Los misterios de la Escuela Normal de Santiago

Actualizado
  • 15/11/2018 01:00
Creado
  • 15/11/2018 01:00
Las decoraciones del vestíbulo

Cada vez que regreso a Santiago, me apresuro a visitar la Escuela Normal y ahí parado, en el centro de su bellísimo vestíbulo, en silencio, frente al impactante efecto que producen sus decoraciones, empiezo a recordar las tertulias y conversaciones sostenidas con ancianos constructores de esta empresa, de paisanos y familiares que vieron surgir esta magna construcción, las curiosidades surgidas en sus relatos, dudas que siempre me han estimulado en el estudio interpretativo de esta maravillosa obra de valor universal.

Al expresar a los demás estas dudas, me doy cuenta de que estas son desconocidas, no tienen memoria divulgativa y son parte de esas herencias dejadas como póstumas para que sean metas de profundas investigaciones... y es aquí donde creo que encajan parte de mis estudios, de los escritos que, a manera de reflexiones, aquí expongo.

‘Entras al vestíbulo y frente a ti, a tu mano izquierda, en la losa que contiene la alegoría a la Agricultura, encontrarás una respuesta', así me sugería Manuel Fernández Sánchez, originario de Orense España (pedrero cincelador), que ejerció sus oficios en el vestíbulo de la Normal. Era el año de 1976, y yo me había dedicado a la investigación de las decoraciones del vestíbulo, así que registré de él y de otros paisanos españoles e italianos, estas misteriosas curiosidades.

Lo sorprendente de esta ‘pista indicativa' era que Francisco Caliccio (piedrero cincelador) originario de Palermo, Italia, residente en Santiago, me había, ya, hablado de esta misteriosa losa, indicándome su versión muy personal, y que, paradójicamente, nos sirve como llave de apertura a la interpretación de esta maravillosa obra llena de mensajes dejados por el gran escultor que proyectó este increíble monumento.

La losa en cuestión es la siguiente: entrando al vestíbulo se encuentra, a la mano izquierda, subiendo la escalera, representados en bajo relieve, un buey y arado, que forman el conjunto llamado ‘Alegoría a la Agricultura'. Sobre esta alegoría, hay una losa decorativa que contiene un águila estilizada que lleva en el centro un pequeño y curioso escudo representando algunos iconos descriptivos. Está claro que la losa contiene una interpretación que no podemos considerar casual o simplemente decorativa.

Es una típica losa heráldica muy usada en las construcciones neoclásicas de los años 1800 que servían como contenido de mensajes donde exaltar al autor al propietario de la obra y, muchas veces, de mensajes ideológicos y de enunciados de sectas ocultas.

Luego de múltiples investigaciones encontramos los elementos donde poder colocar las bases para interpretar este primer mensaje misterioso. Este emblema es el escudo de la ciudad de Salamanca, España. Entonces, surge la interrogante del por qué y cuál es la razón para hacer alusión a esta ciudad.

Antonio Rodríguez del Villar, autor de esta obra, nació en Madrid, de allí regresó a Sevilla –donde residían permanentemente sus padres– y luego, a los once años, volvió a Madrid. Después de varios viajes alrededor del mundo, aproximadamente en el año 1937, estuvo investigando en uno de sus viajes-estudio y con su carpeta de proyectos fue invitado a presentar un bosquejo para el frontis y el vestíbulo de la Escuela Normal de Santiago.

Es importante recordar que Don Antonio nunca firmó sus obras, dejando solo laberintos llenos de claves, que como pasajes únicos y bien delineados, dan luz al atento estudioso que esté dotado de preparación y conocimientos para la plena comprensión de su obra.

Es el Colegio de Calatrava de Salamanca, antiguo seminario, el que por su valor histórico y lo que representaba para el catolicismo conservador de aquel entonces, el filtro a través del cual Rodríguez del Villar depura ciertos elementos decorativos y representativos en su obra santiagueña. Lo notamos en la representación de la Moderna Educación Humanista de aquellos personajes escogidos, que bien muestran las profundas motivaciones ideológicas de Don Antonio, cuyas imágenes quedaron esculpidas en las columnas del vestíbulo de la Normal: Melchor de Jovellanos, Ramón de Campoamor, el alemán Herbert Juan Federico, la fuerte disciplina y vocación musical de Wagner y Beethoven, terminando con Bécquer y Bolívar.

Estas personalidades nos representan la certeza y la guía para intentar descifrar dichos mensajes. Toda una simbología representativa que ayuda a comprender la mentalidad artística y las profundas incitaciones ideológicas del confuso momento histórico por el cual pasaba Antonio Rodríguez del Villar y las intensas tensiones entre el pensamiento liberal y conservador español. Lo sorprendente es que toma como referencia, para la producción del frontis de la Normal, la fachada del edificio del Colegio de Calatrava; haciendo suyas las sugerencias artísticas que se observan a través de sus líneas esenciales, en la disposición de los elementos de composición del esquema arquitectónico y en la composición estilística, innegablemente semejantes al frontis de la Escuela de Salamanca.

Del Villar toma la esencia paradojal de esa desnuda arquitectura para componer su ambicioso proyecto decorativo, fuerte mensaje de la noble Alma Mater, y no solo alude a la ciudad de Salamanca, que se nos muestra a manera de un gran laberinto donde encontrar respuestas.

Tomado de ‘El Escorial de América, los misterios de las decoraciones de la obra veragüense

ESCUDO DE SALAMANCA

Salamanca fue repoblada y reedificada en 1102, en el altozano junto al viejo puente romano, por Raimundo de Borgoña, poderoso señor feudal al servicio del rey de León, Alfonso IX. De ahí las barras del escudo. Este símbolo figura el esculpido a la entrada del puente romano.

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