El D.F., una ciudad de gigantes

Actualizado
  • 12/04/2015 02:00
Creado
  • 12/04/2015 02:00
Cada día 8.8 millones de personas se mueven por sus avenidas congestionadas por el eterno tráfico

En México DF hay mucho de donde y un poco de todo. Nunca terminarás de impresionarte. Mientras más caminas, más te asombras, y si decides extraviarte entre sus calles, iniciarás la aventura más fascinante de tu vida.

Hay arte por doquier. Moderno, contemporáneo, colonial y hasta prehispánico. La ciudad es un museo donde no se cobra entrada y los guías sobran. México, a pesar de su caos —que ya es rutina para los locales y atractivo para los visitantes— es una de las ciudades más ordenadas del continente.

Cada día entre sus calles se mueven 8.8 millones de personas. Sus rostros son amables, siempre dispuestos a darle la bienvenida a los forasteros. Perderse entre esos rostros son como un sedante para el pánico causado al aventurarse a explorar una de sus 12 líneas de metro. Cualquier intento de llegar a tiempo utilizando alguna de sus carreteras se verá frustrado por el tráfico.

El sistema del metro es tan inmenso que aunque te digan que están en el tren correcto, las dudas te acompañarán más allá del andén. En mi caso me siguieron acompañando hasta arribar a mi destino final, que en esta ocasión fue la estación de Chapultepec. ‘Es aquí’, expresa una anciana, mientras que el resto confirmaba que los aventureros no eran de México.

EL BOSQUE ENCANTADO

El camino a la entrada del Bosque de Chapultepec está repleto de quienes son la mejor y más bella postal de esta ciudad: su gente trabajadora. Muñecas de trapo, guitarras, telas… todo hecho a mano. El arte hacía de pulmón en esos pequeños quiosquitos coloridos que solo creerías que son reales en las famosas telenovelas de Televisa .

Un monumento gigante, dedicado a los niños héroes de la independencia, le da la bienvenida a los que entran al bosque por su primera de cuatro secciones. La majestuosidad de este altar a la patria construido por Ernesto Tamariz en honor a los que dieron su vida por defender el Castillo de Chapultepec en la invasión estadounidense de 1847 impacta la mirada de quienes nunca lo han visto en directo y revive el asombro de quienes visitan el sitio por segunda, tercera o enésima vez.

Seis pilastras gigantes de cuerpo blanco, difíciles de atisbar en una buena mañana de sol —sobre todo si no se cuenta con protección en los ojos— son adornadas por varios diseños ubicados en unos extremos superiores, de color negro, que semejan adornos florales. Éstos representan a los seis caídos de aquella batalla contra el ejército ‘gringo’.

Para hacer más patriótico el monumento, justo a la mitad de las seis pilastras una bandera de México ondea imponente —como en casi todos los sitios de México. A sus pies una mujer, que bien podría simbolizar a un mujer, carga entre sus brazos a uno de los caídos.

Detrás de este primer monumento, siguen otros más, que describen con simbolismos la historia de este país y enaltecen la importancia de todo lo que resguarda las 678 hectáreas de bosques.

LA HISTORIA QUE SE CUENTA SOLA

El plato fuerte de este recorrido está ubicado a 2 mil 375 metros sobre el nivel del mar. Es el cofre más importante de la ciudad de México: el Castillo de Chapultepec. que desde 1944 acoge la sede del Museo Nacional de Historia.

Cuatro salas narran por sí sola, en 53 secciones, la historia de todo un país. El recorrido es ordenado, ya que inicia desde la conquista española, pasando por la introducción de la religión católica en la cultura indígena durante el tiempo de los Borbones, y así poco a poco va evolucionando hasta la era constitucional.

Una sala exclusiva de murales pintados por artistas mexicanos entre los años 1933 y 1970 le da otra perspectiva a la historia mexicana. Son los pinceles de quienes la estudiaron...

El retablo de la independencia, el feudalismo porfirista y el retablo de la revolución de Juan O’Gorman son las tres principales ofertas de arte histórico que es contado con un toque de realismo mágico.

Desde el jardín del Castillo, en el área conocida como Alcázar se alcanza a ver la Avenida La Reforma, la más famosa de la ciudad. Con suerte y una buena vista se divisa el emblemático Ángel de la Independencia y uno que otro de los más de 70 monumentos instalados en esa avenida a solicitud de Porfirio Diaz.

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