La Estrella de Panamá, corresponsal de la Casa Blanca

Actualizado
  • 03/07/2016 02:00
Creado
  • 03/07/2016 02:00
El diario se integró a la delegación oficial de EE.UU. en la celebración del 240 aniversario de su independencia, con una de sus periodistas como ‘corresponsal temporal' 

‘Viene la ‘segunda dama' de Estados Unidos para celebrar el 4 de julio y asistir a la inauguración del Canal Ampliado. Te queremos en exclusiva el sábado. Serías como parte de la delegación', me adelantó Kevin O' Connor, agregado de prensa de la Embajada de Estados Unidos, sobre su oferta. ‘Tendrás que escribir para la delegación y luego, lo que quieras, para La Estrella de Panamá ', me explicó.

Mis editores, a pesar de tener en agenda otros intereses informativos con Estados Unidos (ha sido el país que ha cuestionado la legalidad de las operaciones comerciales del principal accionista de mi periódico), decidieron aceptar la propuesta.

Casa BlancaFoto oficial de Jill Biden

‘Es información y te coloca cerca de la fuente de la noticia que más queremos contar, qué va a pasar con nuestro periódico', me dijeron. Así, me fui a ‘seguirle los pasos', según la descripción diplomática, a Jill Biden, esposa de Joe Biden, vicepresidente de EE.UU., que encabezó la delegación en Panamá del país más poderoso del mundo.

En la delegación también estuvieron William R. Brownfield, secretario adjunto de la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley, el almirante Kurt W. Tidd, comandante del Comando Sur de EE.UU. y Mari Carmen Aponte, secretaria de estado adjunta para asuntos del hemisferio occidental. Los recibió John Feeley, el embajador en el país desde principios de este año.

Además de la ausencia del presidente de EE.UU., Barack Obama, se sintió la del expresidente estadounidense Jimmy Carter, quien junto al general Omar Torrijos Herrera firmara en 1977 los tratados de entrega del Canal de Panamá.

BUSCANDO A BIDEN

El recorrido desde el Hotel Riu hasta el Aeropuerto Internacional Panamá Pacífico –antigua base militar de los estadounidenses–, se iniciaría casi tres horas antes de la llegada de Biden, quien venía de una gira por Latinoamérica, pasando por Costa Rica, Perú y Argentina.

El chofer, un guía turístico panameño, recordaba con una sonrisa la ocasión en que le habían encomendado el traslado de los ‘agentes de Obama' durante la Cumbre de las Américas. Esta vez transportaba a unos cuantos miembros del equipo de la Delegación Presidencial estadounidense.

–Me gusta mucho este trabajo, por las personalidades que puedo conocer–, me confesaría en español, mientras en los asientos de atrás solo se conversaba en inglés.

Desde el último puesto exclamaron que el presidente Juan Carlos Varela había vuelto a confirmar vía WhatsApp su asistencia a la fiesta de independencia adelantada que organizaba la embajada esa noche, aprovechando la presencia de tantos líderes en el istmo.

Al cruzar sobre el Puente de las Américas me señalaron a mano izquierda el buque USS Oak Hill, en el que se llevaría a cabo la celebración.

–¿Por qué son grises los buques navieros?–, les pregunté.

–Consiguieron un muy buen precio en la pintura muchos años atrás y nunca la cambiaron–, bromeó uno del equipo.

Jill Biden es educadora, me diría ese mismo hombre minutos después. En otras ocasiones que le había tocado acompañarla, la había visto corrigiendo los trabajos de sus estudiantes en el camino de un compromiso a otro.

Yo había leído una anécdota similar en su biografía de ‘Wikipedia'. Jill Biden, la doctora en educación que enseña en los community colleges de Washington, D.C.

‘La primera ‘segunda dama' en mantener un trabajo remunerado, mientras que su marido es el vicepresidente', destacaría el sitio. Poco involucrada en la política, sus viajes diplomáticos internacionales frecuentemente giran en torno a la educación.

LLEGA LA ‘SEGUNDA DAMA'

Mientras se escondía el sol en Panamá Pacífico, se iban poniendo en su lugar los cadetes del SPI y los integrantes de la Banda Republicana. Bajo un techo lateral a la pista se posicionaban los periodistas y al otro lado, los ocho vehículos que acompañarían a la esposa de Joe Biden. El de su equipo de prensa sería el número siete. Allí viajaría yo.

