La salida

Actualizado
  • 12/10/2013 02:00
Creado
  • 12/10/2013 02:00
He aquí una salida. El presidente Obama, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y otros líderes del Congreso se reú...

He aquí una salida. El presidente Obama, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, y otros líderes del Congreso se reúnen en la Casa Blanca. Después de la reunión, el presidente anuncia que el gobierno se compromete a sostener negociaciones con el Congreso sobre reducciones de gastos, que incluirán explícitamente el Seguro Social y Medicare. También en el temario del día figurarían propuestas para eliminar —o reducir drásticamente— programas obsoletos, ineficaces o marginales. Estos ahorros ayudarían a reemplazar el ‘secuestro’: los recortes automáticos y sin sentido de muchos programas discrecionales. Pero las negociaciones no comenzarán, agrega Obama, hasta que el Congreso eleve el techo de la deuda y apruebe una resolución continua ‘limpia’ para terminar con el ‘cierre’ parcial del gobierno.

Boehner después se acerca al micrófono y agradece al presidente por avenirse a sostener negociaciones que cubran el Seguro Social y Medicare. Todo lo que los republicanos de la Cámara han querido, dice Boehner, es una negociación genuina ligada a la terminación del cierre y a la elevación del techo de la deuda. Obama da unas palmaditas a Boehner en la espalda y dice que siempre ha querido negociar, pero que se negaba a hacerlo cuando se los amenazaba con un cierre o con un incumplimiento de pagos. Con apoyo de ambos partidos, la Cámara y el Senado aprueban rápidamente la necesitada legislación, y se escriben y pronuncian miles de palabras sobre quien ‘ganó’ el enfrentamiento del presupuesto.

En realidad, todos ganan, porque el país evita la incertidumbre, el posible caos y la profunda vergüenza de no pagar sus cuentas —una eventualidad en otra época impensable, que marcaría a Estados Unidos como un estado inescrupuloso. Las consecuencias para la economía norteamericana y las economías del mundo, así como para la opinión pública en este país y en el exterior, serían incalculables. El dólar, después de todo, no es sólo la moneda de Estados Unidos; es también la principal moneda utilizada para el comercio y las inversiones internacionales.

Vale la pena recordar que los mercados financieros —de valores, bonos, cambio extranjero, materias primas— exhiben una psicología de masas. No reaccionan meramente a los acontecimientos; reaccionan a la manera en que piensan que reaccionarán los demás. Si los inversores y traders piensan que otros inversores venderán, tratarán de vender primero. Un temible resultado podría ser una estampida del dólar, que (según sostiene un estudio del Tesoro) podría hacer que las tasas de interés se dispararan, las acciones cayeran y los mercados de crédito se ‘congelaran’. La economía ya débil se debilitaría aún más y posiblemente caería en una recesión.

Algunos observadores son más optimistas. El economista de Harvard, Martin Feldstein, dice que la no elevación del techo de la deuda no debe ‘amenazar nuestra reputación crediticia’, porque el gobierno cobra amplios impuestos para pagar el interés de la deuda. Aunque técnicamente correcta, esa apreciación no tiene en cuenta el punto más amplio. Si el gobierno no paga algunas cuentas ahora, podría decidir —en algún momento en el futuro— saltearse los pagos de la deuda. ¿Quién puede saber? La administración fiscal sería más impredecible, lo que (probablemente) resultaría en tasas de interés más elevadas para la deuda del Tesoro. Hasta Feldstein concede que la incapacidad sostenida de pedir préstamos ‘tendría serias consecuencias económicas.’

La clave de un acuerdo exitoso es que cada bando entregue algo importante al otro. La Casa Blanca reconoce que el Seguro Social y Medicare son esenciales para un control verdadero de los gastos. Los republicanos abandonan su oposición a un aumento ‘limpio’ del techo de la deuda y a una resolución continuada. Aunque las negociaciones subsiguientes podrían fracasar, el acuerdo sería muy preferible a la parálisis actual, que constituye un pacto suicida de ambos partidos que conduce a la desgracia nacional.

LA COLUMNA DE ROBERT SAMUELSON

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