Roosevelt Díaz Arosemena: caminar sobre líneas blancas y reglas rectas

Actualizado
  • 18/03/2019 01:00
Creado
  • 18/03/2019 01:00
Una nueva mirada interpretativa de las Bellas Artes en Panamá

Pintar en el suelo una línea blanca o hacer caminar a una persona sobre esa línea resultaría una tarea fácil de la cual todos saldríamos satisfechos al cumplirlo, pues al parecer, así funcionan las cosas simples de nuestro cotidiano vivir.

En nuestros acaeceres, tal vez hemos encontrado personas que inconscientemente o, peor aun, conscientemente, burlan la lógica común, para esquivar la trayectoria de la línea recta —una diabólica decisión— que nos desorienta porque nos alejan de la ordenada ‘responsabilidad común'.

Las reglas son gestos repetitivos a los cuales todos estamos sometidos, que nos dan la serenidad para poder convivir tranquilamente en sociedad… pero muchas veces, la excepción a la regla tiende a impresionarnos por ser un salto en el vacío que todos queremos evitar.

En esta tercera entrega, nuestra mirada la dirigimos a un pintor que ha sabido ‘driblar' adversidades; poseedor de una capacidad productiva inusual, que nos permitirá alumbrar la tenacidad necesaria para sobrevivir en los difíciles menesteres de la pintura panameña.

Este lunes, nos acompaña el pintor de la región de Azuero, Roosevelt Díaz Arosemena.

ROOSEVELT, EL SOL CHITREANO EN LA ESPALDA DE LA PENÍNSULA DE AZUERO

Fue el movimiento de la Escuela de Azuero que le enseña la magia para poder pintar junto al grupo de pintores capitaneados por ‘Raulito' (Vásquez Sáez) cuando construían sus pasiones y las ‘Acciones de Arte' en Paso Ancho, las playas del Rompío y en las montañas entre Pedregal y el poblado de Parita.

La voz del pintor

Nació en Panamá en 1963. Estudió en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Panamá y se tituló de Técnico en Artes Plásticas en la Universidad de Chitré.

Entre sus exposiciones individuales figuran las realizadas en: Galería Arteconsul, Panamá (1990); Mvsevm Galería de Arte, Panamá (1993, 1994, 1995 y 1998); Nouveau Centro de Arte, Santo Domingo (1995); Museo de Arte Contemporáneo, Panamá (1995 y 2001), e Instituto Nacional de Cultura, Panamá (1999).

Ha participado en las siguientes colectivas: Arte Pictórico, Museo de Arte Contemporáneo, Panamá (1994 y 1996); V Bienal Internacional de Pintura, Cuenca (1997); I Bienal de Arte de Centro América, Guatemala (1998), y 100 años de pintura panameña, Museo de Arte Contemporáneo, Panamá (1999).

Fue reconocido con el Primer Premio, II Bienal Nacional de Arte Pictórico, Museo de Arte Contemporáneo, Panamá (1996).

Ahí las acciones ‘performáticas' a través de la utilización de productos vegetales, de los objetos recogidos de la naturaleza hacían crecer titánicas ideas que tomaban forma para una nueva visión interpretativa del arte indigenista de Rufino Tamayo.

La potente visión artística mejicana venía alimentada por una angulación diferente; ese pequeño grupo de jóvenes pintores elaboraban obras pictóricas que buscaban acercarse a la idiosincrasia del suelo azuerense.

Con ese grupo de jóvenes, crecía artísticamente Roosevelt Díaz. Ellos supieron inventar una manera propia de concebir la pintura en territorio istmeño, como también supieron divorciarse con maduros cambios.

El sol que derrite la tierra ancestral tenía morada en el corazón de R. Díaz Arosemena; sus pinturas eran leídas (para ese entonces) como un telúrico canto antiguo, donde vivían chamanes y voces procedentes de otras latitudes. El rito, lo místico, lo cósmico, alimentaba los pinceles de Roosevelt y el color era su primaria preocupación.

‘ROOSEVELT, EL GRITO RABIOSO CONTRA EL BOCETO'

En mis tertulias con este excelente personaje chitreano siempre tengo presente que estoy frente a un pintor que cuenta con uno de los récords más deseados por un artista vivo: Estar presente con su obra, en cada hogar de la familia panameña. No existe casa a la que visite, en la que falte una obra de R. Díaz. Por eso me interesó preguntarle sobre el proceso usado para realizar sus obras, para que entremos en la profunda intimidad con la cual R. Díaz realiza sus obras.

Preparar un boceto preparatorio no es su costumbre; es más, ‘chifea' siempre la pregunta, con voz ronca y mirada evasiva… como quien busca aprobación en el vacío. Me dice: ‘Voy por intuición, no sé lo que voy a hacer, por eso inicio manchando mis telas; lo único que pienso es en el color que estoy estudiando en ese momento, por ejemplo, el azul… hay muchísimas variantes del azul y yo me dejo llevar por la sensación que me da el color', y no aclarar si hay un momento de preparación para la obra.

Su trabajo no puede ser meditado con actos ‘a priori', porque pierde la fuerza necesaria para su realización, el proceso consiste en conectarse al ejercicio intuitivo del momento, que no es improvisación, mas bien sublimizar el acto pictórico al presente emocional.

Tal condición se debe sostener con un maduro control porque, de no ser así, fácilmente se llegan a tocar los extremos más obscuros de la íntima personalidad; y de esas zonas grises han nacido excepcionales obras maestras, fruto de la inspiración febril o incontrolada de muchos artistas.

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