La angustia de un presente incierto en la cultura del individuo

Actualizado
  • 04/05/2020 00:00
Creado
  • 04/05/2020 00:00
En estos tiempos, más que nunca, se debe admitir que la masificación de la cultura es un acto que beneficia la participación de la colectividad. Es ahí donde encaja la calidad didáctica que viene inyectada a través de la excelencia educativa en beneficio individual y colectivo

Cuán tirano es el tiempo, que los espacios resultan pequeños para que logremos desarrollar a plenitud nuestro pensamiento sobre los mecanismos que sostienen la cultura; una ardua tarea que tratamos de superar cada lunes, gracias a la gentil paciencia de nuestros lectores y el consentimiento de Café Estrella.

Un hombre admira una obra del pintor Ureña Ramos.

En el anterior artículo, tocando el tema sobre el pensamiento contemporáneo, trataba de explicar las desarticuladas opiniones que interrogan la hegemonía del pensamiento único, con las intenciones de autocuestionarse con severidad, para proyectar con nuevas críticas las propuestas de una sociedad que busca puntos de referencia claros, tratando de simplificar lo que se entiende por cultura y los procesos que en torno a ella son primordiales.

También intenté fotografiar el momento actual de masificación de la cultura como fruto del proceso histórico, donde el proceso de cultura se encuentra separado del proceso de la excelencia educativa, que espera nuevas indicaciones.

Entonces, voy a desarrollar el tercer tema: La angustia de un presente incierto. La mejor manera que usted pueda sentirlo, es acompañándome a través de un lindo relato, donde expongo con simplicidad la centralidad de estos contenidos, sobre lo que entendemos como el proceso cultural y el mecanismo de excelencia educativa.

La angustia de un presente incierto

Cenando en casa, mi hijo Patrick se dirige a su madre y le hace la siguiente pregunta: Mamá, ¿qué hay después de la muerte? La sorpresa fue unísona y preguntamos el porqué de esa pregunta. Sin esperar respuesta, siguió el cuestionario del niño: ¿Uno va a otra vida?, ¿existe otro mundo? ¿Una luz nos va a conducir por un túnel hacia un desconocido lugar?

Patricia, que tiene por ley educar sin imponer, le da con serenidad la versión de la fe y del cumplimiento en la Tierra, en plenitud, con una vida justa y honrada su pasaje por esta vida. Entonces, Patrick me mira y me indica con la cabeza y gestos curiosos “¿a ver, dame tu opinión?

Sabía que su pregunta era sobre la muerte, enigma sobre el que todos en algún momento –o momentos– hemos meditado. Preguntas existenciales que hacen parte de un sinfín de interrogaciones que han preocupado la racionalidad de la humanidad.

No sabía el motivo (a tan corta edad – 13 años) de tan importante pregunta; tal vez fruto del periodo de incertidumbres por el que todas las familias panameñas estamos pasando, pero traté de contestar explicándole que “el hombre ha tratado siempre de dar una respuesta a todos los misterios de la vida” y que: “esa manera de interrogarse, ha sido el eje de la evolución del pensamiento racional del hombre, llevándonos a un desarrollo inimaginable en todos los campos de nuestra vida”. Le recordé que, en nuestras tierras americanas, en tiempos de los cacicados, sucedieron cosas inaceptables: damiselas indígenas sacrificadas en rituales para agradecer a los dioses, para atraer las lluvias o abundantes cosechas... pero que es necesario entender que, en la manera de concebir su realidad, ellos consideraban justo ese actuar debido a que, en el bien o el mal, era la respuesta a un fenómeno incomprensible para sus conocimientos.

Entonces le pregunté a Patrick, ¿sabes por qué llueve? Y él me explicó el ciclo del agua (bien aprendido de su escuela).

Traté de que comprendiera que, dentro de esa cultura indígena, esas malas prácticas eran respuestas a los misterios de la naturaleza, respuestas que son equivocadas frente a la compresión de ciertos misterios. Y que es por eso la necesidad de apoderarse siempre de un pensamiento crítico y de alimentar sus presentes interrogaciones con informaciones de calidad humana, para saber aceptar aquellas respuestas que nos den una razón armoniosa frente a los misterios de la vida.

Así seguimos en una serie de ejemplos, como la concepción de la muerte en la cultura griega, las bases del Corán acerca de la muerte... hasta llegar a Dante y su concepción ptolemaica registrada en la Divina Comedia (1307) con una infinidad de ejemplos en su fantástico viaje apocalíptico.

Todo esto para remarcar lo siguiente: Cada individuo es alimentado por los conocimientos que lo circundan, el conjunto de nociones, de vivencias adquiridas y participadas; ellos son los pernios que construyen su cultura personal y de allí la colocación de su participación en la colectividad. Somos personas que reflejamos el mundo que nos ha educado.

A su vez, también cuando hablamos de cultura, estamos refiriéndonos a esos conjuntos de conocimientos aportados por la participación de las experiencias de cada uno de los individuos que componen una sociedad... que a su vez crean los comportamientos generalizados que caracterizan a cada entorno social.

La pregunta de Patrick: ¿Qué sucede después de la muerte?, nace por esas intuiciones creativas que la mayoría de los niños panameños poseen, y es la calidad de las respuestas, las que construyen su percepción crítica y racional del mundo que lo sustenta. Construyendo su cultura individual.

Es claro entonces que debemos admitir que la masificación de la cultura es un acto que beneficia la participación de la colectividad –lo contrario sería incorrecto–. Son las respuestas adecuadas, con fundamentos, con valores, con criterios, las que forman una buena cultura individual. Es ahí donde encaja la calidad didáctica que viene inyectada a través de la excelencia educativa en beneficio individual y colectivo.

La excelencia educativa es uno de los engranajes primordiales dentro del proceso cultural –no es el único–, pues es el conjunto de acciones que crea un proceso formativo que estimula una visión alta de la sociedad que entendemos crear.

Queriendo enfatizar que, en cualquier proceso de masificación de la cultura, esta debe contener un alto grado de preparación intelectual para que se logren sus objetivos, siendo ese el cimiento donde colocar cada política cultural.

Empecé este artículo hablando del pensamiento contemporáneo, explicando que el pernio central de nuestro desarrollo intelectual se caracteriza por una desarmonizada concepción del mundo que nos ha llevado a que, parte de nuestros mejores exponentes, abracen un “relativismo cultural” y al “populismo cultural”, interesante tema que iremos desmenuzando poco a poco. Temas que encuentran cabida en un delicado momento de general dificultad colectiva.

El proceso intelectual abarca confines inesperados, con la urgente necesidad de dotar a la mayoría de individuos que componen nuestra actual sociedad, con el justo razonamiento critico; para comprender los enfrentamientos y las trasformaciones a las que la presente modernidad nos está sometiendo.

Quedo a peso, para la próxima entrega seguiremos desarrollando, bajo distintos ángulos, los puntos que nos han quedado pendientes (por motivos de espacio): la emergencia de un presente perpetuo y la desesperación del presente (redes sociales, propiedades intelectuales, privacidad personal). Agradezco siempre la atención de nuestros lectores y su interés en comprender la voluntad que hay tras estos textos, por activar la curiosidad personal hacia temas importantes que son parte de nuestra alimentación intelectual.

Buena cuarentena para todos.

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