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- 28/08/2022 00:00

Valeria no ha pisado un gimnasio desde hace mucho… pero va decidida a trabajar por su cuerpo, porque su pareja se lo ha pedido. “Estás bien, pero podrías verte buenona…”, la frase resuena en su mente mientras llega con su leotardo de 'Let's get Physical” – entiéndase de décadas atrás – y se enfrenta a una cruda realidad: no luce igual que las jovencitas de cuerpos firmes y figuras esculturales que la miran como quien se quedó muy atrás… Valeria es una mujer madura, divorciada, sus hijos ya están grandes y su madre, mayor. Y ella sola debe hacer frente a las necesidades de su familia.
Pero ante esta nueva prueba, ella no se amilana, tiene una meta que cumplir. Todo sea por complacer a su nuevo amor.
“El aplauso va por dentro” es una obra escrita en 1996, por la dramaturga venezolana Mónica Montañés. Su éxito ha sido tal, que se ha presentado en Nueva York, -off Broadway – y alrededor de Latinoamérica y España. Y a pesar de sus 26 años en escena, su tema continua muy vigente.
“Valeria continua en esa búsqueda de la felicidad y para ella, la felicidad se logra con un hombre”, dice Gabriela Gnazzo, actriz quien interpreta a Valeria en el montaje producido por Reina Medaglia y dirigido por Winnie Sittón que se presenta hasta el 18 de septiembre en la sala 2 del Teatro Pacific.

“En este tiempo algunas cosas han cambiado para las mujeres, y hemos tenido que hacer algunos cambios sutiles. Pero hay cosas que se han quedado porque no cambian: la búsqueda del amor y de la felicidad”, asegura la actriz.
“El estrés que yo pasé cuando tenía unos 26 años, porque tenías que tener una carrera espectacular, tenías que tener marido, tenías que tener hijos…”, recuerda Gaby. Y te preguntas ¿cómo puedo hacer todas esas cosas? Ahora me pongo a pensar cómo me mortifiqué tanto por gusto... cómo me fui a someter a ese estrés y veo ahora a mis sobrinas y la las 'pelás' jóvenes que están pasando por eso y les digo 'no te preocupes, no tienes que tener tu vida arreglada a los 26 años... es que a los 50 a veces no la tienes arreglada. no puedes tener todo tan calculado... a las mujeres les pasa eso, a los hombres no”, medita.
“Yo no diría que el grueso de las mujeres está 'enrollada' con la edad. Diría que todos y todas estamos afectados, de alguna forma influenciados, enrollados con los cambios que provoca la edad. No creo que sea un tema solo femenino. Yo mismo, mi vida ha cambiado mucho, no soy el mismo de los 20, no soy el mismo de los 30, a mis cuarenta y pico tengo otra perspectiva del mundo, de mi cuerpo de las expectativas de la vida, del amor, de la felicidad, de un montón de cosas”, sostiene Winnie Sittón, quien dirige la puesta en escena y personifica al profesor de aeróbicos del gimnasio al que acude Valeria. Sittón argumenta que con las mujeres el asunto más intenso porque “a pesar de la emancipación, obviamente hay un código estético, se les obliga a verse bien, que es de lo que va un poco la obra, pero además, tienen que ser profesionales, buenas madres, un montón de cosas y también tienen que verse bien a tal edad, o hay una expectativa sobre eso. Es un poco más común que las mujeres se vean más conflictuadas por eso pero los hombres somos unos vagos tiramos la panza y vamos pa'lante, en cuanto a lo físico”.
Pero son esas expectativas físicas que debe cumplir una mujer que llega a la madurez, las que terminan siendo el principal obstáculo para conseguir la felicidad, efectivamente si se piensa que ella está ligada a un hombre. “Esta mujer habla sobre la búsqueda constante de este hombre y ella piensa que lo encontró, pero en el fondo sabe que quizá no…”, cuenta Gnazzo.
