Vida y misterio de Jesús de Nazareth

Actualizado
  • 08/04/2009 02:00
Creado
  • 08/04/2009 02:00
A lgunos autores acentúan las motivaciones políticas de la muerte de Jesús. La expulsión de los mercaderes del templo puede ser uno de l...

A lgunos autores acentúan las motivaciones políticas de la muerte de Jesús. La expulsión de los mercaderes del templo puede ser uno de los detonantes de su muerte, tal como queda plasmado en el libro “Vida y misterio de Jesús de Nazareth” de José Luis Martín Descalzo.

Se evidenció el odio de los sacerdotes quienes no vacilan en matar a un inocente. El Mesías se manifiesta en contra de los servidores del dinero, quiere corregir los abusos que se han introducido en el templo como la comercialización de lo sagrado. Los verdaderos dueños del templo eran los ricos y poderosos, raza de víboras. Nada es más opuesto al fariseísmo que el sermón de las bienaventuranzas.

No podemos reducir la figura de Cristo a un guerrillero que llamaba a una revolución política y social. Fue juzgado y condenado por sedición por los fariseos y sacerdotes contra la autoridad política religiosa. El templo no era sólo lugar para plegaria. Ahí se guardaba un fabuloso tesoro público, tanto en metales preciosos como en sumas depositadas por los particulares del obligado tributo.

La aristocracia judía estaba en contra de Cristo, porque él siempre se mostraba del lado de los oprimidos. Combatía la falta de seriedad en la oración y el lucro de la comercialización de lo sagrado. Dijo: “no convirtáis la casa de oración en cueva de bandidos y ladrones o un mercado”. La enseñanza es clara: no se debe utilizar el nombre de Dios para esquilmar a los demás y enriquecerse.

Judas se obsesiona por el dinero: su avaricia, su envidia, sus celos lo llevó a la traición, a sabiendas que vendía a Dios. El trato con el dinero lo perdió. Se convirtió en ladrón. El misterio de Judas va más allá del problema de la avaricia y la codicia. Según él, Jesús era un hombre huraño y difícil.

El beso de Judas, la entrega de Dios, la indignidad humana, la miseria y la traición. Jesús iba hacia la muerte con plena conciencia. El Maestro con una tristeza infinita le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”

Ahora estaba completamente solo. Nadie movió un dedo por defender a Jesús. Fue liquidado por los poderosos, lo entregaron al poder imperialista romano para ejecutarlo políticamente. Pasa una sesión de tortura. Los intereses creados por los fariseos y sacerdotes fueron elementos determinantes.

La escena del Huerto de los Olivos es la más desconcertante y dramática del Nuevo Testamento, punto culminante en los sufrimientos espirituales de Cristo. Es la imagen de Dios acorralado por el miedo. Una deidad encarnada que tiembla, que trata de esquivar su tarea como un niño asustado en la noche. Cristo poseído por la tristeza, turbado, angustiado en su corazón vacilante, repitiendo infinitamente una plegaria. Comienza a sentirse triste y abatido: “Ahora mi alma se ha turbado. Padre sálvame de esta hora”. En su agonía mendiga compañía. El miedo fue redimido. Cristo aguanta y resiste los golpes, avanza hacia su destino: “Padre si es posible, pase de mí este cáliz, mas no se haga mi voluntad sino la tuya”.

En Getsemaní es abandonado por su Padre. Conoce su ausencia, el silencio de Dios que tanto nos aterra. Su victoria fue seguir contra toda esperanza y desamparo de su Padre en una infinita soledad, en medio del escalofrío de la oración.

La Pasión de Cristo es un resumen de la humanidad entera con todos sus vicios y virtudes. En Judas está el resentimiento, los celos, la avaricia. En Caifas la soberbia, el odio, el autoendiosamiento; en Pilato la cobardía, la estupidez, las medias posturas. En Herodes la frivolidad, la grandilocuencia, el cinismo. En la multitud, la violencia y los odios atávicos. La cruz era un tormento romano de crueldad y sentido político. Era la cima del arte de la tortura.

Al final, Cristo vence la muerte. Su resurrección ilumina el profundo sentido de redención y la visión de la eternidad.

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