Como ave en cautiverio

Actualizado
  • 30/08/2009 02:00
Creado
  • 30/08/2009 02:00
Empezaba otra semana de clases, una de las últimas antes de las vacaciones de verano. Ese lunes, como muchos otros de su corta vida, Jay...

Empezaba otra semana de clases, una de las últimas antes de las vacaciones de verano. Ese lunes, como muchos otros de su corta vida, Jaycee Lee Dugard tomó su mochila y salió de su hogar en South Lake Tahoe, California, rumbo a la parada del autobús escolar, mientras su padrastro, Carl Probyn, la seguía con la vista desde una de las ventanas de la casa.

Pero no fue un lunes como los demás. Jaycee Lee no sabía que ese 10 de junio de 1991 no regresaría a su casa. Minutos antes de que llegara el transporte de la escuela, dos personas, un hombre y una mujer, la subieron a un automóvil sedán gris, pese a los gritos, forcejeos y patadas de la pequeña de 11 años, cuyas fuerzas no fueron suficientes para impedir su secuestro.

Su padrastro, como relató 18 años más tarde, salió de inmediato a perseguir en bicicleta al vehículo, pero no pudo darle alcance. Desesperado, llamó a la policía y denunció el rapto, pero nunca pudieron dar ni con la niña ni con el automóvil. Desde entonces, la vida de Carl se convirtió en un infierno. Las autoridades no dieron crédito a su versión sobre los hechos, lo cual lo convirtió en el principal sospechoso del plagio, y poco después su matrimonio con la madre de Jaycee Lee colapsó y ella se mudó a Los Angeles.

Mientras Carl buscaba el apoyo de la policía, en el interior del vehículo usado para el secuestro, Phillip Garrido y Nancy Garrido, de 40 y 36 años respectivamente, trataban de impedir que la niña llamara la atención con sus gritos y se dirigían rápidamente a su casa situada en una zona suburbana de Antioch, a unos 275 kilómetros de South Lake Tahoo.

La niña fue recluida desde entonces en un espacio compuesto por dos carpas ocultas detrás de árboles y cercas, con algunas cobijas esparcidas por el suelo, una letrina y una ducha rudimentarias, del cual no saldría hasta 18 años después. Según la policía, el lugar estaba tan bien escondido que se podía pasear por el jardín sin descubrir dónde permanecía Jaycee Lee.

El secuestrador, Phillip Garrido, en ese entonces ya era un convicto, condenado por secuestro y violación, y había estado preso en Nevada en 1971. Según la descripción de sus vecinos, era un hombre extraño, que realizaba ceremonias religiosas en una carpa, aseguraba que “El Creador” le había conferido una habilidad para hablar en nombre de los ángeles y decía tener el poder para controlar el ruido con la mente. Afirmaba además que podía hablar con Dios a través de una caja.

Pero eso no era todo. Su fanatismo religioso también era compartido por su esposa Nancy, cómplice en el secuestro de Jaycee Lee, quien le obedecía ciegamente y sobre quien tenía una total influencia la cual, según Ron, hermano mayor de Phillip, recordaba la relación entre James Mason y sus seguidores.

A Ron y su padre Manuel, de 88 años, la conducta de Phillip no les sorprende, pues conocen su largo historial de abuso de drogas y desórdenes mentales. Cuando se enteró de la detención de su hijo, Manuel dijo que la policía lo estaba tratando como si fuera una persona en sus cabales, pero que en realidad estaba “fuera de sus casillas. Es un hombre enfermo”, explicó.

Las primeras declaraciones de Phillip a los medios resultaron desconcertantes. El hombre de 58 años y penetrantes ojos azules, aseguró, con una pasmosa tranquilidad, que en la medida en que se vayan conociendo los hechos “la gente quedará encantada” porque se trata de una “historia fuerte y conmovedora”. Dijo también sentirse aliviado por el desenlace “porque era un proceso que debía tener lugar”. "Esperen a escuchar lo que ocurrió en la casa. Es algo repugnante que me ocurrió al principio, pero cambié mi vida por completo", manifestó Garrido.

Los esposos Garrido podrían afrontar más de 20 cargos cada uno, por cargos múltiples que incluyen secuestro con intento de violación y agresiones sexuales. Además, Garrido afrontará cargos adicionales debido a su pasado criminal, que incluye condenas por violación y secuestro. Ambos sospechosos están detenidos bajo una fianza de un millón de dólares por su presunta implicación con el caso.

Jaycee Lee fue encontrada cuando su secuestrador junto a dos niñas intentaba ingresar a las instalaciones de la Universidad de California, en Berkeley, para distribuir panfletos con literatura religiosa y, según la policía, actuaba de manera sospechosa hacia las menores. Al interrogarle y revisar sus antecedentes descubrieron que se encontraba en libertad condicional e inmediatamente se le ordenó comparecer a una audiencia.

Un día después Garrido se presentó ante las autoridades con su esposa Nancy, una mujer que se identificó como “Allissa” y las dos niñas. Al interrogar a la supuesta “Allissa”, ésta confesó su verdadero nombre y denunció el plagio y las circunstancias en que vivió durante 18 años.

Jaycee Lee ya se reunió con su madre, con quien primero habló por teléfono y lloró durante media hora. Pese a que aún deben hacerse pruebas de ADN para confirmar que efectivamente se trata de la niña secuestrada el 10 de junio de 1991 cuando iba hacia la escuela, su madre está segura de que es su hija, porque pudo recordar cosas que solo ella sabía.

LA HISTORIA SE REPITE

La historia de Jaycee Lee ha puesto sobre el tapete otros impactantes casos de secuestro de menores como el del “Monstruo de Anstetten”, el austríaco Josef Fritzl de 73 años, que encerró a su hija Elizabeth en un sótano durante 24 años y tuvo 7 hijos con ella.

También son aterradores los casos de otra niña austríaca, Natasha Kampush, secuestrada durante 8 años por Wolfgang Pricopil y el de Elizabeth Smart, quien tras desaparecer en 2002 a los 15 años de edad, fue encontrada nueve meses más tarde acompañada de un fanático religioso y sus esposa, quienes supuestamente le habían lavado el cerebro.

En otro caso famoso, el de la niña británica Madeleine McCann desaparecida hace más de dos años en Algarve, Portugal, sus padres Kate y Gerry -- quienes aún no están libres de sospechas-- dijeron que esta noticia les trajo una nueva esperanza de encontrar a su pequeña con vida.

EL FUTURO

La vida de Jaycee Lee Dugard nunca volverá a ser la misma. La niña de 11 años, largo pelo rubio y ojos azules, es hoy una mujer de 29 años, madre de dos niñas de 15 y 11 años, nacidas en cautiverio y -según se ha dicho- hijas de su secuestrador.

Los 18 años que pasó aislada, alejada de su familia, de sus amigos, de su mundo, le han sido arrebatados para siempre. Las agresiones sexuales y el dolor del que probablemente fue víctima no podrán borrarse de su vida jamás.

Solo en Estados Unidos unos 60,000 niños son secuestrados cada año por extraños, mientras que alrededor de 200,000 lo son por familiares que intentan cambiar los derechos de custodia. Las autoridades, especialistas infantiles, líderes comunitarios, maestros y funcionarios policiales recomiendan enseñar a los niños a decir “no” y a confiar en sus instintos en una situación de peligro.

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