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- 30/05/2024 00:00
- 29/05/2024 17:35
Una monja estadounidense es enviada a un convento en Italia, ¿qué podría salir mal?
La pregunta puede responderse con: Todo. Desde el primer momento en que la aspirante a monja, Cecilia (Sydney Sweeney), pisa el suelo italiano es recibida con malas señales y con un ambiente cargado de confusión y peligro, pese a que su ingenuidad la protege de percibir esos cambios a cada momento.
En Inmaculada, dirigida por Michael Mohan (The Voyeurs), Cecilia tendrá que dar el mayor sacrificio para salvar su propia vida del mal y evitar el cumplimiento de una profecía maldita.
La cinta, que llega hoy a cines nacionales, lleva a su protagonista por un laberinto que termina en la destrucción de su propio espíritu y nos deja deseando hacer lo mismo que ella: huir.
Tras llegar a Italia, sin tener más conocimiento de sus votos como monja más allá de su convicción en que debe haber un propósito mayor por el que sigue viva –tras sufrir un accidente de infancia del que sobrevive milagrosamente–, Cecilia es confrontada por el cambio brusco de lo que pensó que sería la vida en un convento y la realidad que se presenta frente a ella.
El trabajo es duro, hay monjas de mayor edad que necesitan ayuda constante, y las demás colegas no son las más cálidas. “Si estás buscando una forma sencilla que encontrarte a ti misma, puedes buscar otra”, le comenta Isabelle, una de las monjas de mayor rango de una forma bastante abrupta, lo que de por sí nos deja ver las líneas borrosas en las acciones de las monjas alrededor de Cecilia.
Aún sin conocer bien el idioma italiano, Cecilia busca acoplarse al día a día de su nueva vida y con eso también llevarnos de la mano a lo que se supone es una experiencia de suspenso, pero que se difumina lo suficiente como para no dejar ver el final antes de tiempo.
En su curiosidad e ingenuidad, Cecilia conoce al padre Sal Tedeschi (Álvaro Morte), quien posee un sentido agudo para leer las debilidades e inseguridades de la joven monja, algo interesante en el desarrollo de su relación en la trama.
Para quienes son amantes del género de terror, Inmaculada trae una trama casi tan conocida como repetida, basada en el misticismo de los antiguos conventos italianos y la mezcla del catolicismo con las artes oscuras para crear un enemigo que es tanto desconocido como multifacético y que se esconde en la superficie de todo, listo para atacar en el momento que menos esperamos.
La cinta se desarrolla entre sombras y colores cálidos, casi abrumando con la cantidad de naranjas y marrones que muestra en cada escena, así como las sombras que se mueven sin cesar en las escenas con menos iluminación, buscando hacernos sentir tan incómodos como Cecilia.
Como thriller atmosférico tiene todos los adornos: pasillos espeluznantes iluminados con velas; catacumbas misteriosas; visiones de pesadilla de figuras envueltas en capas negras y rostros cubiertos en rojo; e impresionantes estallidos de sangre.
También la trama, en un guion creado por Andrew Lobel, juega con nuestra capacidad de descubrir qué es real y qué no, puesto que una vez la joven monja se halla entre la espada y la pared de su propia mente, las apariciones comienzan, como checando cada caja titulada “mostrar un ente demoníaco y desconocido que desaparece ante la luz”.
Como casi todos los personajes del filme, Cecilia es un misterio, un peón que se mueve en un tablero de decisiones tomadas por otras personas y que solo desean llevarla al límite para sus propias maquinaciones.
Es entonces que la cinta nos trae el giro dramático en su trama una vez se revela que Cecilia dará a luz, aún siendo virgen, algo muy al tipo Rosemary’s Baby o la reciente The First Omen de Arkasha Stevenson.
Con el embarazo, las máscaras del convento comienzan a caer una por una, llevando a Cecilia a conocer la oscura verdad detrás de su “inmaculada concepción”, por lo que se rebela, no dispuesta a llevar la carga que otras jóvenes captivas llevaron antes que ella y decidida a ponerle un fin a todo, incluso si no sale viva de ello.
El intento de Sweeney, quien se convierte también en productora de la cinta, además de ser su proyecto pasión –la actriz de Euphoria indicó en entrevistas que ha tenido la idea de la cinta por más de una década–, podría leerse como un intento de reclamar la autonomía de la mujer, en este caso expuesto por Cecilia, ante décadas de jóvenes siendo raptadas por entes religiosos en este género cinematográfico.
Aún así no es una historia de libertad completamente, y ni Sweeney ni Mohan intentan convencernos de lo contrario, sino que son honestos con lo que buscan y es simplemente crear ambientes de disgusto, horror y suficiente ambigüedad para que la audiencia tenga algo de lo que discutir al salir de la sala.
La relación entre Cecilia y el padre Tedeschi es un ejemplo de ambigüedad que alcanza una claridad necesaria, pero extremadamente dramática, casi al final del tercer acto; aun así, no nos da las respuestas que necesitamos, aunque el trabajo de maquillaje y producción al mostrar a un Tedeschi desollado es impresionante y lo suficientemente desagradable.
Tras múltiples hoyos en la trama, que intenta combinar razones científicas con las místicas para explicar la presencia de Cecilia en aquel lugar maldito, Inmaculada llega al punto de mostrar lo que Sweeney es capaz de lograr más allá de sus miradas profundas y que fueron uno de los pilares de la cinta.
Sweeney se mueve con elegancia cuando es necesario, desata sus emociones crudas y dolorosas en momentos clave y nos mantiene atentos a su camino hacia la libertad a cada paso, ya sea en la plaza del convento tras ser testigo de una muerte inesperada o huyendo a ciegas dentro de las catacumbas.
Morte (La casa de papel) también se destaca como el villano de la historia, con un carisma innegable y lista para envolver a Cecilia en un falso sentido de seguridad y confianza; capaz de esconderse en las sombras y no levantar dudas hasta el último minuto, Morte encarna al padre malvado con naturalidad, al principio haciéndonos sentir que podría ser un aliado, solo para llegar a mostrar la más cruda traición cubierta de fanatismo y un obvio síndrome de jugar a ser Dios que complementa el terror interpretado por Sweeney.
Entre distintas críticas, Inmaculada ha sido comparada a la reciente La primera profecía, ya que tiene escenas casi calcadas en su ejecución –pese a tener una trama que se separa en saber que una es la precuela de una de las cintas insignias del género–, y Sweneey encarna a un personaje que también sufre por las decisiones de traer a un nuevo “salvador” al mundo, que termina siendo todo lo contrario, en lo poco que se nos permite ver.
Pero Stevenson y Mohan no se encuentran en la misma línea entre sus cintas, ya que Mohan toma sus recursos para enfocarse en los silencios, las sombras y las expresiones faciales más que en los movimientos rápidos o los efectos visuales espeluznantes que Stevenson exprimió para su propia interpretación. Si bien Cecilia es una vasija robada para el mal, su producto no sobrevivirá para ver una secuela.
Inmaculada no reinventa el género ni es su aspiración, sino que se mantiene estable y lo suficientemente memorable para sobrevivir en las cada vez más críticas salas de cines globales. Con una historia sencilla y copiosas cantidades de sangre frente a la cámara, Sweeney trae una cinta que se disfruta y entretiene con un horror seguro y confiable.