Mario Calvit, un legado para las artes plásticas de Panamá

Actualizado
  • 25/09/2021 00:00
Creado
  • 25/09/2021 00:00
El afamado pintor contemporáneo fue un personaje de gran inspiración para las nuevas generaciones de artistas plásticos en el país. Su legado se ve enmarcado en una trayectoria de amor y pasión por las artes
El maestro Calvit poseía una pincelada de realismo basado en su amor por la campiña nacional.

El maestro Mario Calvit (Nicaragua, 1933 - Panamá, 2021) fue uno de los principales exponentes del arte contemporáneo en Panamá, siendo reconocido nacional e internacionalmente por más de seis décadas.

Patriota, amante de la cocina, de carácter sensible, es recordado por sus amigos y colaboradores cercanos como “un hombre bueno y sencillo”, más allá de sus aportes a la escena cultural nacional.

Calvit presentó su última exposición artística en 2018; un homenaje a una carrera de décadas organizada por la Fundación Arte Panamá y que congregó a diversos amigos y colegas del pintor, así como a su familia. “La nuestra fue una amistad de 50 años, pasamos muchas etapas juntos; cuando nos reuníamos él hablaba de su arte, de lo nuevo que había aprendido o visto, mientras que yo le contaba de la literatura, mis libros y el tiempo pasaba volando”, comentó a este diario el poeta y escritor Pedro Rivera.

Algunas de sus obras más reconocidas son: 'Ave cayendo al mar', 'Paisaje en acero', 'Bañista', 'Equilibrista', 'Hombre con equino', entre otras. Su trabajo lo posicionó antes de cumplir los 30 años, como uno de los artistas más sobresalientes de la escena nacional.

La obra 'Caserío' (2010) de Calvit muestra sus pinceladas intencionales y colores nostálgicos.

Para quienes lo conocieron en vida, fue un mentor, maestro, amigo, y ejemplo a seguir tanto en su maestría artística, como en su trayectoria de ser humano. “Mario fue uno de los pintores más importantes de su generación en los años 1960 cuando lo conocí. Era un hombre sobre el cual en algún momento me preguntaron qué podía decir, y siempre digo que era bueno; jamás le escuché una palabra soez; cuando hablaba de alguien eran cosas buenas sin malicia, era generoso, ofrecía su ayuda a cualquier joven que se interesara en las artes plásticas –que eran su pasión y su tema favorito–, y un gran amigo”, señaló Rivera.

Por su parte, el presidente de la Fundación Alfredo Sinclair, Jorge Sinclair, recordó a Calvit como “parte de nuestra familia”, un hombre respetable y sensible ante las cosas sencillas de la vida. “El tío Mario formó una familia ejemplar, tenía muy buen humor, transmitía felicidad y alegría en todos los espacios donde estaba y amaba cocinar, tanto que cuando cocinaba era como si pintara un cuadro”, señaló Sinclair.

La época en la que se forjó Calvit fue una llena de retos, dolorosa y resiliente, en donde se creó un grupo selecto de artistas que pavimentaron el camino para las nuevas generaciones, a través de exposiciones y largas horas frente a lienzos en blanco o páginas nuevas. “Esa fue la generación que abrió el arte panameño al mapa mundial, que dio todo lo que tenía por resaltar la calidad artística del país”, apuntó Sinclair, añadiendo: “asimismo, el tío Calvit me enseñó muchas cosas, principalmente a vivir y ser un buen ser humano”.

La generosidad, la disciplina, el trabajo duro y la dedicación fueron algunas de las lecciones de vida que Rivera apuntó como el legado personal que Calvit dejó tras años de amistad. “Mario estimulaba mi capacidad de escribir, en medio de un país donde no hay muchos estímulos para el arte”, recordó, “por eso este tipo de relaciones entre artistas son importantes, ya que crean comunidades de intereses comunes, que nos permiten llenar las carencias de la sociedad en los oficios que realizamos”.

El paisajismo de Calvit es uno de sus sellos en la técnica plástica.

Según Rivera, la experiencia de Calvit dentro de un grupo selecto, en el que se destacaron artistas como Emilio Sinclair, Chong Neto, Antonio Alvarado; y escritores como Moravia Ochoa, entre otros intelectuales, le llevaron a “crear un espíritu de unión para no perder el entusiasmo en lo que estaba haciendo”.

Puntualizó que Calvit era un “patriota, antiimperialista, que amaba su país” y acompañó la lucha de los panameños por rescatar la soberanía nacional.

Un legado

Por su parte, el director de las Artes del Ministerio de Cultura, Daniel Domínguez, expresó la “gran pérdida” del sector artístico ante el fallecimiento del artista el pasado 23 de septiembre. “Su maestría del paisajismo es innegable y no hay nadie que pueda replicarla en la escena de hoy. Siempre fue muy apegado al medio ambiente, cercano a la escena campestre de cerros, montañas y la vida campesina provincial del país”, detalló.

“Siendo un magnífico escultor y serigrafista, su obra estuvo presente en América Latina, en exposiciones individuales y colectivas en Colombia, Costa Rica, Perú, EE.UU., Brasil, y países de Europa, logrando muchos niveles en su pintura, como un realismo increíble, o un realismo abstracto, lo que se acerca a una etapa del impresionismo, convirtiéndolo en un artista fantástico”, añadió.

Como parte del reconocimiento al maestro de la plástica, Domínguez indicó que MiCultura realizará un homenaje a diversos artistas en la entrega de premios Roberto Lewis y a los ganadores del premio Roque Cordero, en octubre de este año en el Teatro Nacional. “Pero nos queda su vocación de ser maestro, no solo como alguien de gran talento, sino por su pasión por la docencia, un oficio que le permitió compartir sus conocimientos y abrir las puertas de su casa a quien quisiera aprender del arte plástico”, comentó Domínguez.

Trayendo a su memoria la personalidad del maestro Calvit, el artista Aristides Ureña Ramos subrayó la importancia de recordar el mensaje tras las obras del pintor y escultor: la evolución.

“Calvit marcó una diferencia en el arte, porque su obra es reconocible por encima de muchas otras técnicas, y es dado a que su estilo definía cada pincelada y cada temática que plasmaba”, rememoró.

“Cuando ponemos a Calvit al lado de Guillermo Trujillo o Alfredo Sinclair, su trabajo marca una diferencia fundamental en la pintura panameña, dándole un puesto importante en la historia”, apuntó.

Calvit también fue director de Arte del antiguo Instituto Nacional de Cultura (Inac), dando una ruta distinta a la forma de educar sobre el arte tanto a los educadores formados como a los jóvenes artistas. “Fue muy disciplinado, con mucho amor y respeto al arte. El tío Mario representa ese momento de cambios cruciales en la pintura y escultura panameña”, comentó Sinclair, “y como ser humano fue acogedor, cariñoso, excelente padre, esposo y amigo; lo vamos a recordar siempre como un gran ser humano, de quienes los jóvenes artistas y ya experimentados deberían seguir aprendiendo”.

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