A lo largo de la clase de aeróbicos, Valeria va contando al público su situación, sus sueños, sus frustraciones, sus fracasos y también sus logros, aunque a estos últimos no les dé mucha importancia. Todo esto, mientras trata de estar a la par de sus jovencísimas compañeras de clases y de cumplir con todas las exigencias que le impone el profesor de aeróbicos que le recuerda cada 5 minutos que si quiere estar 'buenona', tendrá que trabajar muy duro…
“Las expectativas las impone la sociedad y seguramente son una concepción del hombre, una construcción machista. Incluso las que me ponen a mí como hombre creo que son una construcción del patriarcado. Pero en la obra se expone la idea de que esta mujer va al gimnasio porque su 'peor es nada' nuevo, le pide que esté más 'buenona', es el planteamiento del que se sostiene esta adaptación y el enfoque de la obra es esa imposición del hombre o la mujer cediendo a la imposición de un hombre por el temor a estar sola, por llegar a vieja y no tener un compañero, y en ese sentido la perspectiva de Valeria es que la felicidad está atada al éxito en una pareja. Tener a alguien al lado”.
A lo largo del tiempo la sociedad ha mostrado algunos cambios, pero la balanza sigue estando inclinada hacia el lado masculino.
“Las mujeres vienen luchando y cambiando la sociedad desde hace un montón. Pero definitivamente en los últimos 26 años ha habido cambios radicales en la industria del entretenimiento, todo el movimiento del Me too, esto de los acosos laborales, el acoso callejero, el feminismo también se ha ido radicalizando con los años y yo pienso que las mujeres sean o no sea feministas de alguna forma esas corrientes han ido impactando a la sociedad, y van permeando. Hoy día yo creo que las mujeres piensan muy distinto en cuanto a tener o no un compañero, ¿por qué tengo que tener a un tipo al lado par estar completa? creo que eso ha cambiado muchísimo. A lo mejor seguimos teniendo los mismos rollos de la soledad y eso, porque al menos desde mi perspectiva nadie quiere estar solo, pero creo que las mujeres han cambiado mucho, seguro. Se reafirman con mayor fuerza, en cuanto a que no necesitan a un tipo al lado para ser felices, que pueden salir solas, pueden tener una vida plena y no necesitan a un marido que las esté jodiendo”, asegura el director.
Para Gnazzo siempre va a haber algún tipo de presión. “Ya no nos queman en la hoguera por brujas, pero casi casi. Nos queman de otra manera. La misoginia siempre va a estar, es una lucha constante, y hay muchas cosas por las que todavía tenemos que luchar y gracias a la lucha de muchas mujeres con movimientos como el Me too en la parte artística pro lo menos ha mejorado un poco, pero todavía eres problemática si abres la boca porque tienes tu punto de vista”, sugiere.
“En este caso, yo he tenido mucha suerte, estar con un director como Winnie, porque no cualquier director se va a calar a 'Gaby Gnazzo' diciéndole que a mí me parece que en esta parte... cosa que como actriz es válido tener tu opinión y querer aportar. Hay directores que tiene su visión y punto y eso le pasa hasta a las grandes actrices de Hollywood que han tenido que quedarse calladas. Winnie sí me escucha porque como yo digo es 'una feminista más' y no se siente invadido, cosa que me ha pasado en la vida con otros hombres”, agrega.
“La experiencia con Gaby ha sido increíble. La verdad, solo tengo palabras positiva para ella, es trabajadora, es talentosa, se esfuerza un montón, es incansable, tiene más energía que yo, sin duda… también fue muy interesante porque venimos de escuelas de teatro muy distintas, así que para mí fue interesante cómo conectar director-actriz porque mi formación, yo mismo estoy ahí un poco outcast, es la primera vez que dirijo una obra de teatro comercial, es la primera vez que acepto hacerlo, así que la experiencia ha sido bonísima, verla a ella crecer en el personaje, aprender un montón de co sas de sus procesos, ha sido brutal y con relación a la obra, creo que el papel le sienta muy bien por su experiencia, por su edad, por el recorrido que ha tenido en su vida, siento que hay algo del papel que lo hace suyo”, afirma Sittón.
