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- 27/03/2016 01:00
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Felicitaciones, Marco Rubio. Usted está libre. En primer lugar, porque su candidatura a la presidencia ha finalizado, y ya anunció que no se presentará a reelección para el cargo en el Senado, ya no está atado a los planes que otros tenían para Ud. En diciembre de 2011, en Washington, me encontré con otra senadora republicana que formaba parte del establishment del Partido Republicano.
Moderada en inmigración, esta senadora deseaba redactar un proyecto de ley que incluyera a los Soñadores —esos jóvenes inmigrantes indocumentados que fueron traídos a Estados Unidos de niños. ‘¿Por qué no incluir a Rubio?', pregunté. ‘No', dijo ella. ‘Esto va a ser desagradable. Tenemos grandes planes para Marco.'
No dijo cuáles eran esos planes. Pero estaba claro que su colega lo consideraba de gran valor para el Partido Republicano, y quería que Ud. llegara lejos.
También está libre para ganar un buen sustento. Tiene cuatro hijos a quienes probablemente desee enviar a la universidad. Como abogado, conferenciante, autor y consultor, podría ganar más de un millón de dólares el año que viene. Cuenta con muchos dones, y ha llegado el momento de que coseche su recompensa. Muchas de sus cualidades se pusieron de manifiesto en meses recientes. Es joven, inteligente, telegénico y pega fuerte, piensa rápido, conoce la política exterior y se comunica con naturalidad —ya sea en la radio, televisión, o frente al público.
Finalmente, atrae a dos grupos que a menudo chocan: los hispanos y esos estadounidenses blancos que temen el crecimiento de nuestra comunidad.
Y, en la medida en que quiera serlo, también está libre de ese tema que ha causado tanto pesar: la inmigración. Es extraño que una persona que se describe como ‘hijo de exiliados' —que después enmendó esa frase a ‘inmigrantes' porque sus padres en realidad vinieron a Estados Unidos en 1956, antes de que Fidel Castro asumiera el poder— tuviera tantos problemas sobre cómo asegurar la frontera mexicano-americana, cómo proveer de trabajadores a los empleadores que los necesitan, cómo ajustar el sistema para inmigrar legalmente y qué hacer con lo que se estima que son once millones de inmigrantes indocumentados que ya están aquí.
Ojalá hubiera progresado en eso con la misma facilidad con que se creó enemigos. Los liberales lo acusaron de dar la espalda a los inmigrantes. Los conservadores le enviaron airadas misivas pidiendo ‘Vuélvase a México.' Demasiado étnico para algunos y no lo suficiente para otros, Ud. encarnó la experiencia hispana en Estados Unidos. Está libre de una cultura política en que una declaración torpe puede mandarlo a una zanja.
Consideremos el brillante intercambio que Ud. tuvo hace unos años con el locutor radial conservador, Rush Limbaugh, a quien le preocupaba que los inmigrantes legalizados votaran a favor de los demócratas. No necesariamente, dijo Ud. No si el Partido Republicano se adhiere a sus verdaderos valores —espíritu empresarial, un aparato de gobierno menor, libertad individual y una defensa fuerte. Esa era una competición que el Partido Republicano podía ganar, dijo Ud., y Limbaugh fue colocado en la extraña posición de discutir con alguien que parecía creer más que él en el poder persuasivo de los principios conservadores. Ud. no brilló tanto cuando, durante un debate republicano hace unas semanas, se volvió a Ted Cruz y —en un golpe bajo cultural— acusó a su compatriota cubano-americano de no hablar español. Por ser alguien a quien la izquierda acusa a menudo de ser un vendido, no debería haber hecho eso.
Y lo que es más importante, es libre de ser su propio hombre, de tener sus propios pensamientos, y de escribir su destino. Recuerde lo que dijo sobre sus padres en la Convención Nacional Republicana de 2012, en Tampa: ‘Emigraron a Estados Unidos con poco más que las esperanza de una vida mejor. Mi padre era barman. Mi madre fue cajera, mucama en un hotel y empleada de almacenamiento en Kmart. Nunca fueron ricos. Y sin embargo, tuvieron éxito —porque sólo a unas décadas de distancia de la desesperanza, hicieron posible para todos nosotros, todo lo que había sido imposible para ellos'. Su momento mejor fue siempre cuando hablaba sobre lo que Ud. llamaba ‘el milagro norteamericano' —el hecho de que, en este país, sueños que en otros lugares son inalcanzables se hacen realidad. Entonces, ¿cuál es su sueño? Ser presidente es lo que los otros esperaban de Ud. es hora de reclamar su propio milagro.
Vaya con Dios, Marco. Actuó bien. Nos enorgulleció. Ahora que tiene su vida de vuelta, asegúrese de vivirla al máximo.
ANALISTA DE THE WASHINGTON POST
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‘Demasiado étnico para algunos y no lo suficiente para otros, Marco Rubio encarnó la experiencia hispana en Estados Unidos'.
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‘Es libre para ganar un buen sustento. Tiene 6 hijos a quienes probablemente desee enviar a la universidad'.