Una insectoaventura en los bosques de isla Galeta

Actualizado
  • 28/10/2010 02:00
Creado
  • 28/10/2010 02:00
PANAMÁ. Un grupo de cinco estudiantes del undécimo grado de la Escuela Bilingüe Eben Ezer, en Colón, desafió los peligros de los bosques...

PANAMÁ. Un grupo de cinco estudiantes del undécimo grado de la Escuela Bilingüe Eben Ezer, en Colón, desafió los peligros de los bosques secundarios y salados de isla Galeta para satisfacer una curiosidad: descubrir los insectos que descomponen los cadáveres de animales y que, al mismo tiempo, devuelven la materia como nutrientes al suelo.

A los jóvenes _de entre 15 y 16 años de edad_ no les importó introducirse en el hogar de los cocodrilos ni enemistarse con los mosquitos al invadir su hábitat ni mucho enfrentarse a una bandada de agresivos talingos con tal de seguirles la pista a las comunidades de insectos y ser los primeros en documentar una investigación de este tipo en la reserva natural de isla Galeta.

El propósito era determinar la abundancia y, además, comparar en cuál de los dos bosques había más especies, explicó Jorge Morales, biólogo asesor de la investigación y coordinador del Laboratorio Marino de Punta Galeta.

LA EXPERIENCIA

La aventura de Malema Baños, Yeribeth Soto, Lubia Burgos, Keneth Clemente y Luis Simpson empezó el pasado mes de septiembre en compañía de su profesor de Biología, Alexis Artola, y de un biólogo asesor del Smithsonian.

Durante dos semanas se levantaban los inquietos jóvenes a las siete de la mañana, se ponían botas de caucho, pantalones jeans o de tela, gorras, camisas mangas largas y se adentraban por dos horas en los manglares y por otras dos en el bosque secundario.

‘Había cierto miedo el primer día’, dijo Malema entusiasmada. Y no era para menos. ‘Un día un bandada de pájaros negros nos cayó encima’, contó. ¿Eran visitantes no gratos para las aves? Probablemente.

Los jóvenes escaparon con vida de esta experiencia. Luego colocaron diez trampas. Un pez sierra de tres o cuatro libras era la carnada para atraer a los insectos. Al día siguiente, con un envase de los que se usa para recolectar muestras de orine en los centros de salud, colectaron los animales en algunas ocasiones rodeados por el agua del mar.

El esfuerzo dio buenos frutos. En 200 envases recogieron insectos de todo tipo, entre ellos, escarabajos, avispas, arañas y moscas.

‘Un día encontramos un pez lleno de larvas de moscas’, dijo Baños. A pesar del desagradable incidente, los chicos se preparan para el conteo e identificación de insectos. Luego analizarán los datos estadísticos para conocer en cuál de los dos ecosistemas donde se hizo el estudio de campo hay más diversidad biológica.

Nada, ni las picaduras de mosquitos ni los cocodrilos que el año pasado asustaron a sus compañeros ni la bandada de agresivas aves intimidó a los jóvenes investigadores... ¡Que viva la ciencia!

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