Un juego sin diversión

Actualizado
  • 16/03/2019 01:00
Creado
  • 16/03/2019 01:00
La crisis que se vive en Venezuela se ha trasladado al fútbol

La mayoría de los futbolistas que se desarrollan como profesionales soñaron en algún momento de su infancia con practicar el juego ya mayores. Incluso no es una ilusión exclusiva de ellos pues patear una pelota, a lo largo de decenas de años, ha sido significado de felicidad y entretenimiento para muchos infantes, una particularidad que ha dejado de ser en Venezuela.

En días pasados dicho suelo sufrió otro leñazo a las condiciones de vida que ya arrastraban. Fue la falta del servicio eléctrico lo que ocasionó múltiples reacciones sociales dentro y fuera del territorio y, por supuesto, en algún momento tenía que afectar al fútbol soccer .

El comienzo de esta breve historia sucedió el jueves 17 de marzo cuando el suministro de luz desapareció, por lo que casi todos los sectores de la población fueron afectados y entre ellos el balompié, pues ese mismo día se tendría que haber jugado el encuentro de la Copa Libertadores entre Deportivo Lara y Emelec.

En principio de cuentas, y con la idea de que era una situación transitoria, se programó para el día siguiente el arranque de la fase de grupos del torneo sudamericano, sin embargo para ese día aún no se restablecía la electricidad, algo que ya había generado protestas y preocupaciones. A día de hoy todos conocemos la situación tan desalmada que padecen millones de venezolanos.

Y para esto hay que tratar de entender por qué la Federación Venezolana de Fútbol ha cancelado la siguiente jornada activa de la Primera y Segunda División, además de la Superliga Femenina. Un acto que debería de servir como alerta a las organizaciones deportivas en el mundo sobre las circunstancias en la que se desarrolla éste deporte.

Visto desde la perspectiva del jugador están los siguientes elementos: los vuelos están retrasados, lo que conlleva a que el cuerpo tenga menos tiempo de recuperación por el viaje, más cansancio y menos concentración durante el encuentro; escasean los alimentos como para brindarle al futbolista una solución alimenticia a esa situación; cuando los viajes son de noche se exponen a asaltos en las carreteras y, en caso de lesión a causa del robo, no existen los medicamentos para brindar un primer auxilio.

En éste sentido, no nada más son los futbolistas los que participan en un cotejo, también hay que tomar en cuenta a los silbantes que tienen que padecer una travesía similar. Incluso el año pasado resistieron un impago de casi dos meses y, aunque fue por motivos diferentes, son un sector del deporte que de la misma forma se torna vulnerable a lo que sucede en su país.

Y bueno, la tercer fracción del presente escrito va dirigido a los aficionados que honran una camiseta de fútbol: las entradas para un partido son muy caras; la seguridad de los estadios es casi nula debido a que la fuerza policial se concentra en las protestas de la nación, por lo que la exposición a la delincuencia es mayor.

No se puede jugar de manera profesional, no existen las condiciones mínimas para que un solo partido se lleve a cabo y, como se lo dije a un amigo que radica en Venezuela: la solidaridad no sirve de mucho en estos casos, pero al menos espero contribuir con mi grano de arena desde el periodismo, apuntando los graves y emergentes términos en los que se intenta trabajar y vivir.

Eso no es el fútbol que queremos, no es el deporte que nos enseñaron, no es lo que de niños quisimos ver ni sentir. Pero lo que sí puedo afirmar, es que la cancelación de la próxima jornada es una huelga llena de valores y derechos en donde pocos habrían levantado la mano para luchar, por lo tanto es un fútbol apelante y digno, donde a pesar de haberse convertido en un juego sin diversión, es muy honorable.

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