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- 04/12/2010 01:00
Siempre he dicho que cuando una pareja está bien conectada sentimentalmente no hay por qué usar otras herramientas para llegar al tan deseado clímax sexual. Todo está en la mente de ambos protagonistas. Sin embargo, es saludable que algunas veces se sumen otros armónicos para que esa relación no disminuya, la mayor parte del tiempo debido a la rutina, al trabajo dentro y fuera de casa, la atención a los niños, y los agobios que produce el estrés diario.
Hacer uso de los juguetes sexuales también tiene que ver con la edad de la pareja. Las parejas jóvenes tienden a ser más flexibles y avenidos cuando de estímulos sexuales se habla. En este sentido me refiero a los que oscilan entre los 30 y llegando a los 40 años.
Sin embargo, cuando existe la amante o el amante, la situación cambia, porque con estas terceras personas la presión disminuye y aparece un sentimiento que tiene que ver con la falta de pudor y de deseo en que la llama del amor ha sido sustituida por una tercera persona que por las circunstancias se hace mucho más apetecible y complaciente.
Después de los 50, la pareja prefiere no recurrir a estas herramientas, el hombre razona sobre su capacidad sexual y la mujer se reconduce con fantasías sexuales de corte más romántico.
Cuando el uso es abuso y se crea dependencia, la persona puede convertirse en un adicto a los juguetes sexuales. También cuando el uso es exclusivo y no es capaz de mantener otro tipo de relaciones centrando su actividad sexual en estos objetos.
Esto sucede con las personas que no pueden relacionarse sexualmente con una pareja o pocas veces o nunca han experimentado un orgasmo y se desesperan y recurren a este tipo de material. En este caso, esta situación recae en las mujeres en un alto porcentaje. Esto trae como consecuencia sentimientos de frustración, negación y hasta de insatisfacción.
Hay que tener siempre claro que estos aparatos son un medio para aumentar las sensaciones eróticas o para salir de la rutina, pero nunca deben ser considerados como sustitutos de estímulos porque el placer solo te lo da las manos de un hombre o las de una mujer. Nada puede sustituir los mimos y las caricias de una mano que te quiere.