El 9 de enero de 1964 en la memoria histórica de la nacionalidad panameña

Actualizado
  • 24/03/2022 00:00
Creado
  • 24/03/2022 00:00
En esta entrega, la Dra. Ana Elena Porras profundiza en la cadena de sucesos históricos que se encuentran entrelazados con la gesta juvenil patriótica
La gesta del 9 de enero de 1964, junto con los movimientos nacionalistas que la antecedieron, consolidó el proceso por la soberanía.
El alcance del 9 de enero se extiende a los tratados Torrijos-Carter de 1977.

Algunos historiadores panameños proponen que la verdadera independencia de Panamá se realiza el 9 de enero y no el 3 de noviembre. A pesar de que defiendo la tesis de que el 9 de enero es fecha estelar en el calendario de nuestra nacionalidad, no debemos denigrar el 3 de noviembre de 1903, ni el 28 de noviembre de 1821, o cualesquiera otras fechas cimeras del recorrido histórico de la nación panameña, porque cada una tiene sus logros y sus fracasos, sus héroes y villanos, según sus circunstancias y, además, abren caminos a los acontecimientos que las sucederán.

Con intención de lograr alguna coherencia lógica en este análisis histórico cabe preguntarse, por ejemplo: ¿Qué bandera, qué soberanía y qué Zona del Canal habrían reivindicado los mártires del 9 de enero de 1964, de no prexistir la república del protectorado creada en 1903? Cuando relacionamos las gestas de nuestra nacionalidad, ampliando la escala del estudio, descubrimos el hilo conductor y la interdependencia entre ellas. Así, el 9 de enero de 1964 no puede disociarse del 3 de noviembre de 1903 porque son eslabones de una misma cadena de sucesos históricos.

El 9 de enero es un suceso estelar y un parteaguas en la histórica nacional

El 9 de enero ocupa un sitio encumbrado en el mapa de la nacionalidad, una especie de hito en el recorrido histórico de las reivindicaciones nacionalistas de Panamá. La Operación Soberanía del 12 de mayo de 1958 y la Marcha Patriótica del 3 de noviembre de 1959, por ejemplo, son piezas estructuralmente vinculadas al 9 de enero.

Ambos acontecimientos involucraron la participación de estudiantes y jóvenes profesionales, quienes irrumpieron pacíficamente en la Zona del Canal y sembraron banderas bajo la consigna de Soberanía, abriendo el camino hacia el 9 de enero de 1964 que es su evento más álgido. Por otro lado, el alcance del 9 de enero se extiende a los tratados Torrijos-Carter de 1977 y al traspaso del Canal a la administración panameña de 1999.

En el contexto de la saga nacionalista contra el enclave colonial de la Zona del Canal, el 9 de enero de 1964 destaca como fecha cimera. Y así lo entendieron los zoneítas, sus autoridades y el Ejército estadounidense. A pesar de haber iniciado con una manifestación pacífica, aprobada por las autoridades de Panamá y la Zona del Canal, en cumplimiento del acuerdo Kennedy-Chiari, el lenguaje simbólico de las banderas se tradujo en discurso de soberanía territorial, igualmente poderoso para panameños y zoneítas, que desató la agresión armada del enclave colonial estadounidense en Panamá, ese 9 de enero.

La gesta del 9 de enero de 1964, sumada a los movimientos nacionalistas que la antecedieron, consolidó ese proceso por la soberanía con coherencia y continuidad histórica, trascendiendo los hechos mismos, para convertirse en narrativa símbolo de la soberanía nacional de Panamá, provocando a mediano plazo resultados asombrosos como el tratado Torrijos-Carter, la unificación territorial de Panamá, la nacionalización del Canal y la descolonización del territorio del Estado panameño.

En este proceso, los panameños debemos reconocer la justicia del expresidente Kennedy, al formalizar el convenio que permitía izar la bandera panameña en la Zona del Canal junto a la estadounidense, solicitud que sus antecesores rechazaron consistentemente a los panameños y, finalmente, al presidente Carter quien dedicó todo su empeño en cristalizar el nuevo tratado del Canal, en un contexto de justicia histórica jamás alcanzado entre Panamá y Estados Unidos.

