Mario Calvit: ‘A la sociedad le hace falta educación para reconocer el arte'

Actualizado
  • 01/07/2018 02:01
Creado
  • 01/07/2018 02:01
El pintor Mario Calvit habla de sus comienzos, hace referencia a la carencia cultural del país y promete continuar en el oficio

Mario Calvit (Nicaragua, 1933) espera plácido, en una silla a que una pregunta le invoque el recuerdo de su trayectoria. Viste camisa de lino celeste y bermudas caqui, una estampa informal que trasmite cercanía y familiaridad. Tiene una voz fina y frágil, desgastada por los años pero adiestrada en el oficio. Le pesan sus palabras pero su congruencia conduce cada sentencia en sus frases. ‘La pintura es como un concierto musical, hay que saber interpretarla', dice. El pintor, uno de los contemporáneos más reconocidos en el país, renuncia a perder el vigor que le asoma y, junto a su esposa Silvia de Calvit, charla de la ‘espectacularidad' en sus obras. Lleva más de seis décadas dándole a la pintura un sentido y este martes expondrá sus creaciones en el TBWA, edificio Midtown piso 17. Será algo mucho mas allá del lienzo y del barniz.

‘De la figura humana me gusta destacar el movimiento corporal. Es lo que demuestra que el individuo se armoniza con su contexto'

MARIO CALVIT

ARTISTA PLÁSTICO

A Calvit la inspiración le asalta en forma de humano, generalmente. Descubre el vaivén del ser, lo plasma y lo descompone. ‘De la figura humana me gusta destacar el movimiento corporal. Es lo que demuestra que el individuo se armoniza con su contexto. Es como un ritmo que sigue por medio de su comportamiento', apostilla. Y con especial atención explora el meneo femenino que, según Calvit, es acompañado por ‘cierta musicalidad' innata. ‘Me produce un gran deleite ver que la persona acompasa su cuerpo con ese balanceo que le produce el medio ambiente', agrega. Lo mismo plasma un día la silueta de un sujeto con un corcel, que una montaña verdosa y un mar sereno con tonalidades llamativas y armónicas. ‘Mira al frente. Puedes ver el arlequín conversando con el caballo. A su lado, otra pintura: un paisaje. Así trabajé en mi vida. En estos dos temas, paralelamente' cuenta.

Al pintor le invade la nostalgia y recuerda la influencia de sus colegas en el oficio. Evoca esas épocas de oro, esas tertulias irrepetibles y esas anécdotas que marcaron su vida. En sus palabras se asoma el reconocimiento al ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, al peruano Víctor Delfín, a su compatriota Manuel Chong Neto, Guillermo Trujillo y, con especial cariño, a Alfredo Sinclair. ‘Uno de los maestros que nos enseñó fue Alfredo. Él llegó de Argentina usando una técnica muy depurada: el óleo a pincel. Con él aprendí recursos técnicos innovadores. Él impregnaba el lienzo con vidrio molido. Lo esparcía en la superficie y esto daba al lienzo luminosidad y brillo. También descubrió que el uso de la cola blanca, al secarse se transparentaba y daba un valor diferente al acabado. Alfredo y yo fuimos muy amigos. Cuando se habla de pintura local, hay que mencionar a Alfredo Sinclair porque fue un artista innovador'.

Pero a pesar de su empatía con Sinclair, Calvit decidió transitar hacia otro camino. ‘Yo me separé un poco de la influencia de Alfredo y del maestro Chong Neto porque me di cuenta que podía usar en mi trabajo, el acrílico. Logré cierta diferenciación usando aserrín o arena, impregnado de goma blanca. Todo esto lo hice para conseguir textura. Sin duda, caminé un poco diferente a estos maestros usando colores novedosos, tonos muy propios de mis combinaciones personales. Así mi trabajo adquirió cierta notoriedad personal. Muy definida como la obra de Calvit', matiza, con una sonrisa pícara.

El hombre, que si no hubiese sido pintor fuese músico, no se conformó con los pinceles, la brocha o la espátula. Calvit imprimió en su trabajo tanta creatividad que decidió dirigirla al ensamblado, martillado y al metal. ‘Si tuviese que elegir entre la escultura y la pintura, escogería ambos', destaca.

Reconoce que en Panamá se ha avanzado en cuanto al arte, pero también que falta mucho para que esté al alcance de todos.

‘A la sociedad le hace falta educación para reconocer el arte', recalca. Subraya también que, al día de hoy, algunos pintores que comienzan en la selva artística carecen de ‘mística' y capacidad creativa, razón por la que no llegan a ser reconocidos. ‘Sí hay compañeros que se toman muy en serio el oficio, Brooke Alfaro y Eduardo Navarro, por ejemplo. También el fallecido Raúl Vázquez que se nos fue muy pronto', especifica.

Firme defensor de su oficio y renuente a divorciarse de su pincel afirma que seguirá transmitiendo la calidad humana y la belleza de la naturaleza. Calvit descompone la vida en cada pincelada. Pinta con música, generalmente con sinfonías de Beethoven o Gustav Mahler. Promete seguir, no pretende claudicar. Ni su edad, ni su condición física lo hacen doblegar. Aunque pinte sentado, forma que le desagrada un poco, continuará creando. ‘Seguiré trabajando como lo he venido haciendo. Ya estoy mentalizado con lo que haré en el futuro. Tengo esquematizado la forma de conducirme y la forma de llevar mi inspiración al lienzo'.

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