La intervención de los ignorados

Actualizado
  • 25/11/2014 01:00
Creado
  • 25/11/2014 01:00
Los chicos mostraron sus frustaciones, alegrías e ilusiones al público, entre ellos estaban las dos figuras principales del país

Pasadas las 7:00 pm, del viernes 21 de noviembre, mientras que miles de panameños ocupaban los bares de la ciudad para hacerle honor al dios baco y otros seguían en el interminable ‘tranque’ para llegar a sus casas, unos 50 adolescentes de los barrios de El Chorrillo, San Miguel, Curundú, San Miguelito y San Joaquín se preparaban para su estreno teatral en el Parque Omar Torrijos, con la obra, ‘El Chacal’, de la mano del maestro cubano Huberto LLamas.

Unas cien personas esperaban curiosos para ver el trabajo que prepararon durante dos meses muchachos de 13 a 25 años de edad.

Entre nervios, risas y rodeados de agentes del SPI, los presentes vieron llegar al presidente Juan Carlos Varela junto a la primera dama, Lorena Castillo, quienes se acomodaron en los primeros puestos para disfrutar de la obra, mientras que el maestro LLamas los saludaba efusivamente: ‘Llegó el presidente más famoso y querido de Latinoamerica y la hermosa primera dama’.

‘Ellos son humildes, sencillos, recuerdo cuando caminaban por el malecón y cuando ellos y sus hijos se sentaban a comer en los lugares más humildes de La Habana’, anunciaba el maestro. Su voz se escuchaba en todo el domo del parque Omar Torrijos, mientras que gente que hacía ejercicio se paraba a ver lo que pasaba.

La música comenzó, la salsa que caracteriza a los barrios populares se hizo sentir gracias a la banda de música del SPI, mientras daba los primeros pasos en tarima ‘El Chacal’, un chico que volvía a su barrio después de haber estado preso. Su gente lo abrazaba, lo recibía con alegría. Su mamá se desmaya y comienza el drama:

‘Hijo, debes cambiar, alejarte de las malas amistades’, le dice su madre.

‘Chacal, los manes de allá abajo te están esperando, quieren venganza’, le habla en tono de cizaña un supuesto amigo.

Las tentaciones se hicieron personajes y reflejaban lo que viven miles de jóvenes en sus barrios.

LO QUE NADIE QUIERE VER

Quizás lo más interesante de la obra es que no reflejaba en su totalidad un panorama negativo de los barrios.

En el elenco estaba el personaje del maleante, la mujer que no quiere trabajar, pero también estaba el obrero trabajador, el muchacho que estudió y la lavandera.

Y todos acuerpados en un personaje principal: el abondono del gobierno, el abandono familiar o el abandono al que se lanzan algunos personajes.

La violencia contra la mujer no fue un tema ausente; se recreó la violación de una menor por dos jóvenes y la detención de ellos, mientras que la madre, en la piel de la actriz Rosa Lorenzo, reclamaba a sus hijos ¿por qué lo habían hecho?

‘No todos somos malos, queremos aconsejar a la gente del barrio para buscar la paz’, explicó Luis Gordón, quien creció en San Joaquín y estudió Relaciones Internacionales en la Universidad de Panamá.

‘Yo quiero salir adelante y sacar a mi familia de la pobreza. Hay que evitar que los ‘pelaitos’ anden en la chacalería y lo vean como una gracia’, contó Jaime Da Costa de 20 años, de Calidonia.

Ambos formaron parte del elenco de la obra, que se estará presentando en todos los barrios posibles. Al menos es la intención de los organizadores, quienes son apoyados por la Presidencia de la nación.

La puesta en escena terminó después de 1 hora 45 minutos al ritmo del tema ‘Vivir mi vida’ de Marc Anthony y simulando un camión de la mudanza enviado por el gobierno.

‘Parte de este cambio vendrá por parte del gobierno nacional, que ofrecerá viviendas dignas como los proyectos de Curundú, pero también tendrá que venir de ustedes para que la paz y la alegría vuelva definitivamente a los barrios panameños’, aseguró el mandatario, Juan Carlos Varela.

A su vez la Primera Dama, aseguró que ‘de aquí pueden salir médicos, arquitectos, ingenieros y por qué no, el presidente de Panamá. Ustedes pueden todo’, enfatizó.

La calurosa noche de aquel viernes de noviembre, cerraba con esperanzas, fe y alegría; las tres características más grandes de los barrios populares del istmo. Los niños allí presentes dieron fe de que no quieren morir como un chacal cualquiera.

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