Celia, el golf y su recuerdo

Actualizado
  • 19/06/2019 02:00
Creado
  • 19/06/2019 02:00
El asesino de la golfista española, Coolin Richards, ha sido condenado a cadena perpetua

Las muertes de los protagonistas del deporte siempre serán difíciles de leer. Ni siquiera es un tipo de lectura que se disfrute escribir, sin embargo el texto que les presento a continuación se manifiesta con la mayor cautela posible y con el objetivo de honrar a quien hace meses despidió su existencia.

En septiembre del año pasado Celia Barquín, de nacionalidad española y estudiante en la Universidad de Iowa en Estados Unidos, perdió la vida a manos de un desconocido mientras entrenaba golf. El sujeto, en un instante de desequilibrio, le arrebató algo que no se le puede devolver a nadie, algo que no cicatrizará la llaga familiar ni con la peor condena.

En su caso, Celia era una chica que dedicaba su tiempo al estudio y al deporte, el golf era su práctica más común e incluso ya lo hacía con la mirada puesta en ascender a lo profesional. Su último laurel fue el campeonato de Europa amateur junto con la participación frecuente en equipo nacional.

Una deportista que, como lo dicen sus padres, respetaba a sus profesores, a sus compañeros, a sus contendientes y en general a cuanto humano se le cruzaba en su camino. ¿Por qué tuvo que ser ella? Una promesa en el juego que sin culpa alguna fue víctima de la abundante irracionalidad que se respira.

Bueno pues, hace apenas unas horas su agresor, Collin Richards, de 22 años, se ha declarado culpable del homicidio de la joven Barquín. Motivo por el cual esta persona tendrá que cumplir la sentencia de cadena perpetua sin derecho a libertad condicional. Un joven que, de acuerdo con el diario El País , ya contaba con antecedentes como violencia doméstica, acoso y robo.

No existe la suficiente justicia para devolver la calma y la normalidad doméstica a todas las personas que fabricaron un vínculo más cercano, pero ahora no queda más que dignificar su recuerdo y tener un pensamiento generoso que permita creer que la casualidad nunca nos pondrá sobre dicha vía.

Es por eso mismo que en la redacción de esta columna no se incorporó el procedimiento que Richards llevó a cabo para quitarle la vida. No tiene ningún caso hacer mención de las acciones que el muchacho ejecutó, simplemente y como se dijo desde un principio, hay que aprender de Celia, alguien que luchaba por sus ideales y que se dedicaba en alma entera a su pasión: el golf.

Ojalá existiera un juramento tangible donde se nos asegurara la ecuanimidad para siempre. De manera desafortunada todos viajamos en un mismo tren donde amanece y anochece en algún momento, de un lado a otro sin saber qué o quién estará en la siguiente estación inesperada.

El ímpetu de levantarse e ir a entrenar, cuidar y asumir ese rol de profesional durante su marcha son cosas que deberíamos imitarle, porque la resignación es fundamental pero no basta, hay que salir por lo que uno anhela, por lo que uno suspira. Mientras estemos con vida tendremos esa oportunidad de ser los mejores en lo que hacemos. Justo como ella lo fue y justo como ella lo intentó.

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