El santeño que defendió la tradición

Actualizado
  • 29/11/2015 01:00
Creado
  • 29/11/2015 01:00
Con su cumpleaños noventa y uno a la vuelta de la esquina, Don Pablo ‘Pabín' Epifanio, rememora la vida de trabajo arduo  

Amanece en Las Tablas y el nonagenario toma el periódico. Se acomoda las gafas, instrumento que lo ha visto crecer y que haría de Pablo ‘Pabín' Epifanio un hombre cuando sus contemporáneos apenas despuntaban la pubertad.

A las ocho de la mañana ya está asentado en el Grano de Oro —la más reconocida joyería de prendas típicas en la región–, preguntando sobre cada detalle del negocio. Aunque ya hace cinco años que dejó la tienda al mando de sus hijos, para el santeño de ascendencia italiana la vida nunca ha estado desligada del trabajo.

Este viernes Pabín agregó una condecoración más a las decenas recibidas a lo largo de su trayectoria. Esta vez, la de Hijo Meritorio de Santo Domingo de Las Tablas, el pueblo que lo vio nacer y que este fin de semana celebró el aniversario de su fundación.

Pero la historia del empresario azuerense, discípulo del folclorista Manuel F. Zárate y defensor de las tradiciones panameñas, empieza a los cinco años, cuando desempeña como cajero en el negocio de su padre, Nicolás Epifanio.

UNA NIÑEZ TRUNCADA

Nicolás era un italiano de Matera, al sur de Italia, que llegó a Panamá en busca de una mejor vida. Sus primeras épocas en el trópico las sobrevivió como limpiabotas y limpiador de coches, hasta que se estableció en Los Santos, bajo recomendación de su padrastro Juan Contini, que tenía un negocio en El Sesteadero de Las Tablas. En Santo Domingo, contrajo nupcias con María de la Cruz Sánchez, mujer oriunda de ese pueblo que se dedicaba a la panadería.

Al poco tiempo del nacimiento de los tres hijos de la unión — Saverio, Pablo y Víctor— Epifanio contrajo malaria. Un doctor italiano que laboraba en Azuero le recomendó retornar al viejo mundo si deseaba sanar.

‘Cuando nos avisaron que mi papá regresaba [de Italia] , mi mamá nos mandó con una señora al puerto de Mensabé a recibirlo', evoca Pabín, recordando las lágrimas en el rostro de su abuela, Vita Basilli, que había acompañado a su hijo para hacer del istmo su nuevo hogar.

‘Nosotros estábamos descalzos y en camisón, porque mi mamá era muy pobre', elucida. ‘Creo que insultó a mi mamá en italiano y pidió que nos mudáramos'.

Así, a los cuatro años, Pabín se desligó del nido materno y ya a los cinco daba sus primeros pasos como comerciante en el negocio que su padre llevaba junto a su hermano, Manuel Contini.

‘Yo iba a la escuela, pero no me dejaban jugar nunca. Tenía que atender la tienda desde los cinco años', replica. De ese período adquirió la facilidad para los negocios y la disciplina para el trabajo, cualidades que su tío Contini le inculcó.

Pero la etapa familiar fue efímera para Pabín, al recibir la negativa de su padre que cambiaría el curso de su vida. A los catorce años ya el adolescente albergaba la ambición de estudiar medicina y abogacía en el exterior.

Al proponerle sus planes a Don Nicolás, este se negó alegando que su ya pobre visión se empeoraría —utilizaba lentes desde los seis años— y que su mejor alternativa yacía en encargarse de los negocios familiares.

‘Yo pensaba, el médico cura aunque esté ciego y el abogado también, porque puede darle el expediente a la secretaria para que se lo lea', expone el santeño.

EL ADULTO QUINCEAÑERO

Así, peleado con su padre, y decepcionado, se marcha de casa.

‘Yo hice algo que no hace cualquiera', relata. ‘¿Qué muchacho que está bien vestido se va de la casa a pasar hambre? Cogí dos camisas, dos pantalones y me fui'.

