La lección que aprendió Cuba en atletismo

Actualizado
  • 28/03/2014 01:00
Creado
  • 28/03/2014 01:00
Ahora aceptan la importancia de renovar sus estrellas antes que se aproxima la hora del retiro

Otra vez repito las palabras del 8º presidente del COI, Jacques Rogge, que compitió en tres JO por su país, Bélgica, cuando le dijo lo siguiente a una juventud entusiasta que participaron en los I Juegos Olímpicos Juveniles de Verano, celebrados en Singapur en el 2010: ‘Si deciden continuar el deporte como una carrera, algunos quizás se convierten en futuros olimpistas, y deben estar plenamente enterados que no es una ocupación vitalicia. Hasta los grandes atletas típicamente terminan sus carreras como atletas activas cuando entran en la fase de los 30 años’.

Cuando hablamos del atletismo en el firmamento de los países latinos, de sus aciertos y también debilidades, no hay la menor duda que Cuba ocupa un sitial muy especial en la rama masculina y femenina. Del sexo bello, tan solo voy a menciona, a María Caridad Colón, primera latina en ser campeona olímpica, y fue en los JO de 1980, al ganar la presea dorada en Moscú, Rusia, al lanzar la jabalina a una distancia de 68.40 metros; y la siempre recordada Ana Fidelia Quirot, apodada ‘La tormenta del Caribe’, la única mujer latina de ser elegida Atleta del Año por la IAAF, en 1989. Fue dominante en los 800 metros planos. Finalizó su carreta atlética en los JO del Centenario, Atlanta 1996, al ganar la medalla de plata en los 800 metros con tiempo de 1.58.11.

En la rama masculina, la lista de estrellas del atletismo cubano es bien extensa, por lo que mencionaré tan solo a un puñado de ellos. Comienzo por Alberto Juantorena, especialista en los 400 y 800 planos, cuya hazaña fue la de ganar oro en esas distancias en los JO de Montreal, Canadá, en 1976. Juantorena es el actual presidente de la Fedeatletismo de Cuba, VP del INDER, y miembro directivo de la IAAF. Fue inducido en el Salón de la Fama del Atletismo durante la celebración de su Centenario. Al hablar del atletismo cubano, forzosamente hay que recordar a Enrique Figuerola, un excelente velocista de los 100 y 200 metros planos.

Los que seguimos el atletismo, no podemos olvidar al cubano Javier Sotomayor, uno de los grandes saltadores de altura que ha tenido el atletismo. En el CM de 1988 en España, estableció un récord mundial con su salto de 2.43 metros; ni a Anier García, que ganó la medalla de oro en los 110 metros/vallas en los JO de Sidney 2000. Por último, menciono a Iván Pedroso, el mejor saltador de longitud latino de todos los tiempos. Ganó la medalla de oro en los JO de Sidney 2000, con 8.55 metros. Además, ha ganado 5 CM de Atletismo Bajo Techo, y 4 al Aire Libre.

Pese a esto, y esta es la parte medular del Coctel de hoy, y es que Cuba está pagando el precio de no renovar su flota atlética a tiempo. Es por ello que aún no ha conseguido un reemplazo de estas estrellas de pista y campo. Un ejemplo claro son los 800 metros planos, donde apareció Zulia Calatayud con sucesora de Ana Fidelia Quirot. Su ascenso al pedestal de consagración nunca se dio. Al aprender esta lección, en la actualidad hay una serie de nuevos prospectos del atletismo cubano, que quizás comiencen a rendir frutos a partir de los JP del 2015, hacía las olimpiadas de Brasil 2016. La masificación es necesaria para que haya una generación del relevo.

Este descuido está ocurriendo en Panamá donde no hay un trabajo serio en las bases, y no se está tomando muy en serio que Irving Saladino a sus 31 años, está en la curva del descenso, y parece que en forma inmediata no tiene un sucesor. Se hablaba de Jhamal Bowen, pero ha sido una gran decepción, pues, en 5 años y de haber participado en torneos de diferentes niveles, no ha podido siquiera alcanzar los 8 metros. Panamá ahora ha recurrido a la ‘importada’ Ivette Lewis, pero también la persigue el calendario, ya que tiene 29 años. Con un jefe casi vitalicio de la Fepat, que rehusa aceptar que tiene una escasez de atletas de alto nivel en pista y en campo, no se ve un futuro prometedora para el atletismo panameño. La verdad resulta triste y pero siempre es buena.

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