Para Gabriela ha sido todo un reto, porque [la obra] es prácticamente un monólogo. Y francamente yo estaba bien asustada, en un momento me dije no voy a poder hacer esto”, comenta. El síndrome del impostor le tocó a la puerta para recordarle que tal vez no es tan actriz como ella piensa. “Tengo 54 años, todo se me olvida… llego a la cocina y me pregunto qué venía a hacer por acá... y eso me pasa desde los treinta, imagínate ahora…”, ríe.
“Pero la obra es tan divina y es graciosa, que ha valido la pena. Le habla no solo a la mujer sino a los hombres, ambos se van a sentir identificados con Valeria que es medio neurótica, pero ella tiene razón. Y vamos a ver el cambio de ella de una mujer a otra a lo largo de la clase. Ella se da cuenta de que tiene que cambiar”, asegura.
Gabriela cuenta que para ella no es necesario identificarse con sus personajes. “Trato de meterme en el papel. Para mí lo más divertido es transformarme en algo que no soy. Y con Valeria tengo esa oportunidad porque no siento esa necesidad de encontrar a ese hombre tan divino, tan maravilloso, tan perfecto… pero la entiendo, porque en algún momento, todas hemos pasado por ahí”, admite. Y si algo ha aprendido de esta mujer que se las juega en el gimnasio por su futuro, es que hay que ser valiente. “Valeria es insegura, pero hace las cosas. Ella es muy valiente aunque dice que no lo es... tiene miedo pero se atreve, se tira al ruedo.
Eso ha hecho meditar a Gabriela y a considerar que vale la pena seguir buscando el amor. “Ya yo había pensado: bueno, si viene... o no viene no importa, no lo necesito... ese es un chip que me saqué pero con Valeria he reflexionado que tal vez tengo que hacer un poquito el esfuerzo… uno nunca sabe...”.
“Escucho a mis amigas casadas y es una queja constante... yo tengo una libertad que no tienen ellas, lo veo con mis hermanas, yo no puedo... pero también ese sentimiento de enamorarse, aunque dure cinco minutos. Lo otro dura mucho más que el enamoramiento, pero el enamoramiento también es importante. y eso lo aprendí con Valeria”, dice.
Trayectoria de trabajo
Como Valeria, Gabriela ha debido trabajar bastante para lograr mantenerse en la esfera profesional y mujeres, ambas, lo han tenido complicado en algunas ocasiones.
“Siempre he tenido que luchar por las cosas. Mujer… actriz… las cosas, como son en Panamá, que es tan machista... me ha costado”, considera. “Cuando digo mi opinión soy problemática, esa ha sido la constante en mi vida. Soy la loca… la feminazi, solo porque he querido tener una opinión al respecto de algo, de lo que sea. Crecí con eso. Desde que trabajo en televisión, ‘no puedes hablar mucho, eres una lady, no puedes decir palabrotas, trabajas en tv... tienes que comportarte de esta manera”. Tuve que luchar y pelear con eso”, dice, pero nunca se conformó con no decir nada porque “Eso de calladita, más bonita… jamás pude. A pesar de que veía al lado a alguna que calló y le había ido muy bien. No pude. Siempre estaba a la defensiva. con los guantes puestos. Tuve mis consecuencias y todavía las tengo, es difícil todavía a esta edad conseguir papeles para una mujer de 54 años que tiene una opinión”, reconoce. Sin embargo, agradece no haber callado.
-¿Te ves a ti misma más sabia en este momento?
-Sí, bueno, es que a los golpes uno aprende. Y si a los 54 años no estoy más sabia, entonces, no sé...
-¿Qué será lo que más te ha costado aprender?
