Un apellido, un emporio

Actualizado
  • 24/01/2010 01:00
Creado
  • 24/01/2010 01:00
De hablar tranquilo, pero tono irreverente cuando quiere cuestionar algo que le parece injusto e indigno, este hombre es el artífice de ...

De hablar tranquilo, pero tono irreverente cuando quiere cuestionar algo que le parece injusto e indigno, este hombre es el artífice de uno de los emprendimientos empresariales más sobresalientes de Panamá.

Su trato jovial y sin ostentaciones esconde la fertilidad de un camino no falto de obstáculos y que inició desde los tiempos de estudiante en el Instituto Nacional, cuando iba en las tardes a ayudar a su padre, Manuel Eleuterio Melo Villar, en el pequeño almacén agrícola “El Agricultor”, en la Avenida B, ubicado de la capital del país.

El avance en las respuestas a las preguntas hechas en entrevista con La Estrella fue descubriendo de Arturo Melo Sarasqueta al empresario exigente y trabajador, pero también al hombre de familia, sensible y deseoso de apoyar con becas la educación de sus colaboradores.

Nacido el 15 diciembre de 1931 en la capital panameña, Arturo Melo es el presidente del Grupo Melo, organización que cuenta ahora con 4,400 empleados, con ramas de negocios que abarcan alimentos, maquinaria, construcción y bienes raíces, y que reportó ventas por el orden de los $265 millones en 2008. Las cifras de 2009 no fueron presentadas.

Para Arturo Melo el relato de su historia debe partir de las tardes en que iba a ayudarle a sus padres al almacén, porque fue entonces cuando “nació su vida como empresario”.

En ese entonces, su padre don Manuel era el gerente y dependiente, mientras que su madre, doña Libertaria Sarasqueta, se encargaba del manejo de la caja. Dos empleados más colaboraban en el negocio.

Después de graduarse con honores en secundaria, Arturo Melo viajó en 1950 a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Minnesota, en donde obtuvo una Licenciatura y una Maestría en Economía.

LAS BASES DE LA EXPANSIÓN

“Regresé en 1954 a Panamá y volví a trabajar en ese primer almacén”, recordó Arturo Melo, para quien la aspiración en ese momento era conseguir un salario de $400, ya que se había casado en Estados Unidos y tenía además un hijo que mantener. Pero en el almacén sólo le podían pagar $150 al mes, por lo que consiguió un segundo empleo para completar el ingreso en el Instituto de Fomento Económico, en donde le pagaban $250 al mes.

En el almacén, que sigue operando en el mismo lugar, se vendían alimentos para animales, medicamentos para aves, pollitos, insecticidas y fungicidas. El siguiente paso fue tomar un depósito más grande en la Avenida B.

Con el tiempo don Arturo vio otra oportunidad para la apertura de una fábrica de insumos para animales en el área de Río Abajo en plena ciudad, y empezó a importar fertilizantes a mayor escala.

El presidente de Grupo Melo contó que se siguió trayendo pollitos por avión de Estados Unidos: “yo, con algunos libros hacía entretanto lo mejor posible de la fórmula a fin de producir alimentos para animales”, rememoró.

Entre ensayo y error, esta familia de emprendedores se dio cuenta que era mejor negocio incubar y vender los pollitos en el país que producir los alimentos. Y fue el inicio de una nueva etapa. “Los pollitos criados en el país no tenían el estrés del vuelo desde Estados Unidos”, recordó Melo.

Luego fueron agregando otras actividades que poco a poco llevó al grupo a contar con su cuarta fábrica de alimentos, que terminó de construirse el año pasado.

Durante este recorrido se pasó de una primera fábrica a una mejor, y después a otra, además se desarrolló una finca de reproductores en el área de Cerro Azul, en la cual se instalaron incubadoras. Así mismo, se instalaron varias plantas de procesamiento, en Gatuncillo y en Pueblo Nuevo, además de una en Juan Díaz que ha sido expandida.

NUEVAS OPORTUNIDADES

El líder de Grupo Melo narró que de las operaciones de fincas de pollos en Cerro Azul surgió la posibilidad, hace como 20 años, de darle otro destino a tierras que no eran aptas para esa actividad, por lo que se hizo un desarrollo que ha permitido la venta de más de 2,000 lotes, al igual que la construcción de alrededor de 700 casas.

Nació además el proyecto de residencias de campo Altos de María, al oeste de la capital, y hay terreno disponible para otros desarrollos.

Los almacenes agrícolas también crecieron hasta llegar a tener 38 establecimientos y se inauguró la cadena de restaurantes Pío Pío, de la cual hay 60 establecimientos en Panamá y las primeras sucursales que fueron abiertas el año pasado en Barranquilla (Colombia).

Otras líneas que se sumaron fueron los almacenes de construcción, de los cuales hay 15, y los almacenes agrícolas para el interior (Pet & Garden).

Para el presidente de Grupo Melo, quien acostumbraba antes mucho caminar por las montañas en las fincas de la organización, el buen trato generó una confianza en los clientes que contribuyó a catapultar el crecimiento.

VISIÓN DE FUTURO

Para don Arturo Melo el futuro tiene cosas buenas por venir. Reconoce, sin embargo, que se ve difícil el mañana si se piensa en la inversión con los restaurantes en Colombia, por el gravamen de 17% con el Impuesto al Valor Agregado (IVA) que se aplica a los alimentos en el país sudamericano.

“El sector formal está por esto en desventaja respecto al sector informal”, manifestó el empresario.

Un aspecto que no ve justo es la restricción de acceso al pollo en el mercado estadounidense.

“Estamos certificados y le vendemos algo de pollo a la base estadounidense de Palmerona en Honduras y estamos certificados por el Ejército de Estados Unidos, pero no podemos exportar el producto al país norteamericano”, señaló.

Se abstuvo de hablar sobre los nuevos planes de la empresa, hasta que se concreten. Prefirió expresar de manera amplia su punto de vista sobre el futuro de Panamá.

Para la cabeza de Grupo Melo, el porvenir del país dependerá de la mejora que se dé en el sistema educativo panameño, y ya que se desaprovechó la oportunidad que se tuvo hace 27 años de hacer una reforma en el sector.

“Hay escuelas como El Rubiano, en San Miguelito, en la que se dan cinco cursos diferentes al día. Es el sistema de cama caliente que tanto criticaron en Chile, porque siempre había alguien descansando antes de iniciar un nuevo turno, mientras otras personas trabajan”, criticó.

Puntualizó que Panamá tiene posibilidades para desarrollarse, y que lo que ocurra dependerá de la capacidad de los panameños de sacar provecho de las bendiciones recibidas.

El espacio de cerca de dos horas que duró la charla con este emprendedor fue al final poco para conocer sobre esta historia de sacrificio y trabajo. Lo que sí quedó claro fue la inquietud e innovación que, por años, ha sido en el principal motor de un emporio que se apresta a seguir creciendo.

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