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- 17/05/2025 00:00
El escritor español Manuel Vincent dice “Quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla”. Ahora bien, ¿queremos encontrarla?
Irónicamente, muchos suelen afirmar que tienen hambre de la VERDAD, sin embargo, la gran mayoría del mundo detesta el sabor y el olor cuando se la sirven; curioso... ¿no?
Estas dos afirmaciones las suelo decir en mi taller de detección de mentiras y lenguaje corporal; también aclaro que existen tres tipos de verdades: MI verdad, SU verdad y LA verdad y, esta última no se alía a pensamientos moldeados convenientemente porque ella no tiene ni amo ni dueño. La verdad es LA VERDAD.
Los neurocientíficos se han preguntado si el miedo a la legitimidad no sería más que un mecanismo de protección de nuestro cerebro frente a ciertas alarmas psicosociales. Quien tiene miedo a la verdad puede ignorarla y ocultarla hasta el olvido como un perfecto sistema de ajuste a una determinada condición personal potencialmente amenazante o ambigua, sin embargo, aunque no hable de ella no significa que no existe.
Si el miedo a la sinceridad es un mecanismo de protección frente a ciertos riesgos, reales, imaginarios, personales o sociales, podemos caer en la seducción de lo irracional como remedio a la angustia de saber quiénes somos, quiénes son los otros y en qué mundo vivimos.
Desde pequeños, los adultos nos han dicho que siempre hay que decir la verdad. Hiciera lo que hiciera. También nos decían que teníamos que hacer frente a las consecuencias responsablemente. Sin embargo, muchos de esos mismos adultos, con su actuar, nos venden lo contrario.
Mentimos por tres razones muy puntuales: 1) por temor al castigo, 2) por aparentar lo que no somos y, 3) por lograr un objetivo. Estas tres razones suelen venir de la mano con tres motivos que, por lo general, son miel para el ser humano: poder, fama o fortuna.
Ahora viene la gran pregunta: ¿Qué es la verdad? Pregunta que, de hecho, Pilato se la hizo a Jesús cuando fue llevado a su presencia y al declarar: “Yo ... para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”.
Ahora le pregunto directamente a usted, amigo lector, ¿qué es la verdad? Para el Diccionario de la Lengua Española, la verdad es la coincidencia entre una afirmación y los hechos, o la realidad a la que dicha afirmación se refiere.
La palabra en sí proviene del latín veritas o veritatis, que a su vez deriva de verus o verdadero. De verus también provendría la palabra vero, empleada en el castellano antiguo y de la que procede veras, y hoy la utilizamos casi exclusivamente en la expresión “de veras”.
No se imagina usted lo difícil que es vender un taller de detección de mentiras; a veces me pregunto si es porque ¿la gente está cómoda con la mentira misma? o, porque, ¿una vez que tenga las herramientas para detectarlas, teme descubrir la verdad?
Alexander Pope, poeta inglés, hace mención a algo muy cierto: “El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”.
Le recuerdo, amigo lector, un vaso medio vacío es también uno medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad.
De acuerdo con las más recientes investigaciones sobre este tema tan apasionante para aquellos que estudian el lenguaje corporal, la mentira, está justificada por el 42 % del mundo. También otros estudios de la Universidad de Oakland, revelaron que, dentro de un periodo de 24 horas, una persona, según su edad, puede mentir entre 5 y 15 veces al día, y si la persona es una mentirosa patológico o padece de mitomanía pueden ser de 20 o 30 veces por día.
La peor verdad a veces solo costará un gran disgusto. La mejor mentira siempre costará muchas más... despidos, divorcios, muerte o cárcel pueden ser su puerto de destino, y esto siempre será lo menos duro que tendrá como consecuencia, ya que su credibilidad ante la sociedad se perderá para siempre.
Ahora le hago otra pregunta: ¿puede manejar la verdad? En 1992 se hizo una película magistral llamada A Few Good Men, en la que el personaje de Jack Nicholson, al enfrentarse en juicio contra el personaje de Tom Cruise, le grita: “¡No puedes manejar la verdad!”. Una de las mejores escenas del cine.
Si usted tuviese la habilidad de descubrir fácilmente una mentira, provenga de quien provenga, ¿qué haría?, ¿puede manejar el peso de la verdad y mantenerla a flote cueste lo que cueste?
Detectar mentiras es todo un arte, pero ¿sabe cuál es el mayor obstáculo que tiene la gente para aprender a detectarlas? No están listas para enfrentar la verdad, en especial cuando descubren que la persona de más confianza en su vida es quien miente.
Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. Aristóteles decía: “Nunca se alcanza la verdad total ni nunca se está totalmente alejado de ella...”. Ahora le pregunto: ¿puede usted manejar la verdad cueste lo que cueste?