• 27/09/2020 00:00

Víbora envidiosa

La gente cambia de idea como de panty, siempre y cuando el nuevo panty sea de encaje, no les cuesta botar al tinaco los viejos blúmers de abuela y lucir regios
Dedicado a S. Rangel

“Tu (sic) eres una envidiosa, toda la porquería que escribiste (...) se llama envidia contra el gobierno (sic) y molesta xq (sic) nombraron a varias artistas y a ti no, x (sic) eso te volviste una víbora, si yo fuera presidente te meto presa por calumniadora” (sic)

No, no se crean que traigo a colación esta belleza de mensaje que me mandaron la semana pasada para darle relevancia al o a la descerebrada que me lo mandó, o para quejarme, o para clamar asustada, (pffffffff...) lo transcribo porque es el reflejo perfecto de la sociedad en la que vivimos.

En un país donde el ladrón juzga por su condición, en la página de Facebook desde la que este ser me mandó esta joya de la literatura retórica hay varias publicaciones donde se quejaba de que no le llegaban los bonos. Hoy se dedica a defender a los que, al parecer, le han metido un hueso en la boca.

En el país donde el '¿Qué hay pa' ella?' es un lapsus linguae y lo que se critica es haberlo dicho en alto y no el haberlo pensado, verlo justo y actuar en consecuencia, la gente cambia de idea como de panty, siempre y cuando el nuevo panty sea de encaje, no les cuesta botar al tinaco los viejos blúmers de abuela y lucir regios. En el país donde la coherencia es un defecto y el acomodar la vela dependiendo de dónde soplen los vientos una habilidad necesaria, la crítica al amigo es impensable. Mientras el amigo esté en la papa, claro está, porque cuando la papa se enfría y la bonanza se aleja, cambiamos de idea y nos arrimamos al sol que más caliente en ese momento.

En un país donde las conciencias se acallan con cinco libras de arroz, una gorra y un suéter. Donde te regañan por asolear a una niñata que vende en redes trabajos de escuela a cinco palos y donde el que mis amigos pidan coima se justifica porque los tuyos también lo hicieron; en este país, que alguien elija el bando de la congruencia, la honradez y la integridad es sospechoso.

En un país donde se premia la mediocridad porque creemos que si alguien destaca debe ser porque lo ha logrado por métodos turbios, donde se puede robar, pero no puedes decir 'mastúrbate' en una obra de teatro, donde puedes ser honorable aunque seas plagiadora o ladrón de relojes, pero no lo eres si eres boquisucio.

En un país donde blindamos las profesiones porque no queremos competencia exterior que demuestre nuestras falencias y nuestra ineptitud. Donde los extranjeros que son mejores que los nativos no son modelos a seguir sino amenazas a exterminar, donde en lugar de mirar hacia afuera seguimos empecinados en rebuscar entre las pelusas de nuestro ombligo y comernos los mocos, que por ser nuestros saben mucho mejor que los ajenos. Donde el que trabaja es despedido para que no avergüence a los que se tocan las gónadas a dos manos todos los días, el camaroneo informal es la única salida para muchos porque ¿quién chucha eres tú para darme órdenes y decirme cómo hacer las cosas?, cualquier crítica es mal vista.

Aquí se baja la cerviz y se acata cualquier idea del mandamás de turno, se aplaude y se jalea el traje nuevo del emperador, mientras se le da un buen tatequieto al niño que señala que el egregio va en bolas pellejudas y colgantes.

En este país definitivamente es mejor ser mosquillón, mirar para otro lado y lamer la bota que te aprisiona el cuello.

Columnista
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