Una de cal y otra de arena

Actualizado
  • 09/05/2011 02:00
Creado
  • 09/05/2011 02:00
L o que vimos el sábado último desde Las Vegas dejó una sensación agridulce entre los aficionados al boxeo, que en nuestro país se cuent...

L o que vimos el sábado último desde Las Vegas dejó una sensación agridulce entre los aficionados al boxeo, que en nuestro país se cuentan por cientos de miles, porque tuvimos la oportunidad de ver una pelea que marcó un hito en la historia del pugilismo mexicano, y otra que merece ser considerada como una estafa.

Lo que hizo Jorge ‘El Travieso’ Arce en su victoria por nocaut técnico en doce asaltos sobre Wilfredo Vásquez Jr. representa un hito en la historia del hermano mayor del boxeo latino, y la conquista de un logro que parecía inalcanzable para México, cual era, que uno de sus hijos ganara un tetracampeonato.

Pero lo actuado por Shane Mosley en su disputa del título welter ante Manny Pacquiao es una verdadera vergüenza que deja un sabor amargo sobretodo en quienes veíamos a Mosley como un atleta ejemplar, digno de una oportunidad ante el mejor boxeador libra por libra del momento.

El final de la jornada me dejó en una encrucijada, y he podido comprobar una vez más que, aunque querramos ponderar las cosas positivas, lo negativo y pernicioso impera con un peso tal que es casi imposible poder dejarla de lado. Ante un escenario de semejante impacto mundial, me parece que el boxeo gana con la demostración de Arce, pero pierde con desempeños como el de Mosley, muy distantes de la grandeza que lo llevará al Salón de la Fama y muy cercano al bochorno, a la vergüenza de un hombre que no tiene derecho a jugar así con su legado.

Así como el deber de un soldado es morir en el campo de batalla por la defensa de sus ideales, un boxeador de la talla de Mosley debió dejar en el entarimado de Las Vegas, el valor de su historia, de sus ejecutorias y sus logros, y no sucumbir ante el miedo que lo hizo desde el tercer asalto en pensar en su supervivencia y no en su deber de buscar la victoria.

Que eso lo haga un ‘bulto’, pues ni modo, estamos acostumbrados a lidiar con eso, pero que semejante actitud venga de una verdadera estrella que ha sido campeón mundial en tres divisiones, sencillamente es inaceptable.

Por fortuna, Arce nos demostró lo que es el corazón de un guerrero y nos animó a seguir admirando los valores que han hecho grande al boxeo latino. Pero Mosley nos sumergió en una compleja telaraña de dudas y decepciones. Como admiradores del boxeo, ganamos con Arce, pero perdimos con Mosley. No fue justo lo que hizo, fue un engaño y una estafa a quienes creemos en este deporte. Un ardid del cual Pacquiao es absolutamente inocente, porque trató, como siempre lo hace de dar el espectáculo.

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