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Tortuga, la comunidad Emberá Wounaan que impulsa su economía con el bosque




- 14/06/2025 23:00
La comunidad de Tortuga se encuentra ubicada dentro de la comarca Emberá Wounaan, en la provincia de Darién, Panamá. Más específicamente, en el distrito de Cémaco.
Cuenta con 360 habitantes, organizados en 44 familias, que viven alrededor de una extensa zona boscosa, que les provee todos los recursos naturales para subsistir: pesca, siembra y conservación forestal.
Precisamente con su actividad forestal, Tortuga se ha convertido en un ejemplo de aprovechamiento sostenible en Panamá, tras la puesta en marcha de su plan de manejo comunitario en 2019, que les ha permitido generar su propio desarrollo social y económico.
Con el acompañamiento técnico del Ministerio de Ambiente, la comunidad ha logrado establecer parcelas de monitoreo, sistemas de rendición de cuentas y un mecanismo de reinversión de los ingresos obtenidos por la venta legal de madera en obras que benefician a todos, como viviendas y caminos de acceso. Además de que el proyecto aplica una metodología internacional promovida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) y el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE).
Entre las especies aprovechadas están: el espavé, bálsamo, roble y cedro amargo. La comunidad cuenta con una directiva, que vela, no solo por la actividad forestal, sino también por hacer cumplir los permisos de MiAmbiente, contó Etelvino Souza, líder comunitario, a La Estrella de Panamá, como parte de una gira especial.
Mientras nos adentramos a la comunidad, Souza explicó que prácticamente son nuevos dentro de este proyecto forestal, con el que llevan cuatro años. Mencionó que actualmente trabajan 7.500 hectáreas, en un ciclo de 22 años, con áreas de aprovechamiento anual de 260 hectáreas, que representa un manejo escalonado del recurso durante poco más de dos décadas.
“Cada año intervenimos una parcela distinta y dejamos regenerar el área por un periodo de 22 años. Ningún árbol se toca antes de ese tiempo. Hemos conservado el bosque por más de 500 años y ahora, con responsabilidad, lo aprovechamos para tener un impacto positivo en su diario vivir”, destacó el líder comunitario de Tortuga.
Añadió que “en cuanto a los ingresos eso varía o depende de la cantidad de poda que se realiza en el año. Por ejemplo, en el primer año tuvimos casi un millón y medio de pies tablares de madera. En el siguiente año eso fue aumentando, para este 2025 la poda es menor porque no derribamos almendro, que es nuestra especie que genera más ganancia”.
El almendro de montaña, incorporado a la lista de especies protegidas por la Convención CITES, se encuentra en evaluación para garantizar que los aprovechamientos no afecten su capacidad de regeneración natural antes de autorizar cualquier utilización.
Actualmente, MiAmbiente acompaña el desarrollo de 10 planes de manejo comunitarios en las comarcas Emberá Wounaan y Guna de Wargandi en la región de Darién, y Guna de Madungandi en la región de Bayano, beneficiando directamente a más de 7.000 personas y cubriendo más de 171 mil hectáreas de bosque tropical. La estrategia es detener la deforestación por cambio de uso del suelo y la degradación forestal debido a la tala y comercio ilegal de madera, explicó Carlos Espinosa Peña, director nacional Forestal de la entidad.
Además del aprovechamiento maderero, la comunidad ha desarrollado sistemas agroforestales y enriquecimiento de rastrojos. También cuentan con árboles semilleros y viveros comunitarios para producir las plantas de especies como almendro, espavé y bálsamo, las que utilizan para restaurar los patios, caminos y otras áreas intervenidas por el proyecto. Además, incluyen otros componentes, como sistemas agroforestales, en los que se mezclan especies forestales nativas con cultivos como café, aguacate y plátano para fortalecer la seguridad alimentaria y autosostenibilidad.
Si bien Tortuga ha logrado ver en la actividad forestal una forma de salir adelante, sus moradores exigen al Gobierno soluciones reales, tras las carencias de agua, luz, salud y educación, que no les llega por falta de una carretera que brinde un mejor acceso.
María Cabrera, quien vive en Tortuga, nos contó que la única escuela que se encuentra en la comunidad no tiene servicios básicos, los profesores son pocos y la infraestructura se está cayendo.
“Necesitamos más paneles solares, necesitamos tableros, necesitamos sillas y que se hagan varias reparaciones, ya sea en los baños y comedores. Esta situación ha llevado a que los profesores no quieran venir por las condiciones que estamos porque ven que no hay agua, carretera, ni un lugar seguro donde estar”, lamentó Cabrera.
Añadió que “por ahora, solo hay un maestro que da clases de primer hasta sexto grado, y hay otro que solo da kinder, que es una muchacha. No hemos podido conseguir una profesora aquí normalmente”.
Esta joven residente manifestó que en época de lluvia la escuela, que solo da clases dos veces a la semana, se vuelve una cuna de criaderos de mosquitos, moho y humedad.
La falta de una escuela digna no es solo un problema, sino el comienzo de otro. Una vez que estos niños terminan la primaria enfrentan el desafío de no poder cursar su premedia y la universidad por falta de recursos. El centro educativo más cercano es el de Lajas Blanca que ofrece premedia y universidad, pero está a seis horas de distancia en piragua, explicó Cabrera.
“Muchos padres si dejan a los niños en la comarca de Lajas Blanca no los pueden ver porque de Lajas Blanca a Tortuga son seis horas y sólo en combustibles se están gastando más de $100 y no le quedan para estar yendo cada rato”, indicó la joven residente.
En materia de salud, Tortuga sufre de casos de malaria, vómito y diarrea, estos dos últimos producidos por el mal estado del agua que las personas consumen y que viene de los ríos y quebrada. Actualmente no cuenta con un centro de salud, que les ofrezca atención primaria.
Según Marcia Cabrera, otra moradora de la comunidad, la falta de luz también produce que no tengan señal de línea telefónica y para cuando alguien se enferma o muere no tienen cómo ponerse en contacto con las autoridades de manera inmediata porque lo único que tienen es el río para trasladarse, pero en cada recorrido hay un tiempo de seis horas hasta llegar a Lajas Blanca.
“Esta comunidad está en el olvido y nosotros necesitamos apoyo en esta comunidad, la verdad”, manifestó Cabrera.