La penalización del aborto

Actualizado
  • 24/07/2022 00:00
Creado
  • 24/07/2022 00:00
Es necesario legislar para ampliar el derecho a la interrupción del embarazo por razones económicas, y los embarazos causados por violencia doméstica, violación conyugal y violencia institucional
Manifestación frente a la Coste Suprema de Estados Unidos por la revocatoria de la sentencia Roe vs Wade, que termina con el derecho constitucional al aborto

Contrario al discurso de los antiabortistas, la penalización del aborto no salva vidas, sino que causa más muertes, más pobreza y más delincuencia. La penalización no evita los abortos inseguros, más bien los aumenta; lo que hace es evitar abortos seguros, legales y accesibles, así como el acceso a anticonceptivos y la educación sexual, ambas condiciones indispensables para que las mujeres puedan disfrutar del derecho a tener autonomía sexual. Los que condenan inflexiblemente el aborto deberían más bien buscar soluciones para las mujeres pobres y sus hijos, enfrentándose a la realidad que nos demuestran las estadísticas.

El aborto inseguro es una de las principales causas de mortalidad materna en el mundo, ya que una de cada ocho muertes está asociada con el aborto inseguro. Según el Instituto Guttmacher, la tasa es mayor donde el aborto es ilegal. El 25% de la población mundial vive en regímenes jurídicos que prohíben el aborto en todos los supuestos o solo lo permiten para salvar la vida de la mujer, mientras que el 39% vive en países donde el aborto es libre. Seis de cada diez mujeres no pueden decidir en libertad. Sin embargo, se ha comprobado que las leyes restrictivas influyen poco o nada en el número de abortos que se realizan. La legalización del aborto en Sudáfrica tuvo un impacto positivo inmediato en la reducción de la frecuencia de complicaciones relacionadas con el aborto, con una reducción de las muertes por aborto de más del 90%.

La penalización o maternidad forzada causa más pobreza, al condenar a las adolescentes a interrumpir sus estudios, no poder trabajar, poner en riesgo su vida o afectar su salud y, por ende, condenarla a siempre ser pobre. A las mujeres violadas las obligaría a tener los hijos de los violadores y a las multíparas las condena a tener más hijos de los que puede mantener, con las consecuencias de hambre, pobreza y desnutrición.

Ni hablar de los niños indeseados, que crecen sin la atención debida y terminan en la delincuencia, ni de las adolescentes a las que se les obliga a la maternidad, condenándolas a la pobreza y falta de educación. Con la Ley 55 de 2017 se hizo un esfuerzo por proteger a los recién nacidos abandonados, estableciendo centros receptores para niños no deseados para que sean ubicados en una familia acogente idónea en un periodo no mayor de 24 horas. Esto podría ser una solución para la maternidad forzada, pero no se ha hecho un estudio sobre sus resultados. Es necesario legislar para ampliar el derecho a la interrupción del embarazo por razones económicas, y los embarazos causados por violencia doméstica, violación conyugal y violencia institucional La violencia institucional es la realizada por funcionarios de cualquier institución pública “con el fin de retardar, obstaculizar o impedir que las mujeres puedan ejercer los derechos previstos en la ley. Panamá presenta enormes deficiencias en cuanto a acceso a la información, la educación sexual integral y el conocimiento de la ley. ¿Qué mejor ejemplo de esto que la niña de ocho años violada por el esposo de su tía, a quien se le obligó a dar a luz?

El aborto seguro no es un asesinato, porque se limita el tiempo de embarazo para interrumpirlo cuando el producto no es viable (entre 12 y 24 semanas). La ciencia no ha podido determinar si el embrión de pocas semanas debe ser considerado un ser humano, porque una semilla no es un árbol, un huevo no es un pollo y un óvulo fecundado no es una persona, sino la posibilidad de serlo.

No es posible abordar el derecho a la vida desvinculado del derecho a la salud y a una vida digna. Los derechos humanos son indivisibles y no puede prescindirse de ninguno de ellos, así como ninguno se puede disfrutar a costa de otro. No se trata de una mera supervivencia biológica –la Corte IDH ha manifestado que “el derecho a la vida no solo presupone que nadie puede ser privado arbitrariamente de su vida, sino también el derecho a que no se le impida vivir en condiciones dignas”–, derecho que se les niega a niñas y adolescentes forzadas a la maternidad.

Si vemos que la penalización y la maternidad forzada no cumplen con el objetivo que se proponen los antiabortistas, ¿por qué insistir en la penalización?

La autora es abogada y feminista.

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