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- 10/10/2014 02:01
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El libro de Drácula probablemente sea uno de los clásicos de la literatura más afortunados en cuanto a sus adaptaciones cinematográficas. La primera de ellas se estrenó en 1922, cuando el cine todavía era mudo. Aunque, por problemas de derechos, lo hizo con el título Nosferatu y el nombre del protagonista cambiado a Conde Orlock.
Desde entonces, las versiones en las que el vampiro chupasangre llegó a la pantalla grande fueron incontables. Junto a esa primera versión dirigida por F. W. Murnau, podríamos nombrar otras cinco que marcaron un antes y un después en las adaptaciones del libro: la de Tod Browning (1931), con el protagónico de Bela Lugosi; la de T. Fischer (1958), que revisitó el terror clásico a color; la de J. Badham (1979), que mostró al primer Drácula con peinado a la moda; la escalofriante versión de Werner Herzog (1979); y la versión más intelectual y arty de Francis Ford Coppola (1992).
La lista podría seguir, por supuesto, con películas buenas, malas, mainstream o clase C. Y no debemos olvidarnos también de las rarezas, como la versión cómica, dirigida por Mel Brooks y protagonizada por Leslie Nielsen y el Drácula negro de William Crain.