Una joya bordada con lujo y esplendor

Actualizado
  • 24/02/2009 01:00
Creado
  • 24/02/2009 01:00
PANAMÁ. Sin duda alguna, la pollera, nuestro traje típico, es uno de los más hermosos y costosos del mundo. Vestir este atuendo puede ...

PANAMÁ. Sin duda alguna, la pollera, nuestro traje típico, es uno de los más hermosos y costosos del mundo. Vestir este atuendo puede superar los 3 mil dólares. Y aunque sus orígenes son humildes y datan del siglo XVII, hoy es un lujo portarla, por lo que representa un orgullo y honor para las mujeres lucirla en una fecha como hoy. Se dice que cuando los inmigrantes españoles trajeron consigo sus esposas, éstas lucían este traje como parte de su vestimenta cotidiana.

La tradición y la cultura han ido cambiando y desde entonces la pollera ha evolucionado, sumando elementos que la enriquecen o, como dicen algunos estudiosos del folklore, alteran la autenticidad de un símbolo de nuestra nacionalidad.

La elaboración de la pollera es un arte. En los portales de San José de Las Tablas, se aprecia a las mujeres entregadas al oficio de bordar y hacer mundillos, que aportan el colorido y llevan la naturaleza al telar. Cada puntada es como una pincelada en un lienzo, el resultado final se complementa con joyería, tembleques, cintas y zapatos de raso en armonía con el color elegido. El proceso a mano lleva aproximadamente entre siete y nueve meses. Aunque la pollera es por si misma una joya, la realzan elementos y alhajas en oro y filigrana que con coquetería y elegancia portan las empolleradas. Literalmente se visten de oro de los pies a la cabeza. Peinetas en la cabeza, cadenas en el pecho, pulseras, pendientes, cadena chata y hebillas en el calzado, entre otras. De tal manera, que cualquiera siente la tentación del profesor Edgardo De León Madariaga de inclinarse reverente a saludarla por su majestad y belleza porque como en su “Exaltación a la pollera” dice es “femenina expresión de la patria que embellece y alegra todo”. Y que lo digan quienes para estas fiesta destacan su hermosura.

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