El dardo de la imagen

Actualizado
  • 27/10/2013 03:00
Creado
  • 27/10/2013 03:00
PALABRA. Sus primeros ejercicios de libertad no tuvieron que ver directamente con el arte. Eran los principios de los 60 y la familia de...

PALABRA. Sus primeros ejercicios de libertad no tuvieron que ver directamente con el arte. Eran los principios de los 60 y la familia del artista Guastavo Araújo estaba entre los pioneros que fundaron la playa Coronado. ‘Éramos apenas una docena de familias’ evoca Walo Araújo, hermano del fotógrafo Gustavo y curador de la muestra Exit, que se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) hasta diciembre

En aquellos remotos fines de semana playeros, los hermanos Araújo gozaban de enormes libertades. Eran tiempos de fogatas y exploraciones, de subirse al palo de mango para caerse casi de inmediato, de encontrarse con elementos sospechosos, temibles y hasta repugnantes en la orilla; de meterse al mar para experimentar las primeras sensaciones de inmensidad y miedo.

Pero seguramente mucho del arte de Gustavo comenzó a nacer entre las olas del Pacífico panameño, entre el abandono y el descubrimiento que le ofrecía el mar.

Dice Adrienne Samos, crítica de arte y curadora: ‘A Gustavo le apasionaba el surf. No se trataba solo de un deporte excitante para él. Arriba, montado en la gran ola gracias a una estratégica mezcla de control y entrega, se sentía plenamente libre. Abajo, tan próximo a la cavernosa inmensidad del mar alzado, lo sacudía la plena conciencia de su condición humana. Ese fulminante viaje marino condensaba la forma de vida que quiso llevar’.

LA SALIDA DEL ARTE

Con más de 100 piezas, ‘Exit’ recorre la producción artística de Gustavo de 1995 a 2008, año de su temprana e inesperada muerte. ‘Es la oportunidad de ver sus trabajos fotográficos tempranos, junto con sus obras más celebradas, así como sus exploraciones en el campo de la pintura durante los últimos años de su vida’, dice Walo Araújo.

‘Una vez elegidas las obras para la muestra, llegamos a la conclusión de que era más congruente con el espíritu del trabajo artístico de Gustavo que no se exhibieran en un orden cronológico estricto, de forma que pudieran establecerse nuevas conexiones entre ellas. Nos sorprendió ver cómo ese desacomodo de las piezas causaba el efecto paradójico de darles más sentido y permitir nuevas lecturas del corpus completo de su obra’, expone.

La muestra presenta también un conjunto de obras fotográficas agrupadas bajo el título ‘Mirada de mogo’, que ilustran la visión más antropológica del trabajo de Gustavo. Se incluyen ahí imágenes producidas alrededor del tiempo que duró la revista Mogo (2000-01) y se suman algunas fotografías hechas para el libro Panamix (2006).

Concebir esta exhibición implicó una minuciosa labor de investigación y búsqueda de la obra de Gustavo a través de sus archivos. Comenta Walo Araújo: ‘Ahí encontré muchas cosas interesantes, pero obviamente no pude incluir todo en la muestra por falta de espacio. Las obras iniciales de Gustavo, que datan de entre 1990 y 1996, no las ha visto casi nadie, ni siquiera los críticos de arte o el público más connoisseur. Para esta exhibición seleccioné unas pocas piezas de 1995 como referentes de esta etapa’.

Se trata de un cuerpo de obra que será recogido próximamente por la Fundación Arte y Cultura, en un libro que está siendo preparado por Mónica Kupfer. ‘Se dedica un capítulo entero a este cuerpo de obra que nos revela cómo algunos temas interesaron a Gustavo. Me pareció importante incluir en la muestra la serie ‘Tan cerca tan lejos’ (imágenes de 1997-98 capturadas por Gustavo en Nueva York mientras estudiaba fotografía), que fue presentada en 1999 en la galería del INAC en Las Bóvedas, pero que hoy pocos recuerdan’.

IMPACTO VISUAL

Si tuviéramos que elegir un año en la breve y vertiginosa carrera artística de Gustavo Araújo, este tendría que ser 2000, año de explosiva plenitud. No sólo inauguró con su hermano Walo y otros camaradas creativos la emblemática revista trimestral Mogo. Además ganó el primer premio de la V Bienal de Arte de Panamá con una gran valla de transparencias fotográficas titulada ‘Bocas’ y tres meses después ganó el primer premio de la II Bienal de Pintura del Istmo Centroamericano con una composición de fotos que mostraban al artista dormido en su cama, combinadas con imágenes de un molino de viento.

Ambos triunfos de Gustavo en las bienales panameña y centroamericana tuvieron una significación clave en la evolución de la escena artística local y regional. En ambas bienales se premiaba por primera vez un trabajo no pictórico.

Walo se muestra orgulloso del legado visual que dejó su hermano, a pesar de su muerte temprana. ‘El trabajo de Gustavo sirvió de aguijón para que se precipitara esa evolución que legitimaba -¡por fin!- la fotografía y otros medios. Para muchos artistas de su generación o más jóvenes que Gustavo, el cuerpo de obras que él realizó entre los años 2000 y 2003, tuvo un impacto decisivo en su evolución como artistas, no solo por la fuerza de sus trabajos sino, sobre todo, por su actitud ante el arte y la vida, que ejemplificaba una nueva manera de ser artista con la que los más jóvenes podían identificarse’, asevera.

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