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- 07/08/2025 00:00
La entrega del pabellón nacional a la selección panameña de Va’a no fue simplemente un acto protocolar.
Fue la cristalización de más de una década de remadas contracorriente, de silenciosos entrenamientos al amanecer, de paladas cargadas de historia polinesia y esfuerzo local.
Desde las tranquilas aguas del Pacífico panameño hasta el bullicioso Salón Amarillo del Palacio de las Garzas, esta delegación representa mucho más que un grupo de atletas: simboliza resistencia, tradición, inclusión y país.
Del 13 al 21 de agosto de 2025, la bandera panameña ondeará en las costas de Niteroi, Río de Janeiro, durante el Mundial de Distancia de Va’a, una disciplina que mezcla la cultura ancestral de la navegación con el rigor de la competencia moderna.
Y allí estará, entre más de 30 países, un equipo panameño que ha luchado por ganarse un espacio en un mundo dominado por potencias polinesias.
Va’a no es un deporte cualquiera. No surgió de una cancha ni de un laboratorio de rendimiento atlético. Surgió del océano. Es la canoa polinesia, una embarcación tradicional que desde hace siglos conecta islas, pueblos y culturas en el Pacífico. Su evolución en deporte no le ha quitado su espíritu: competir en va’a es también rendir homenaje a los ancestros que cruzaban océanos guiándose por las estrellas.
Panamá adoptó esta tradición en 2013, cuando se fundó el Panama Outrigger Club. Desde entonces, la organización ha llevado adelante una labor paciente y constante de formación, participación y visibilización. Sus logros no solo se miden en medallas, sino en el crecimiento de una comunidad diversa de remeros que entrena, compite y promueve valores como la inclusión y el respeto por el mar.
Durante la entrega del pabellón nacional, el presidente José Raúl Mulino fue claro en su mensaje: “Traigan muchas medallas al país”. Pero más allá de las preseas, la verdadera victoria está en lo que simboliza esta selección.
Juan Carlos Cedeño, presidente del club y representante del equipo, recibió la bandera en nombre de una delegación que ha pasado años remando con fuerza desde la periferia del deporte nacional. Hoy, su presencia en la antesala del Mundial no es casualidad: es el resultado de haber clasificado a pulso, superando torneos continentales y rigurosos filtros de la Federación Internacional de Va’a.
Pero la gran novedad este 2025 no solo está en la amplitud de la delegación —que incluye categorías juveniles, máster y élite, tanto masculinas como femeninas—, sino en la incorporación de Aníbal Miranda, el primer paratleta panameño en competir en la categoría parava’a.
“Lo que intentamos también es llevar el mensaje de que el deporte incluye”, declaró Miranda a los medios, con la convicción de quien no solo se ha preparado físicamente, sino también emocionalmente, para asumir un rol pionero.
Su inclusión en la delegación marca un hito. No por paternalismo, sino por el reconocimiento de que el deporte adaptado debe tener el mismo nivel de visibilidad, exigencia y apoyo institucional que cualquier otro.