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Panamá y el Mercosur: una alianza estratégica con oportunidades y desafíos reales
- 10/11/2025 00:00
Panamá ha dado un paso importante al convertirse en miembro asociado del Mercado Común del Sur (Mercosur), un bloque que integran: Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Más allá de su simbolismo político esta adhesión abre la puerta a nuevas oportunidades para diversificar la economía, atraer inversión extranjera y fortalecer el papel del país como plataforma de servicios innovación y comercio en América Latina.
La decisión llega en un momento clave. Tras un 2024 de ajustes y tensiones sociales Panamá busca recuperar su ritmo de crecimiento. Según la Contraloría General de la República, el PIB aumentó 2.9 %, una cifra modesta pero positiva si se considera el contexto de incertidumbre y la paralización de proyectos importantes. Este resultado dejó claro que el país necesita depender menos de sectores específicos y ampliar su base productiva para crecer de forma más equilibrada.
En ese escenario, el Mercosur aparece como un espacio de expansión. Con más de 300 millones de habitantes y un PIB combinado de más de 2.5 billones de dólares el bloque ofrece un mercado grande y dinámico. Para Panamá representa la posibilidad de colocar más productos y servicios en el sur del continente y de reforzar su papel como punto de conexión logística y financiera de la región.
En 2024 las exportaciones panameñas alcanzaron 1,294 millones de dólares, según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC). Aunque crecieron 8.6 % frente al año anterior siguen representando menos del 2 % del PIB. Esto demuestra que hay margen para crecer y que la apertura hacia el Mercosur podría ayudar a diversificar los destinos de exportación reduciendo la dependencia de Estados Unidos y Europa.
A su vez, los servicios uno de los pilares más fuertes de la economía panameña continúa siendo un motor de ingresos. De acuerdo con el Ministerio de Comercio e Industrias (MICI) el país generó cerca de $5,000 millones en exportaciones de servicios durante el primer trimestre de 2025, impulsadas por el transporte marítimo la aviación y las finanzas. La membresía asociada al Mercosur puede ampliar este liderazgo y conectar a Panamá con nuevas demandas logísticas tecnológicas y empresariales.
Sin embargo, no todo son beneficios. La integración regional también trae desafíos que deben analizarse con la misma seriedad con la que se celebran las oportunidades.
La adhesión al Mercosur no solo abrirá las puertas para vender más productos sino también para recibir importaciones de economías más grandes con subsidios agrícolas importantes. Esto podría afectar especialmente a los productores locales de carne leche soya o maíz que tendrían que competir con precios más bajos.
El sector agropecuario panameño que sostiene miles de empleos rurales y es clave para la seguridad alimentaria podría verse presionado si no se establecen políticas de apoyo y modernización. Sin acompañamiento técnico financiero y de innovación la apertura comercial podría agrandar las brechas entre los productores con más recursos y los más pequeños generando desigualdad y pérdida de empleos en el campo.
Otro punto que merece atención es la inestabilidad económica y política que históricamente ha caracterizado al Mercosur. Las crisis recurrentes en Argentina y los vaivenes económicos de Brasil suelen provocar devaluaciones, restricciones cambiarias y medidas proteccionistas que afectan las relaciones comerciales.
Esto significa que Panamá se vincula con un socio de enorme potencial, pero también de alta volatilidad. En la práctica esa inestabilidad puede modificar los términos de intercambio e incluso afectar los flujos de inversión si las condiciones dejan de ser predecibles.
Más allá de los aspectos comerciales la integración exige ajustes normativos y administrativos. Alinear parte del marco regulatorio panameño con el del Mercosur podría requerir adoptar normas técnicas sanitarias o arancelarias más complejas y burocráticas que las que Panamá ha mantenido históricamente bajo su modelo más abierto al libre mercado.
Estos cambios implican costos de adaptación tanto para el sector público como para el privado. Requerirán coordinación entre el MICI, la Autoridad de Aduanas, el MIDA y otras instituciones para que las reglas sean claras y no se conviertan en un obstáculo para los negocios. Si no se maneja con cuidado la convergencia regulatoria podría generar más trámites que beneficios.
La discusión sobre la adhesión al Mercosur debe ser amplia y participativa. Presentarla como un consenso nacional sería un error. Hay sectores —sobre todo el agrícola el ganadero y el lechero— que podrían sentir amenazada su estabilidad. Sus preocupaciones son legítimas y deben formar parte de la conversación.
Escuchar a los productores y diseñar políticas de transición es clave para que la integración no se perciba como una medida impuesta desde arriba sino como una estrategia compartida para fortalecer el desarrollo nacional. La apertura no debe verse como una amenaza sino como una oportunidad acompañada de apoyo y modernización.
A pesar de los desafíos, la relación con el Mercosur ofrece un horizonte interesante si se gestiona con visión. Panamá posee ventajas comparativas notables: estabilidad macroeconómica dolarización conectividad global e infraestructura logística de clase mundial. Estas condiciones pueden atraer empresas del sur interesadas en establecer centros de distribución, innovación o servicios en territorio panameño.
El desafío está en convertir las oportunidades en resultados concretos. Para lograrlo se necesita fortalecer el capital humano modernizar las instituciones y atraer inversión de largo plazo. Un diálogo constante entre el sector público y el privado será fundamental para definir prioridades y aprovechar de forma inteligente las oportunidades que surjan especialmente en el agro.
La experiencia de países como Chile y Uruguay demuestra que una integración bien planificada puede traducirse en crecimiento sostenido. Ambos supieron transformar la apertura en política de Estado apostando por la innovación la capacitación y la gobernanza económica moderna. Panamá puede seguir un camino similar si logra combinar apertura con estrategia.
El ingreso al Mercosur no debe verse como un acto de fe sino como una decisión pragmática que exige planificación. Panamá tiene la oportunidad de ser un puente entre el norte y el sur del continente, pero ese papel debe construirse con inteligencia y equilibrio.
El país debe aprovechar las oportunidades que ofrece la integración sin descuidar a los sectores más vulnerables. Si se gestiona con transparencia diálogo y visión de futuro la alianza con el Mercosur puede convertirse en un pilar para un crecimiento más inclusivo sostenible y humano.
La decisión ya está tomada. Ahora el reto está en implementarla con sensatez y coherencia para que la apertura no sea solo un titular político sino una verdadera palanca de desarrollo nacional.