El 9 de enero genera discursos contradictorios como relato

Inmediatamente a los acontecimientos del 9 de enero se desataron versiones descalificadoras del movimiento estudiantil en los medios de comunicación estadounidenses y la derecha panameña: que se trataba de revolucionarios comunistas, lo que, en tiempos de “guerra fría”, justificaba una agresión armada para sofocar el alzamiento revolucionario. Pero les salió mal: el presidente Chiari, contrariamente a sus intereses económicos, se puso del lado de su pueblo, conjuntamente con importantes colaboradores de su gobierno, como Galileo Solís y Miguel Moreno (quien impulsó una heroica campaña nacionalista frente a la OEA), conjuntamente con un grupo de empresarios panameños (que incluyó a connotados miembros de la comunidad hebrea) quienes enviaron cartas al Washington Post para influir en la opinión pública de EE.UU. a favor de los panameños, y defendían la necesidad de iniciar negociaciones para un nuevo y más justo tratado del Canal, atribuyendo al tratado del Canal de 1904 y sus diferentes revisiones, las verdaderas causas de conflicto entre panameños y zoneítas.

Chiari rompió relaciones diplomáticas con el Coloso del Norte y disparó una verdadera guerra diplomática ante la OEA para denunciar la agresión armada contra un pueblo pacífico a Estados Unidos de Norteamérica. Estos eventos desmantelan el dogma de que las oligarquías no pueden ser nacionalistas, como también el que dice que al pueblo panameño solo le importan los carnavales.

Inmediatamente después, se realizaron marchas multitudinarias por parte de la Iglesia católica (40.000 personas), el Partido del Pueblo (300 miembros que, si tomamos en cuenta la estigmatización del comunismo en los años 60, esta cifra representa a muchos más comunistas encubiertos), además de estudiantes y profesores de la Universidad de Panamá, médicos y enfermeras de la ciudad, conductores de taxis y particulares para atender y apoyar a los manifestantes quienes, al final del día 9 hasta el 11 de enero, ya sumaban a casi todo el pueblo de la ciudad de Panamá.

También fue multitudinaria la defensa de la gesta patriótica estudiantil de Panamá en la ciudad de Colón y en la provincia de Coclé. Allí fueron heridos 30 dules por bayonetas del Ejército estadounidense durante la gesta patriótica, lo cual derrumba el prejuicio de que los indígenas solo defienden sus comarcas, adversando a la República de Panamá, y en conflicto con la nacionalidad panameña.

Por esta razón, debemos comprender el 9 de enero de 1964, más allá de los acontecimientos mismos, es también narrativa que interpreta y da significado a los hechos. A pesar de la diversidad de relatos, según sean historia oficial o crítica, el 9 de enero ha generado sentido de pertenencia entre panameños, que es principio fundamental de la identidad nacional, construyendo memoria colectiva e imaginarios historiográficos.

Así como el 3 de noviembre de 1903 genera una narrativa de unidad entre liberales y conservadores para dar origen a la república panameña, el 9 de enero hace lo propio, cuando destaca alianzas y acuerdos entre la clase gobernante y el pueblo de Panamá para garantizar que, a mediano y largo plazo, la gesta heroica popular tuviera como consecuencia la elaboración de un nuevo tratado del Canal, que condujera a la nacionalización del Canal de Panamá, la eliminación de la Zona del Canal y de las bases militares. Los relatos del 9 de enero coinciden en que se trata de una historia de éxito para Panamá.

Reflexiones finales

Si bien es cierto que la herencia histórica del 9 de enero es de un valor inconmensurable que puede ser destruida y debemos custodiar, también el presente enfrenta retos pendientes que exigen compromiso, heroísmo e inteligencia semejantes a los héroes de entonces, para no destruirla. La corrupción, la desigualdad y la destrucción ambiental se han incrementado en el siglo XXI y son los principales enemigos de la nacionalidad panameña y del legado del 9 de enero.

Por último, a nivel del patrimonio nacional intangible, el 9 de enero ofrece varias dimensiones: la fáctica (como suceso histórico), la discursiva (como relato), la memoria colectiva (como recuerdo) y el patrimonio narrativo (como imaginario construido con testimonios, historias, fotografías, cine, reportajes, etc.).

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