La delgada línea entre la manifestación y el control

  • 10/05/2025 00:00
La manipulación implica un intento activo y a menudo forzado de controlar personas, situaciones o resultados. Se caracteriza por la ansiedad, la obsesión y la necesidad de intervenir constantemente para asegurar el desenlace deseado

“No estás manifestando, estás manipulando”, es una de las respuestas cuando alguien me dice: Pau, yo hago la lista, sueño, siento y medito, pero no pasa nada, ¡las cosas no se me dan como quiero!

En la búsqueda del éxito y realización personal, conceptos como la “manifestación” han ganado popularidad. Se nos invita a visualizar nuestros deseos, a sentirnos como si ya los hubiéramos alcanzado, y a creer que el universo conspirará a nuestro favor. Sin embargo, en esta búsqueda, a menudo se cruza una delgada línea entre la auténtica manifestación y una forma sutil de manipulación, tanto de uno mismo como de las circunstancias externas.

Cuando se inició la pandemia, llegó a mis manos el primer Reto de Meditación de Abundancia de Deepack Chopra, algo que desató en mí el deseo de ayudar y de adentrarme en ese tema. Desde pequeña he sido una manifestadora, sin haber tenido clara la técnica. Gracias a este reto pude identificar cómo lo hacía.

La verdadera manifestación se basa en la idea de que la realidad es moldeable por nuestros pensamientos, emociones y vibraciones. Se trata de alinear nuestra energía con nuestros objetivos, confiando en que el universo, o la vida misma, nos proveerá de las oportunidades y recursos necesarios.

Es un proceso de entrega y confianza, donde soltamos el control y permitimos que las cosas fluyan.

La manipulación, en cambio, implica un intento activo y a menudo forzado de controlar personas, situaciones o resultados. Se caracteriza por la ansiedad, la obsesión y la necesidad de intervenir constantemente para asegurar el desenlace deseado. En lugar de confiar en el proceso, el manipulador intenta doblar la realidad a su voluntad, a menudo ignorando el libre albedrío de los demás o las señales que la vida les presenta.

La diferencia clave radica en la intención y la energía que impulsan nuestras acciones. Cuando manifestamos auténticamente, actuamos desde un lugar de amor, gratitud y confianza. Nos enfocamos en lo que queremos atraer en lugar de en lo que queremos evitar. Aceptamos que el camino puede tener curvas y obstáculos, pero mantenemos la fe en que el resultado final será el mejor para todos los involucrados.

La manipulación surge del miedo, la inseguridad y la creencia en la escasez. El manipulador siente que debe controlar cada detalle para evitar el fracaso o la pérdida. Se obsesiona con los resultados, se frustra fácilmente con los contratiempos y puede recurrir a tácticas engañosas o coercitivas para conseguir lo que quiere.

Por ejemplo, manifestar una relación amorosa implica visualizar el tipo de conexión que deseamos, cultivar las cualidades que queremos atraer y estar abiertos a recibir el amor cuando llegue. En cambio, manipular una relación, por otro lado, implica intentar controlar el comportamiento de la otra persona, usar tácticas de persuasión o chantaje emocional, o aferrarse a una relación tóxica por miedo a la soledad.

Es fundamental examinar nuestras intenciones y comportamientos para asegurarnos de que estamos manifestando y no manipulando. Pregúntate a ti mismo: ¿Estoy actuando desde el amor o desde el miedo? ¿Estoy confiando en el proceso o intentando controlarlo? ¿Estoy siendo auténtico y honesto conmigo mismo y con los demás?

La verdadera manifestación no se trata de obtener lo que queremos a cualquier costo, sino de convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos y permitir que nuestros sueños florezcan en el momento perfecto.

¡Buen fin de semana!

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