad de crear allí un lugar de deportación para los enemigos de las nuevas instituciones del Perú” (Puigmail, 2015).

Fue capitán de numerosas embarcaciones en las aguas sudamericanas hasta Panamá entre 1823 y 1832, distinguió su liderazgo procurando que una parte del cargamento fuese siempre de publicaciones y novedades en insumos médicos, porque percibía el futuro crecimiento de la comunidad científica regional aunque se le conoce más por su reunión “[...]con el general José de San Martín, entonces exiliado en Grand Bourg, cerca de París, en 1839” (Instituto Sanmartiniano, 1964, citado por Puigmail, 2015) y por haber obtenido “la concesión para la construcción de un canal entre los dos océanos en Costa Rica” en 1849.

El catalán Josep Sardá, oficial de ingenieros de la 'Grande Armée” que hizo la campaña de Rusia de 1812, fue un leal seguidor de Bolívar “[...]elegido diputado suplente por la provincia de Veraguas en Panamá” (Miramón, 1977) y, más tarde ocupó el cargo de intendente del departamento del istmo desde 1828 hasta fines de 1829. Amigo personal de Mariano Montilla –citado líneas arriba– comparte con él su preocupación por la salud de la población. Se define como un militar liberal, muriendo asesinado por razones políticas el 22 de octubre de 1834 en Bogotá dejando trunco su proyecto para fortalecer el cuerpo médico castrense.

La conducta de este conjunto de protagonistas que hicieron suyos los ideales libertarios de un continente –que al inicio les era ajeno, pero que luego integraron como propio–, podría describirse con otra frase de Guardini (1930) ya que para ellos “[...]La política [fue] el arte de detectar todas las capacidades vitales allí donde se encuentren y de sumarlas”.

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