San Miguel, la fe en tres pasos

Actualizado
  • 20/04/2014 02:00
Creado
  • 20/04/2014 02:00
La isla más grande y poblada del archipiélago de Las Perlas celebra a su manera la Semana Santa. 

La isla de San Miguel llama a sus hijos desplegados por todo Panamá el Jueves Santo. En pangas, ferry o avioneta hasta Contadora llegan los cientos de descendientes de los negros coloniales que se instalaron hace cientos de años en la no turística, pero familiar San Miguel. Caen en masa para celebrar la fe a su manera, la Semana Santa es la fecha más importante de la isla más grande del archipiélago de Las Perlas. Y la procesión del Viernes Santo la más importante y mística para los isleños.

‘Un año sin venir a mi pueblo’, dice Daneis de unos 22 años, mientras divisa desde la panga el pueblo de lomas empinadas y hermosas casas de colores.

En San Miguel todavía se disfruta del gusto de tener la puerta de la casa abierta todo el día y se sigue usando la cortina como puertas de las habitaciones.

‘Hay que caminar’ dice y baja con dificultad por el pedregal que deja la marea baja. Así llegan los taxistas de la isla. Niños y niñas de entre 7 y 13 años que con carretillas se pelean para cargar los bolsos de todo el que llega.

‘Son dos dólares por maleta tía’, le dice Michael de 9 años.

El trabajo duro es un elemento visible apenas se llega a la isla. Allí el esfuerzo de estar lejos de todo, se fusiona con la tranquilidad que la rodea. En el pueblo bañado por las aguas de donde se sacaron perlas exuberantes que adornaron la corona de Felipe II, la reina Isabel de Inglaterra y el cuello de Elizabeth Taylor; no hay un puerto, hasta para comprar hielo hay que ir a Panamá, ni hablar de terminar el colegio porque como solo existe la escuela hasta primer ciclo, las familias mandan donde abuelas o tías en la capital a los muchachos a estudiar.

‘Los que no tienen dónde y con qué mantener otra boca fuera de la isla no terminan la secundaria’, aseguró Edilma.

Allí el esfuerzo del día que comienza a las 5:00 a.m se calma con un chapuzón en el mar, una cerveza bien fría o un pescao frito con patacones.

VIERNES SANTO E IRMA, VIENE SAZONADA

Ella recorre la casa de un lado al otro, se ríe y habla con fuerza sin decir un solo insulto. Imponente, pela camarones, fríe pescao y vende verduras.

‘A eso le falta agua, que no quede muy concentrado porque les va a dar una vaina si se comen eso así’, da instrucciones mientras revuelven la sopa de langosta, ansiosos familiares y vecinos hacen fila esperando.

Y es que la sazón de Irma no es normal o al menos es exclusiva de la mano sanmigueleña. Su sopa de ostión o mazamorra de plátano con leche de coco son la sensación de quien llega a su casa, que se lleva el calor de sus comidas y su familia.

Ella es chispa en todo, por eso así, entre tema y tema habla de los problemas de la isla.

‘Aquí los muchachos no salen bien preparados, hay problemas de lento aprendizaje en algunos niños y los que hacen es pasarlos de grado o expulsarlos del colegio. Solo durante un año tuvimos una maestra especial para ellos. Mira la fecha en que estamos y todavía no hay maestra para los niños de tercer grado’, expresó indignada Irma.

En la noche, sentada en un banquito de madera fuera de su casa Irma reflexionó, ‘Yo creo que todos, ya sean pobres, ricos, lentos y de dónde sea tienen derecho a tener una buena educación. Es importante’.

Toño, el esposo de Irma se nos une a la conversación.

‘Aquí pasan cosas y todo queda en la nada, solo aparecemos en las noticias para relacionarnos con problemas de drogas, pero en las televisoras no hablan de lo que pasa en la isla Pedro González y San José’, dice Toño, que es marinero desde siempre.

‘En la isla Pedro González, quieren sacar a los pobladores y la empresa Zoniro no quieren pagar el precio de venta que ponen los campesinos’, explicó Toño.

Y agregó, ‘Elías Santimateo le dispararon al pisar la isla San José. Lo mató un vigilante llamado Otto. Se investigó y nadie fue preso’

Pedro Santimateo, primo de Elías así lo afirmó, ‘ George Novey se adueñó de toda la isla, ni bañarnos en la playa podemos’.

Así entre la falta de inversión del estado y el esfuerzo del trabajo duro los sanmigueleños mantienen su fe.

EL SANTO SE PONE PESADO

Pasado el calor del día, refresca la tarde, las puertas están abiertas de par en par y ya terminan de llenar de flores naturales y artificiales a San Juan, a María Magdalena, a la Virgen del Carmen y al Santo Sepulcro.

Sale la procesión en hombros de hombres y niños que al ritmo de tres pasos adelante y dos hacia atrás; pasean a fuerza de cantos su fe, sudando sus mejores galas. Se alejan de la vieja iglesia pintada de blanco que data de la época colonial

Son 14 paradas que hizo la procesión que comenzó a las 9 de la noche, subió y bajo las lomas del pueblo, alrededor de 24 hombres cargaban los santos. Es casi un baile, que nació por el sincretismo de las raíces africanas y el catolicismo.

‘Aquí nadie dice cómo hacemos nuestra procesión, la organizamos nosotros como nos da la gana’, explicó Roberto.

‘En los 50 mandaron a un cura español para acá y quiso dar ordenes de cómo hacer la procesión de viernes santo. El pueblo decidió que se iba. Lo amarraron y llevaron en un barco para Panamá. Lo dejamos en el arzobispado y le dijimos que en San Miguel la procesión se hace como el pueblo decida’, contó Moisés entre risas mientras seguía la procesión lentamente.

Lo que evidencia que la fe de los pobladores no es inquisitiva, ni siquiera hay sacerdote todos los días. Solo se lo llama para bautizar, casar o cuando fallece alguien.

Por eso es sorprendente que todos los sanmigueleños se movilicen por todo el pueblo en una procesión de fe que dura de 9 a 12 horas.

Siguiendo el Santo Sepulcro estaba Otilia Castañeda de 102 años, la habitante más vieja del pueblo. Nació en la isla y creció allí fumando tabaco para adentro, metiendo al santo todos los años en Semana Santa.

Pasando las 2 de la mañana el santo se pone pesado, pero aún no habían recorrido ni la mitad del pueblo y el canto es más fuerte, sigue el 1, 2,3 de baile y la devoción, los que pagan mandas cargan cruces, se visten de morado y agradecen los milagros. Los niños también cargan, es un orgullo para ellos.

Miles entre las estrechas calles de concreto del colorido pueblo caminan su fe, así San Miguel se debate entre la tradición y la vida moderna.

‘Se han perdido costumbres importantes, ya no se siembra arroz como antes. Los muchachos prefieren la vida fácil y el narcotráfico de alrededor amenaza a la isla’, contó Roberto, ex maestro en la isla.

Son las 6 de la mañana del Sábado de Gloria, el santo entró, los que no caminaron la procesión la vieron y cantaron desde los balcones de sus casas, pero ahora comienza la fiesta. El sábado y el domingo es de playa y música. La isla tendrá a sus hijos unidos hasta el domingo o lunes. Se despiden hasta la próxima Semana Santa o hasta que San Miguel Arcángel los convoque por su fiesta en septiembre.

A San Miguel siempre se vuelve.

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