El fútbol y el papel de cada uno de sus actores

Actualizado
  • 22/06/2014 02:00
Creado
  • 22/06/2014 02:00
La interpretación que Eduardo Galeano, en su obra ‘El fútbol a sol y sombra’, hace de este deporte de masas que une y separa al mundo

En la primera parte de este artículo, publicado el domingo pasado en la página de FLACSO, basados en la obra de Eduardo Galeano El fútbol a sol y sombra , le ofrecimos a los lectores un interesante relato sobre los orígenes de este deporte, con el propósito de hacer palpable el largo camino recorrido por el balompié hasta convertirse en el espectáculo de mayor cobertura e impacto global de las sociedades contemporáneas. En esta segunda entrega, penetramos siguiendo la visión de Eduardo Galeano, el sistema de relaciones que las sociedades han establecido con este deporte, identificando los actores principales, los intereses en juego, los contextos históricos, las especificidades culturales y el marco social en que tiene lugar el fútbol.

DEL JUEGO A LA INDUSTRIA

Jugar ha sido siempre entre los pueblos, un mecanismo de entretenimiento, de recreación, en donde a través del juego, se hacen públicos los talentos, la creatividad y la inteligencia. Por eso los pueblos juegan, y lo hacen con pasión, con entrega, con la alegría de sentirse vivo, casi como tributo al niño que todos llevamos dentro. Los pueblos nunca han dejado de jugar, para no renunciar a la ilusión y la felicidad que, real o imaginariamente, nos proporciona el jugar.

El deporte del fútbol nace así, sin embargo ‘se ha hecho industria, desterrando a la belleza que nace de la alegría de jugar; el juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores; es fútbol para mirar, y como espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo’.

Como en todo gran negocio están presentes los principales actores y protagonistas con sus expectativas e intereses, Galeano los analiza de la siguiente manera:

EL JUGADOR

‘Corre jadeando por la orilla… a un lado lo esperan los cielos, la gloria y al otro los abismos, la ruina. El barrio lo envidia… el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse, y aunque tenga que sudar como regadera, sin derecho a cansarse ni a equivocarse, él sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre, las mujeres suspiran por él, y los niños quieren imitarlos’. Pero él que había empezado jugando por el placer de jugar, en las calles de tierra, en los suburbios, ahora juega en los estadios por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar o ganar’.

El jugador es, en consecuencia, una pieza central en el negocio, su talento o capacidad física lo convierte en un producto importante del espectáculo. Su imagen trasciende fronteras y su presencia en las canchas, garantiza un mercado masivo para su camiseta. Su número cuesta dinero, y en cualquier lugar del mundo, alguien se viste con su camiseta y se enorgullece con llevar su nombre.

De tal manera que ‘ los empresarios lo compran, lo venden, lo prestan; y él se deja llevar a cambio de la promesa de más fama y más dinero. Cuanto más éxito tiene y más dinero tiene más preso está. Sometido a una disciplina militar, sufre cada día el castigo de los entrenamientos feroces, y se somete al bombardeo de analgésicos, y las infiltraciones de cortisona, que olvidan el dolor y mienten la salud. Y en víspera de los partidos importantes, lo encierran en un campo de concentración, donde cumple trabajos forzados, con comidas bobas, se emborracha de agua, y duerme solo’. Y como corolario, corre el peligro de convertirse en un jugador viejo a los 30 años por el cansancio de los músculos, y los golpes, o ver interrumpida su carrera por una lesión que traicione su talento, o hace imposible el rigor de los entrenamientos.

EL ÍDOLO

Galeano hace una magnífica descripción, como forma de rendirles tributo a las grandes figuras que han hecho perdurar la verdadera esencia del juego. El ídolo, dice el autor, ‘desde que aprende a caminar sabe jugar; sus artes malabares convocan multitudes, domingo tras domingo, de victoria en victoria, de ovación en ovación. La pelota lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el pecho de sus pies, ella descansa y se hamaca. Él le saca lustre, y la hace hablar, y en esa charla de dos conversan millones de mudos. La pelota sube radiante en el aire, él la baja, la duerme, la piropea, la baila… ’ y de esos pasajes memorables vive el deporte.

EL DIRECTOR TÉCNICO

Relata Galeano que ‘ antes existía el entrenador y nadie le prestaba mayor atención, el entrenador murió, calladito cuando el juego dejó de ser juego y el fútbol profesional necesitó de una tecnocracia del orden.

Entonces nació el director técnico con la misión de evitar la improvisación, controlar la libertad y elevar al máximo el rendimiento de los jugadores. El entrenador decía vamos a jugar y el técnico dice... vamos a trabajar. Ahora se habla en números desde 2-3-5 hasta 5-4-1, pasando por 4-3-3. Ahora las jugadas magistrales se dibujan en computadoras, y se enseñan en video’.

Por lo regular, continúa analizando Galeano, ‘los periodistas lo acribillan en las Conferencias de Prensa, cuando el encuentro termina, pero el técnico jamás cuenta los secretos de sus victorias, aunque formula admirables explicaciones de sus derrotas. Él cree que el fútbol es una ciencia y la cancha, un laboratorio’.

EL ÁRBITRO

Otro componente central del espectáculo del fútbol es el árbitro: ‘silbato en boca, sopla los vientos de la fatalidad del destino, y otorga o anula los goles. Tarjeta en mano, alza los colores de la condenación: el amarillo que castiga al pecador y obliga al arrepentimiento y el rojo que lo arroja al exilio’.

Nadie corre más que el árbitro, está obligado a correr todo el tiempo. Es la única unanimidad en el fútbol, ‘todos lo odian, lo silban siempre, jamás lo aplauden; cuando la pelota por accidente le golpea el cuerpo todo el público le recuerda a su madre él aguanta insultos abucheos, pedradas y maldiciones; los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él ’; quizás por eso nunca alcanza igual fama como otros protagonistas del juego.

EL HINCHA O LA BARRA

Galeano describe a la barra (hinchada) de la siguiente manera ‘una vez por semana el hincha huye de su casa y acude al estadio. Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpentinas y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente, en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia el lugar donde puede ver en carne y hueso, a sus ángeles batiéndose a duelo contra el demonio de turno. Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria o llora de derrota’.

EL FANÁTICO

Es el que impone el clima de la confrontación entre el público: ‘llega al estadio envuelto en una bandera del club, la cara pintada con los colores de la adorada camiseta y erizado de objetos estridentes y contundentes, ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío. Nunca viene solo, sino metido entre la barra brava. En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve, lo suyo es la tribuna, ahí está su campo de batalla’.

Son famosos las confrontaciones entre fanáticos, con saldos de golpeados y heridos. La barra, en nuestros días, tiene un nuevo escenario, son los bares y restaurantes adonde las cervezas y las picadas nutren al manicomio. Sin llegar a los extremos que se alcanzan en los estadios.

EL GOL

Y finalmente está el éxtasis… el orgasmo del fútbol, el gol… cada vez menos frecuente... El gol es el momento de locura, que hace rugir el estadio en un grito, que se prolonga en el tiempo y en la memoria imperecedera del fútbol. Por eso, sin él los partidos pasan irremediablemente al olvido.

Cabe, finalmente, preguntarnos sobre el futuro del fútbol… ¿Será con el tiempo una mercancía más sólida fabricada por la tecnología o podrá ser rescatada en su esencia como ritmo creativo o destreza del movimiento entre cuerpo e imaginación?

Lo Nuevo
comments powered by Disqus