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- 07/09/2014 02:00
Bajar de peso, problemas de salud o controlar el estrés, son algunos de los principales motivos que cada día impulsan a un mayor número de personas a iniciarse en rutinas de actividad física.
Caminar por 30 minutos, una hora o inclusive más, suele ser la modalidad elegida como primera opción, puesto que constituye una manera sencilla, económica y agradable de trabajar la función cardiovascular del organismo de una manera aeróbica.
Desde el punto de vista muscular, al caminar nuestro tren inferior será el que se ejercite en mayor medida, ganando tanto tono como elasticidad, agilidad, y equilibrio, aunque el abdomen y el tren superior también se verán beneficiados. Caminar provoca menos riesgos de lesiones al reducirse el impacto del peso del cuerpo contra el piso respecto de lo que sucede al correr, y si se hace en grupo supone una manera de mantener o entablar nuevas relaciones sociales.
COMENZANDO A CORRER
Después de un tiempo de realizar caminatas periódicas, parte de los practicantes optarán por dar un paso más allá en su nivel de ejercicio e incorporar el trote o la carrera a sus rutinas de ejercicio.
El trote lo definiríamos como una carrera a ritmo muy lento, en la cual casi se mantiene la misma velocidad desarrollada al caminar, pero realizando un mayor ejercicio al despegar los pies del suelo en periodos de mayor duración. Correr, aunque sea a un ritmo muy relajado, es una actividad diferente a la de caminar, no solo por cuestión de un desplazamiento mas rápido. Aunque seamos caminantes consumados, muchos factores van a cambiar y deberemos estar prevenidos física y psicológicamente para ello. Así se aumentará nuestra respiración y frecuencia cardiaca, la mecánica de la zancada y el trabajo muscular será diferente, tendremos mayor sudoración y pérdida de líquidos, y se incrementará el consumo de calorías.
La transición de caminar a correr hay que hacerla de manera progresiva. Nuestro cuerpo nos va a decir en qué momento se hace necesario bajar el ritmo o parar.
Comenzando, puedes optar por alternar periodos de caminata rápida con tramos de trote. El perfil del terreno te puede servir como guía, trotando en las zonas planas y caminando las cuestas y bajadas. Si bien la tendencia natural sería correr en las descensos, para los trotadores noveles es mejor que las caminen puesto que en estos terrenos se genera mucho impacto de amortiguación en tobillos y rodillas.
MEJORES UBICACIONES
En la ciudad capital cada vez hay más zonas verdes y de esparcimiento donde podemos ejercitarnos. Así, entre los sitios preferidos por caminantes y corredores se encuentra el Paseo de las Palmeras en Balboa, el Parque Omar, el Causeway de Amador, la Cinta Costera —en alguna de sus tres fases—, las antiguas bases de Clayton y Albrook, y el Boulevard de Costa del Este.
Si por falta de tiempo o lejanía no pudiéramos acceder a alguna de ellas, buscaremos áreas peatonales o de escaso tráfico vehicular, preferiblemente de perfil no muy sinuoso, y que estén protegidas del sol. Lo ideal para un trotador que se inicia sería correr por grama baja regular o caminos de tierra estables para minimizar el impacto de nuestro cuerpo en el piso, pero lamentablemente hay pocas áreas que cumplan con esos estándares. Evita en lo posible correr por las aceras, no solo por subir y bajar bordillos, sino adicional por el peligro de tropezar con salientes como losas sueltas o tubos de metal.
EQUIPAMIENTO
Para ambas modalidades es preferible elegir fibras y tejidos técnicos que ayuden a eliminar el sudor, en vez de ropa de algodón que absorberá gran parte del mismo, se nos pegará al cuerpo, y favorecerá la aparición de rozaduras y ampollas. Sobre todo evita prendas de plástico e impermeables cerrados que no aumentarán el consumo de calorías y la pérdida de peso, sino solamente una mayor deshidratación y sensación de agobio.
En cuanto al calzado, el mismo deberá ser adecuado a nuestra talla y forma de pisada, tanto para asegurar un buen performance, como para disminuir el riesgo de molestias y lesiones.