Ocho días antes de su reapertura la catedral de Notre Dame de París desveló su nuevo “resplandor” al mundo durante una visita del presidente francés, Emmanuel...
- 03/04/2009 02:00
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FÉMINAS. En la Grecia clásica, el papel protagónico de las vírgenes como medios para agradar o apaciguar la furia de los dioses, es legendario. Hoy no cabe duda de la sangrienta costumbre de sacrificar muchachas puras en los templos o en ocasiones siniestras. La más conocida de estas vírgenes ofrecidas a una deidad es Ifigenia, hija del rey Agamenón, quien tuvo que ofrecérsela a la diosa Artemisa para que desatara los vientos que necesitaba para que sus navíos partieran a batallar a Troya. Pero, en la vida real, el punto álgido de la virginidad ha sido siempre con quién, cómo y cuándo se pierde, así como los terribles castigos que por siglos se impusieron a quienes infringieran esas leyes.
En la antigua Roma, por ejemplo, los padres comprometían a sus hijas desde niñas y vigilaban con celo que llegaran puras al lecho de sus maridos, a quienes muchas veces no conocían hasta esa primera noche. La virginidad era tan importante en el matrimonio, que si una hija ya prometida era abusada antes de la boda por otro hombre, su padre no sólo mataba al agresor, sino también a ella, porque ya resultaba imposible entregarla a una familia respetuosa de las tradiciones. Y en caso de que otro hombre quisiera obviar su violación y casarse con ella, la pareja estaba obligada a vivir fuera de la ciudad.
Con la extensión del cristianismo la sobrevaloración de la virginidad, con el ejemplo de María, se hizo más rotunda. En la Edad Media ser virgen era más importante que ser esposa o madre, y se implantó la creencia de que la felicidad de los amantes se paga con un implacable sentimiento de culpa. “Durante siglos —dice el doctor Tordjman—, esa moral que planteaba la castidad como virtud iba a obligar a millones de seres a vivir odiándose a sí mismos, a enquistar su semilla sexual en una roca estéril de vergüenza, asco y neurosis colectiva”. Todo eso cambió con el auge de la información, la anticoncepción eficaz y los estudios sexológicos que han contribuido a renovar las costumbres. ©PUBLICACIONES SEMANA