Ese primer día lloró mucho en el camino a Bajo Corral, población donde su padre tenía una tienda y era conocido. ‘La primera noche fui a donde un señor que conocía a mi padre y le pedí permiso para dormir en su granero, en una hamaca. No había llevado ni un centavo'.

Tras seis meses de ‘pasar hambre' se le ocurrió comprar huevos de gallina para revenderlos. Iba de casa en casa realizando las transacciones, hasta que ahorró lo suficiente para adquirir la tienda que su padre tenía en el poblado, a través de un intermediario.

UN JOYERO DE TRADICIÓN

Tras varios años en Bajo Corral, Pabín se trasladó hacia Guararé, donde estableció brevemente la joyería El Grano de Oro, pero poco tiempo después la mudó a Las Tablas, a un local próximo al negocio de su padre.

Fue allí donde conoció a su primera esposa, Sara Muñoz, con quien tuvo dos hijos, antes de enviudar tras ocho años de matrimonio.

Dos años después se casó con su actual esposa, Carmen Alicia ‘Licha' Herrera Cárdenas, con quien fue padre en dos ocasiones más.

En Las Tablas fue que adquirió renombre como orfebre de prendas típicas de la pollera, y desde donde desempeñó otras facetas de su vida, como las de comerciante y ganadero.

Don Pabín, en defensa de lo típico, es de los pocos orfebres que no ha cedido ante las tendencias modernas en el joyero de las empolleradas. Primero, nunca aceptó confeccionar joyas en material que no fuera oro. Segundo, siempre se negó a los diseños que no se apegaran a la tradición, aunque esto le costara un cliente o una venta.

Muchas de sus ventas las realizó viajando alrededor del país, visitando ferias provincianas y yendo de casa en casa. ‘Cuando empecé a ir a Chiriquí, hace 65 años, ni se sabía de eso [la pollera]', manifiesta Pabín. ‘Yo iba a todas las ferias y presentaba las joyas'.

Ya en 1998, con una trayectoria de décadas, Pabín decide donar la Medalla de Oro ‘Pablo Epifanio', a la portadora del mejor joyero en el Festival Nacional de la Pollera. Hasta en esto perdura la ética que le inculcó su tío Manuel Contini en su niñez, pues nadie de su familia califica para ganarse la medalla, hasta el tercer grado de consanguinidad.

LA FIESTA NUNCA EXPIRA

El 25 de enero de 2015, con motivo de sus noventa años, su familia organizó una fiesta que duró todo el día.

La celebración inició en la mañana con una murga, culecos y hasta carro cisterna. ‘Él se metió a los culecos y bailó con la murga', comenta Marisín. En la noche lo sorprendieron con un ‘ring' de boxeo afuera de su casa. ‘Le armamos dos peleas, una de mujeres y una de hombres, pero con presentadora y todo', cuenta su hija, sabiéndolo aficionado al deporte. ‘Él siempre ha sido muy fiestero' agrega. ‘Disfrutó, bailó y aguantó hasta el final'.

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ANÉCDOTA

Historia de un secuestro en Santiago

A sus 75 años, Pabín fue víctima de un secuestro en Veraguas. ‘Cuando salí del hotel, me agarraron entre cuatro y me tumbaron', relata. Los atacantes le enfundaron la cabeza, lo amarraron de pies y manos, le robaron las joyas y lo abandonaron en su propio auto cerca del río San Pablo. Entre los asaltantes había un asesino (que luego confesó). Aunque consideraron dispararle, en última instancia lo dieron por muerto, por la cantidad de golpes que le habían propinado y su avanzada edad. ‘Mi papá es una persona pasiva, no se desesperó y logró determinar el tipo de nudo que le habían hecho', explica su hija Marisín. Así, logró soltarse y caminar hasta el pueblo más cercano. A raíz del incidente tuvo que operarse la cabeza, pero apenas se recuperó volvió a trabajar, hasta cinco años atrás.

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PREMIOS

Algunos de los reconocimientos que ha recibido ‘Pabín'

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