Ed Grimaldo / La Estrella de PanamáLa "segunda dama" a su llegada a Panamá

Al tocar la pista su avión, automáticamente empezó a tocar la banda y se extendió una alfombra roja bajo la puerta de desembarque. Al pie de la escalera esperaba Roberto Zúñiga Brid, director general de protocolo y ceremonial del Estado. En sus manos, un ramillete de rosas y claveles. Se trataba de un obsequio por parte de la primera dama de Panamá.

La rubia petite , portando un sencillo vestido rosa con flores a la rodilla y sandalias negras de plataforma de corcho, tardó pocos minutos a la vista de todos, deteniéndose breves segundos a admirar a las mujeres empolleradas al final de la alfombra, antes de que sus agentes de seguridad la escoltaran a su Chevrolet 4x4, previamente inspeccionado por el SPI.

Mi primer trabajo para la Casa Blanca fue un reporte corto sobre los primeros minutos de la ‘segunda dama' en Panamá, desde que descendiera del avión hasta que fuera transportada al Puerto de Balboa.

Lo redacté rápidamente, como me habían solicitado, desde el asiento trasero de uno de los automóviles de su caravana y utilizando como referencia ejemplos de reportes anteriores que me facilitaron 24 horas antes. Al llegar a nuestro destino, ya se lo había enviado a James Gleeson, el director de comunicaciones de Jill Biden, para publicación inmediata en una plataforma pública de ‘pool reports', de la Casa Blanca.

Justo después, Biden se alojó en una carpa privada aledaña a la de la recepción inicial, en que se darían las palabras de bienvenida a la fiesta de independencia, saliendo solo para recibir a los mandatarios a medida que llegaban a la celebración.

Entre ellos, el expresidente Martin Torrijos, la vicepresidenta, Isabel de Saint Malo y el presidente Juan Carlos Varela, quien se disculpó por la ausencia de su esposa.

—Se quedó en casa con mi hijo, que lo acaban de operar—, se excusó en inglés.

UN ‘4TH OF JULY' PRECOZ

La carpa principal estaba colmada de invitados. Sofocaba el calor y la humedad de tantos cuerpos juntos bajo el mismo techo en una noche tropical, en las riberas del canal, donde se encontraba el acorazado USS Oak Hill. A mí me posicionaron junto a un agente de seguridad en donde nadie taparía mi visibilidad de la tarima.

—Esta es Leila, nuestra periodista adjunta—, le aclararon al agente los del equipo de Biden, para que no sospechara de mí.

—¿Y usted quién es?—, le pregunté yo a él.

—Soy del Servicio Secreto—, me contestó.

—Entonces ya no es un secreto—, le dije.

—Confío en que usted no le dirá a nadie—, me refutó.

Poco después, otra persona del equipo de Biden me pidió que me pasara hacia el otro lado de una cinta que separaba al espacio donde estaba la tarima de la multitud.

A las siete de la noche, tras entonar los himnos de ambos países, el embajador Feeley, el almirante Tidd, Biden y el presidente Varela se dirigieron a los invitados.

Biden destacó la importancia de agradecer a los militares que protegen las libertades del país norteamericano.

Luego elogió los esfuerzos de las naciones latinoamericanas que había visitado antes de Panamá, por tratar de mejorar las condiciones educativas de sus mujeres y niñas. Para concluir expresó el honor que sentía por encabezar la Delegación Presidencial al día siguiente, durante la inauguración del Canal Ampliado.

La ‘segunda dama', más interesada en interactuar frente a frente que en hablar en público, se desplazó poco después hasta el buque donde se llevaría a cabo la fiesta esa noche, fuera del cual la esperaban aproximadamente cuarenta marinos.

Tras las fotos oficiales que le tomara su equipo de prensa junto a ellos, Biden dedicó varios minutos a conversar individualmente con distintos miembros de la tripulación y a los ‘selfies'.

No estaba entre sus planes subir al barco para celebrar por adelantado los 240 años de su país ese sábado en la noche. Le esperaba un domingo largo como la representante de Obama.

Antes de que la educadora se despidiera de los marinos, ya me estaban dirigiendo de regreso al vehículo siete. Debíamos estar listos para arrancar en cuanto ella se subiera a su automóvil.

Menos de tres horas desde que diera sus primeros pasos sobre tierra istmeña, la esposa del vicepresidente estadounidense ya había cumplido con sus compromisos oficiales iniciales y descansaba en su habitación.

Yo con seis horas de jornada, me dirigía a casa a completar mi reporte final para la Casa Blanca.

No pude decirle que como panameña-estadounidense tendría que buscar otro trabajo en unos meses, así como 30 de mis compañeros han tenido que hacer en el último mes, si la sanción contra nuestro periódico no se levantara de manera definitiva.

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