Obsesión por las telenovelas

Actualizado
  • 30/05/2012 02:00
Creado
  • 30/05/2012 02:00
PANAMÁ. Desde que llega el mediodía Yamileth Barría, una ama de casa de 66 años, se sienta frente al televisor a ver sus telenovelas. No...

PANAMÁ. Desde que llega el mediodía Yamileth Barría, una ama de casa de 66 años, se sienta frente al televisor a ver sus telenovelas. No hay quién o qué la levante de allí por varias horas, nada es más importante o urgente que El Talismán y Amor B ravío. También ve otras, pero prefiere estas dos.

Por ella soy Eva es la que le quita el sueño a Karina Peñalba, una adolescente de 17 años que confiesa que apenas llega del colegio, suelta su mochila y se instala frente al televisor. ‘No puedo estar sin los capítulos diarios’, dice, y cuando se pierde alguno, llama a sus amigas —también colegialas— para enterarse de lo que pasó.

Y amileth y Karina son solo dos de las muchas panameñas que todos los días, como si fuese un ritual sagrado, siguen los vaivenes de las tramas de amor, odio, abandono, pelea y reconciliación. Las señales de TV abierta locales lo notan y aprovechan: hay 15 horas de novelas diarias, de lunes a viernes, al aire. Son 75 horas a la semana y 300 en un mes.

O sea: más tiempo disponible de melodramas, donde abundan ingenuos y malvados, que de noticias, deportes, políticas. De todas las cadenas locales, Telemetro y Tvn-2 compiten por la causa con 7 telenovelas al día.

¿ENTRETENIMIENTO?

Para algunas, apreciar cómo Cinthia Montero Báez en La que no podía amar llora y amenaza con tirarse por la ventana de la habitación es algo sumamente placentero, que exige lealtad del televidente.

Hay quienes las consideran pasatiempo; otros ven a las telenovelas como una pérdida sociocultural.

El sociólogo Javier Serrano asegura que influyen en las mujeres. Las mantiene sentadas por horas viendo imágenes de problemas cotidianos en nuestra sociedad, anota, y enumera: ‘La delincuencia, el desamor, las peleas, la drogadicción, entre otros aspectos’.

El sociólogo aconseja ver solo ‘una novela al día’ y aprovechar el resto para ‘leer un buen libro o ver un programa que le aporte una buena enseñanza cultural’. Así sumarían conocimientos que con las telenovelas no, porque ‘viene y va y siempre con el mismo drama’.

¿Y por qué, si no se aprende, la gente queda prendida de las tramas? Serrano arriesga que es por la identificación: ‘Los telespectadores viven como propios los sufrimientos y los obstáculos de los protagonistas, con los que día tras día se crea una auténtica complicidad’. Para él, en pocas palabras, ‘son un veneno para la mujer’.

Yamileth Barría que, como dijimos, no se pierde un capítulo de El Talismán y Amor Bravío, justifica su advocación extrema en el hecho de que no tiene nada más qué hacer y no siente que sean mala influencia.

Para la socióloga María Elena Burgos las telenovelas impactan en la mujer y en cualquiera que las vea: ‘Desde el momento que comienzas a verla, ella te obliga a seguir mirándola, es como un imán, vas capítulo tras capítulo’, dice.

Entonces, ¿es malo? ‘Para mí lo que está mal es dedicarle varias horas sin hacer nada más, algo que al final resultaría perjudicial, pues perdiste tiempo sin aportar nada a tus conocimientos’, dice Burgos.

La psicóloga Margarita Mendoza coincide, y lo que más le preocupa del asunto es el público joven que tienen estos melodramas. Cree que los jóvenes deben entender que no sirven. Al contrario, deben buscar alternativas que aporten a su ‘léxico’ y ‘a sus conocimientos para crearse una mejor cultura’.

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