• 07/11/2021 00:00

Esperpento

“...nos movemos dando tumbos en una realidad creada por un escritor loco que la ha deformado y retorcido acentuando sus rasgos grotescos...”

Digan ustedes lo que quieran, no vivimos ya en una epopeya. Lejos quedaron los héroes. Tampoco estamos dentro de una novela de caballerías, ni siquiera en aquella en la que el Caballero de la Triste Figura cargaba, lanza en ristre, contra los molinos de viento. No se desarrolla nuestra sociedad dentro de los parámetros de una historia trágica, ni es esto ya un drama, ni una comedia, por muy bajos que tengamos los estándares del humor. Vivimos en un esperpento. Vivimos, como los personajes de la nivola de Unamuno, dentro de un esperpento valleinclanesco; nos movemos dando tumbos en una realidad creada por un escritor loco que la ha deformado y retorcido acentuando sus rasgos grotescos, de tal modo que día a día se producen situaciones a cada cual más ridícula.

Dizque noviembre es el Mes de la Patria, “Oh, patria tan pequeña, tendida sobre un istmo”… dizque no se permite irrespetar los símbolos patrios, dizque la bandera no puede estar colocada sobre ninguna tela, ni en un bikini, ¡herejía!, ni en unas maracas, ¡anatema! Bandera panameña, hay que honrarte “(…)¡porque tú eres la patria que va pasando. . .!”. En noviembre todas las que pueden presumen de sus polleras, “Ninguna panameña/ cambiaría/ por nada, su pollera”, aunque no sean suyas y hayan sido alquiladas para la ocasión, porque vestir la pollera es vestirse de Patria y las que por pobres o por indígenas o por lo que sea no se han puesto o se quieren poner una es que no son suficientemente panameñas.

Panameño, panameño, panameño, vida mía… el mandatario de los panameños estuvo el pasado 1 de noviembre en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático celebrada en Glasgow, en Escocia. (Una reunión sobre el cambio climático adonde todos llegan en jets privados y se ponen de acuerdo para exigirnos a los de a pie que nos esforcemos aún más en no dejar huella de carbono, ¡já!). Como buen panameño bullshitero, el señor Cortizo soltó varias perlas, que desde luego no se necesitan morder para darnos cuenta de que son de plástico barato, pero entre ellas destaca la siguiente: se ha logrado conservar el 33% de la superficie boscosa del país al respetar a los pueblos originarios.

Me gustaría, de verdad que sí, que el señor Presidente tuviera los arrestos de ir a pronunciar esas mismas palabras, así mismito, con su tono de abuelo Cebolleta, a Barro Blanco. Me gustaría que se plantase delante de los niños golpeados con balas de goma y a los indígenas llenos de perdigones, a los que han perdido sus casas, y les diga eso mismo, que respeta a los originarios. Que no usa el país como su coto privado. Y que de los milloncejos que pidió como mendicante a puerta de iglesia en el foro escocés, promete hacer carreteras decentes, hospitales equipados y con médicos, y escuelas para que los niños de la comarca no tengan que caminar tres horas expuestos a cabezas de agua y deslaves.

Porque, señor Presidente, los límites de la democracia, en este país, todos los tenemos claros, nuestros derechos, pocos y cada vez menos, terminan donde empieza la codicia de los políticos y de sus amigos, su descaro y su ¿qué hay pa mí?

Ahí está el esperpento, señores, de cuerpo entero. Un país gobernado por figuras ridículas y grotescas, que mienten en cada palabra, que nos han visto la cara de tontos y se regodean creyendo, y sabiendo, que nos la meten doblada.

P.S. Créditos de los poemas, en orden de aparición de los versos: Ricardo Miró, Demetrio Korsi, Ana Isabel Illueca

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