Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...
- 09/01/2022 00:00
Vesania
La humanidad ha entrado en un vórtice de locura colectiva. Ya llevamos mucho tiempo dando signos de ello, pero ahora las señales son clarísimas. Estamos enloqueciendo.
Digo, no es la primera vez en la que las sociedades se embarcan en una espiral de alienación colectiva. Uno de los episodios más llamativos fue la epidemia de baile de san Vito que se produjo en Centroeuropa entre los siglos XIV y XVII. Aunque ya en el siglo VII se conoce un primer brote, y a lo largo de los siglos siguientes reaparecía una y otra vez hasta que en el siglo XVII se extinguió. Cientos y miles de personas se lanzaban a los caminos a bailar desenfrenadamente, generalmente en junio, alrededor de las fiestas de San Juan o de San Vito, hombres, mujeres y niños, que bailaban hasta que se derrumbaban de agotamiento, hasta que las costillas se les partían hasta que se desplomaban muertos. ¿Qué provocaba estos episodios de insensatez? Muchos creían que era una maldición del santo, ya fuera de Juan o de Vito. La definición, coreomanía, manía del baile, fue acuñada por el gran Paracelso, sea como fuere, esta chaladura no era un hecho aislado, se extendió, como ya dijimos, durante siglos, por toda Europa. ¿Era acaso algún tipo de remanente de los cultos mistéricos del tipo de las correrías de las bacantes? ¿Era una forma en la que la mente de los danzantes se desconectaba del cuerpo olvidando hambrunas, pobreza, guerras y muerte y centrándose solamente en bailar hasta la extenuación? Ha sido definida como un “trastorno mental colectivo”, un “trastorno histérico colectivo”, y “locura de masas”, pero nadie ha podido definirlo correctamente y sin género de duda y tal y como surgió, la ventolera danzarina, se extinguió.
De cualquier manera, tal y como apareció desapareció, y ahora estamos, aunque ustedes no se lo crean, enzarzados en una alteración colectiva de la conciencia. Tan listos que somos, tantos adelantos técnicos, médicos, sociales y seguimos creyendo en gurús, en iluminados, en maldiciones.
Vivimos en medio de una alucinación colectiva provocada por el miedo a la muerte, atemorizados por la Parca, por el desempleo, por la pobreza que llama a nuestra puerta, por los políticos que juegan al ajedrez con nosotros; nosotros, los que no somos más que peones en un tablero. A nadie le importa lo más mínimo lo que nos pase, y si nos dedicamos a bailar para olvidar lo que nos rodea también nos atacan, porque debemos ser ovejitas sumisas.
No os reunáis, no bailéis, no os alegréis, no os abracéis, no salgáis, no viváis, pero tampoco podéis morir porque debéis seguir trabajando para pagar lo que nos debéis, para cumplir con vuestras obligaciones. El miedo se ha convertido en la locura colectiva de estos años, millones de personas actuando como zombis, participando en una enajenación que nos ha lanzado a la sinrazón.
Miles de personas que bailan en la cuerda floja, que danzan sin música al compás de las noticias, de los admonitorios que avisan de desastres, el milenarismo regresa con el miedo y los danzantes, atolondrados, no sabemos si correr o bailar, reír o llorar. Y muchos no tienen ningún tipo de red que los sujete cuando los pies les fallen y tropiecen.
Los suicidios aumentan, leemos un montón de consejos, todos ellos bien intencionados, claro que sí, pero no sirven de nada cuando el baile te atrapa, cuando no sabes escapar de los giros y vueltas y revueltas, cuando la música en tu cabeza no te deja escuchar a la razón, cuando el baile enloquecido te atrapa y no puedes dejar de danzar.