-A no tomarlo todo tan personal. Todo lo que ocurría me pasaba a mí, era contra mí. Luego te das cuenta de que cada quien tiene su pedo y está pasando por su pedo. Entonces, cuando llegas a interactuar con esa persona, piensas que es por ti y eso no tiene que ver contigo. Así como tú tienes tu pedo cada uno tiene el suyo.
La edad tiene sus ventajas, ventajas que quien no madura, no ve. Pero Gaby, parece, las ha visto. “La vida te cambia solita. Te enseña a aprovechar cada momento, a disfrutar de cada detalle. Antes solo me preocupaba el resultado, ahora me doy el tiempo para disfrutar cada proceso. Es un momento, ‘ahá’, bien Oprah, y todas lo tenemos. Pero les llega a algunas más temprano que a otras”, comenta.
Probablemente eso es lo que ha hecho que aproveche las oportunidades que han llegado en los últimos años. “Imagínate, descubrir el cine a los 50. Toda la vida había querido hacer cine y pensaba que ya no iba a ser para mí. Y con 50 años hice ‘Donaire y Esplendor’, mi primera película y además, con Lupita Ferrer y con Lorna Paz”, dice con toda satisfacción.

Esto nos haría pensar que a pesar de que no hay muchas oportunidades, no es que una se quede sin opciones…
-Pienso que también es suerte, porque puedes ser la mejor de las actrices, maravillosa y puede ser que no te llamen... pero lo importante cuando te llamen es que estés lista. Y eso es lo que he aprendido.
“Tengo que admitir que este año ha sido maravilloso para mí, dos películas y una obra de teatro, a mi edad… en Panamá… es inverosímil, yo a veces no lo creo, pero me ocurrió”, declara.
Gnazzo audicionó y logró el papel de Madame Bijou en la cinta Panamá Al Brown. Y califica la experiencia como una de las más satisfactorias en el cine. Para la cinta Cumpleañero, dirigida por Arturo Montenegro, la historia es distinta. El director le había compartido el guion a su amiga y a ella le gustó tanto que no descansó hasta obtener el papel. Montenegro le dio el papel porque se dio cuenta que nadie iba a estar más comprometida con el proyecto que Gabriela.
El aplauso va por dentro tiene un cuento más largo. La obra ya estaba en ensayos en marzo de 2020 cuando se declaró la pandemia. El proyecto, como muchos otros debió engavetarse. Cuando finalmente iba a reactivarse, la actriz se había comprometido con los filmes, por lo que el proyecto siguió adelante con otra actriz que durante el proceso se accidentó y con una fractura en la pierna debió abandonar el proyecto. Pasó el tiempo, Gabriela completó los proyectos cinematográficos y estaba libre. Llamó a la productora que le propuso llevar adelante “El aplauso va por dentro”. Finalmente está en cartelera. “He tenido mucha suerte este año y espero que esto siga. Que no pare”, dice. “En septiembre voy a tener una obra de teatro y al mismo tiempo una película proyectándose en el cine... ni Jennifer López, ¡No me jodas!, ¡me encanta!, ¡qué belleza!” exclama.
Y como de estar lista se trata, Gabriela tiene algunos proyectos en ciernes. “Quiero hacer una película, he escrito dos guiones; es lo próximo que quiero hacer. Y quiero trabajar en teatro: producir y dirigir teatro, sobre todo, obras que sean para mujeres. No vaudevilles de mujeres, sino obras como esta, que es especial, es divertida pero profunda y le habla a las mujeres, quiero tener esa oportunidad”, insiste.
Aunque al día de hoy el público se decanta por la risa fácil, Gnazzo considera importante hacer un teatro que tenga fondo. “Ahora hay tanta gente joven muy buena: directores, productores actores que han ido a estudiar fuera, gente muy talentosa, me vuelan la cabeza. Tanto en el cine como en el teatro ha habido una gran profesionalización. Eso aumenta las posibilidades, aunque es una empresa que requiere de mucho dinero y levantar fondos en estos momentos es difícil. La gente está luchando para sobrevivir pero también tienen que darse cuenta que para sobrevivir necesitamos arte”, concluye.