El personaje invisible de ‘Cien Años de Soledad’

Actualizado
  • 10/07/2012 02:00
Creado
  • 10/07/2012 02:00
PANAMÁ. ‘Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se...

PANAMÁ. ‘Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban en un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos’. Cien Años de Soledad, Gabriel García Márquez.

El tiempo ha pasado desde que el escritor se inspiró en su pueblo para escribir su novela cumbre, mas la sensación que se experimenta cuando se ingresa a la cuna del premio nobel 1982 de literatura es la de encontrarse con José Arcadio Buendía, en una esquina tratando de hallar la fórmula con la que se construirán las casas de hielo o de ver a Aureliano Buendía frente al pelotón de fusilamiento.

El corazón salta cuando las mariposas amarillas revolotean en medio del jardín de begonias de la casa donde vivió hasta los nueve años ‘Gabo’. ‘Ellas son como el espíritu del escritor moviéndose en medio de ese ambiente tan familiar para él’, dijo una de las guías de la Casa Museo de Gabriel García Márquez.

En Aracataca aún quedan testigos mudos de los mejores tiempos del escritor colombiano. De los días en que de la mano del coronel Nicolás Márquez iba en busca de una carta que le anunciará la jubilación del ejército, queda el correo. Y los rieles del tren amarillo que tantas desventuras, nostalgias y cambios traerían a Macondo, todavía permanece en uso.

Pero los recuerdos más íntimos son los de la casa de Aracataca. En aquella vivienda reconstruída por el gobierno se esconden las vivencias del niño, dice Daniel López, director del Museo. Allí está la oficina de su abuelo donde leyó sus primeros libros y donde también escuchó las historias sobre la Guerra Civil que vivía Colombia en 1902 y del florecimiento de una empresa norteamericana del banano.

En aquella ‘Casa Grande’ también escuchó las leyendas místicas y fantasmales de las mujeres de su familia. Aquellas que anidaron en la cabeza del niño dando paso al género literario del ‘realismo místico’, que catapultó a Márquez en ‘Cien Años de Soledad’, explicó Diana Nicoleta, profesora del departamento de literatura de la Universidad Nacional de Colombia.

EL CUARTO DEL OLVIDO

Adornado con un acordeón y baules se encuentra el cuarto que Úrsula, la abuela del escritor en la novela, mandó a construir para guardar los libros desechos por el polvo y la polilla. El misterio que rodeaba aquella habitación estimuló la imaginación del primer nieto de los Márquez y lo llevó a encontrarse con un ejemplar descolorido y sucio de ‘Las Mil y una Noche’, detalló López.

Además una escultura de ‘Rosario La Bella’ recuerda este emblemático personaje. ‘Un viaje a Aracataca es como estar leyendo un ejemplar de la novela’, dijo Verónica Tellez, una periodista de El Espectador de Colombia que le dio cobertura a la Ruta Quetzal 2012 del BBVA. Aunque el escritor colombiano dijo en su momento que ‘Macondo no es un lugar, sino un estado de ánimo que le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo cómo quiere’.

Aunque la realidad de Aracataca es muy distinta hoy a la que se imaginó quien se ha consagrado como uno de los escritores más importantes de habla hispana. Con 40 mil habitantes, predomina aquí el cultivo de palma de aceite y la ganadería. De aquella región floreciente por la producción y exportación del banano no queda nada. Es más, si no hubiese sido por la novela estaría en el olvido.

‘De la noche a la mañana, los abuelos estaban muertos, las termitas habían derrumbado la casa y el pueblo estaba en la miseria’, predijo el nobel en Vivir para contarla.

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