Pedro Cateriano:

‘Condenar la mentira fue uno de los legados más claros de Vargas Llosa’

  • 24/08/2025 00:00
El político peruano presenta su obra “Vargas Llosa, su otra gran pasión”, donde recorre la vida política del Nobel suramericano, sus batallas ideológicas y su compromiso con la democracia

La Feria Internacional del Libro de Panamá fue el escenario donde el expresidente del Consejo de Ministros y exministro de Defensa del Perú, Pedro Cateriano, presentó una obra que va más allá de la literatura: Vargas Llosa, su otra gran pasión. En este libro, el escritor peruano recorre la trayectoria política de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, pero también un hombre de acción que no dudó en enfrentarse a dictaduras, populismos y fraudes en América Latina.

Cateriano narra desde el primer encuentro con Vargas Llosa, cuando apenas era un adolescente y su padre lo presentó como “el mejor novelista del Perú que iba a ser Nobel”, hasta los momentos más tensos de la campaña presidencial de 1990, las batallas ideológicas y las polémicas internacionales que marcaron la vida pública del autor de Conversación en La Catedral.

La obra combina admiración y mirada crítica, explorando la faceta menos conocida del Nobel: su militancia, sus virajes ideológicos y su defensa intransigente de la libertad. “Perdió una elección, pero ganó en el campo de las ideas”, sostiene Cateriano. En esta entrevista, repasa las motivaciones de su libro, los hallazgos inéditos y la vigencia de Vargas Llosa como referente democrático en América Latina y el mundo.

Usted conoció a Mario Vargas Llosa desde hace más de cuatro décadas. ¿Cómo recuerda el primer encuentro y qué rasgos de su personalidad lo impresionaron entonces?

Fue un encuentro casual. Mi padre me dijo: “Vamos para que conozcas al mejor novelista del Perú que va a ser premio Nobel”. Yo tendría unos 15 años. Vargas Llosa ya era muy conocido por su obra literaria y su capacidad de polemista. Ese fue el inicio de una amistad que se consolidó cuando participé en la organización de un mitin contra la estafa de la banca en tiempos de Alan García. Luego, al fundarse el Movimiento Libertad, me integré a su agrupación política y desde entonces cultivamos una relación que se mantuvo hasta el final de sus días.

En el libro se percibe una admiración profunda, pero también una mirada crítica. ¿Cómo logró equilibrar el afecto personal con la objetividad al narrar su vida política?

Un escritor debe tener apego a la verdad y al rigor académico. Vargas Llosa perdió una elección presidencial, pero ganó en el terreno de las ideas. Sus planteamientos económicos fueron decisivos para la reconstrucción del Perú. Y a nivel internacional, rompió con la dictadura cubana cuando otros intelectuales la apoyaban. Fue valiente y lúcido: condenó a las dictaduras de izquierda, de derecha, militares o civiles.

¿Hubo algún momento en su amistad con Vargas Llosa que pusiera a prueba su relación, especialmente por diferencias políticas o estratégicas?

No. Siempre apoyé su acción política. Vargas Llosa no solo fue un hombre de palabras, también de acción. En plena dictadura de Hugo Chávez viajó a Venezuela, se expuso a ataques mediáticos y retó públicamente al expresidente a un debate. Al final, quien se corrió fue Chávez. Ese gesto refleja su compromiso con la libertad en América Latina.

El libro cubre desde sus inicios en la célula comunista Cahuide hasta su tránsito hacia el liberalismo. ¿Qué etapa le resultó más difícil de documentar y por qué?

Él creía en el “socialismo en libertad”, influido por Sartre. Pero pronto se sintió asfixiado por el adoctrinamiento totalitario y se apartó. Más tarde se entusiasmó con la Revolución Cubana, hasta que observó sus violaciones a los derechos humanos. El rompimiento definitivo fue el “caso Padilla”, cuando el poeta cubano fue sometido por la dictadura. Desde entonces, Vargas Llosa se convirtió en un crítico irreductible de todo autoritarismo.

¿Qué hallazgos inéditos o poco conocidos sobre la carrera política de Vargas Llosa cree que sorprenderán más a los lectores?

Documentos del Senado peruano que probaron espionaje telefónico y seguimiento político contra Vargas Llosa durante un gobierno aprista. Eso no aparece en El pez en el agua. También cartas de José María Arguedas halladas en el archivo personal de Vargas Llosa en Princeton, donde el gran escritor indigenista le expresa admiración, desmintiendo la versión de que eran enemigos irreconciliables.

Usted narra batallas contra dictaduras y polémicas públicas. ¿Hubo alguna confrontación que, a su juicio, definió para siempre el carácter político de Vargas Llosa?

Varias. Una fue con Günter Grass, Nobel alemán, a quien refutó cuando defendía las recetas cubanas para América Latina. Vargas Llosa nunca fue un intelectual silencioso: polemizó con Cuba, con Grass y con muchos más. Ese activismo multiplicó su influencia política en la región.

Entre tanta injusticia y en un contexto geopolítico en el que reinaban distintas dictaduras en América Latina, ¿cuál era el motor que lo impulsaba a denunciar?

Era un auténtico demócrata y liberal. Tenía claro el daño que causaban las dictaduras y la mentira en la vida pública. Creía en el papel del escritor comprometido con su tiempo, como decía Sartre. Por eso arriesgaba, decía verdades incómodas y enfrentaba minorías sin miedo.

La candidatura presidencial de Vargas Llosa no ganó, pero su programa económico influyó decisivamente en el Perú. ¿Cree que él considera eso como una victoria o una deuda pendiente?

Lo asumió como una victoria intelectual. Vargas Llosa dijo la verdad a los peruanos y perdió. Fujimori ganó prometiendo lo contrario, pero terminó aplicando sus políticas. Fue la prueba de su lucidez y coherencia.

Vargas Llosa pasó del entusiasmo por la Revolución Cubana a romper con el socialismo autoritario. ¿Qué lecciones cree que deja ese viraje para la política latinoamericana actual?

La honestidad intelectual. Vargas Llosa nunca fue fanático. Supo reconocer hechos y rectificar. Y el valor: se presentó a la presidencia en uno de los peores momentos del Perú, con terrorismo y crisis económica. Lo hizo con un programa claro y sin mentirle al pueblo.

En el libro se destaca su defensa de la “cultura de la libertad”. ¿Cómo cree que Vargas Llosa ve el estado de esa libertad hoy, en un mundo con populismos en ascenso?

Con preocupación. Condenaba tanto al populismo de izquierda como al de derecha. Lo consideraba una de las grandes amenazas actuales para la democracia, no solo en América Latina sino incluso en Europa.

Si tuviera que resumir en una sola frase quién es Mario Vargas Llosa como actor político y ciudadano del mundo, ¿cuál sería?

Valiente y lúcido, defensor de la cultura y la libertad.

Él creía en el “socialismo en libertad”, influido por Sartre. Pero pronto se sintió asfixiado por el adoctrinamiento totalitario y se apartó. Más tarde se entusiasmó con la Revolución Cubana, hasta que observó sus violaciones a los derechos humanos.
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