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- 11/11/2008 01:00
- 11/11/2008 01:00
Soy un defensor de la libertad, una persona que quiere ayudar a que todos los costarricenses vivan mejor y estoy también —como presidente de la Red Liberal de América Latina— en un proyecto para ayudar a que todos los latinoamericanos vivamos mejor. Soy muy intenso en lo que me apasiona. Creo que eso me define bien.
Es muy interesante. Cuando escogimos la palabra en 1994, que empezamos el proceso de inscripción de nuestro partido, el vocablo ‘libertario’ no existía en Costa Rica. La gente se fue al diccionario y se encontró con algo así como “anárquico”, “anarcocapitalista” o cosas como esas. A nosotros eso nos sirvió para explicar que el libertario que nosotros defendemos es un libertario anglosajón: el liberalismo clásico. Una filosofía política diferente al neoliberalismo, que en toda América Latina está muy estigmatizado. Eso nos ha permitido, a lo largo de estos años, ir posicionando el vocablo y hoy en día miles de costarricenses se definen como libertarios.
Los libertarios no somos ni de izquierdas ni de derechas. La derecha tradicionalmente es asociada con movimientos conservadores. Sí, defienden libertades económicas pero no son amigos de las libertades individuales. Nosotros defendemos la libertad en todas sus expresiones.
Creo que hay una corriente —muy fuerte— nostálgica del estatismo. Una corriente intervencionista. De alguna forma también es una corriente que violenta los principios básicos de la democracia liberal, que no cree mucho en la separación de poderes. Esas características están hoy presentes en muchas sociedades, y en algunas con mucha fuerza. Hoy, más que nunca, movimientos como el nuestro son totalmente necesarios para detener ese tsunami que amenaza con barrer nuestras libertades. La democracia está amenazada.
Todo autoritarismo, sea de izquierda o de derecha, termina vulnerando las libertades de los individuos, y lo que vemos con preocupación es la forma cómo la separación de poderes en nuestras sociedades tiende a reducirse. Tienen un centralismo peligrosísimo, porque cuando te das cuenta tienes a personas con tal nivel de poder que, como bien decía hace muchos años Lord Acton, terminan por corromperse absolutamente.
No en vano se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y hay otro refrán que dice que “quien no conoce la historia, está condenado a repetirla”. Pero incluso cuando ves como el pueblo nicaragüense, por ejemplo, elige a Daniel Ortega dices “¡Por Dios, que están haciendo!”. Lamentablemente, no terminamos de comprender que el poder corrompe. Los libertarios creemos que no existen las dictaduras benévolas.
Yo diría que las propuestas de políticas públicas basadas en la eficiencia en el gasto público, en promover la competencia económica, en la reducción de los niveles de impuestos, en la desregulación de la economía, el impulso de políticas fiscales responsables, no han muerto. Esas propuestas siguen siendo muy válidas. Hay muchas personas que se han apresurado a decir que esta crisis fue incubada con las reformas desregulatorias de esa época, lo que es absolutamente falso.
Esta crisis se da por otras razones que nada tienen que ver con las propuestas de desregulación general de la economía que se impulsaron en la época de Reagan y Tatcher. Es más, considero que ambos se quedaron cortos desregulando y debieron haber ido más allá. La crisis tiene su origen en el intervencionismo del Estado en empresas de hipotecas. Luego se impulsaron políticas públicas donde se les dijo a estas empresas que prestaran dinero inclusive a personas sin capacidad para pagar. Se fue creando una burbuja que, aunada a la falta de supervisión y las normativas intervencionistas en el mercado hipotecario, finalmente reventó. El gran riesgo es que muchas personas ahora creen que murió el capitalismo y creen que el Estado debe intervenir más. Hay que evitar esa tentación pues parte de un análisis errado de las causas de la crisis.
No coincido con Stiglitz. Conozco otros premios Nobel de Economía que mencionan que esta crisis debería hacerle ver a los intervencionistas de mercado que no pueden prestarle dinero a personas sin capacidad de pago y que el Gobierno debe entender que no puede meterse en un mercado privado como el de las hipotecas. EEUU —y el mundo— está pagando el precio de una mala supervisión y un intervencionismo inadecuado en el mercado financiero.
Lamentablemente la cura encontrada en EEUU resuelve el problema en el corto plazo y baja la tensión, pero aumenta el riesgo moral. En economía, esto significa que si usted sabe que al final le van a perdonar las deudas, que al final la factura se la van a pasan a otros, entonces tiene un incentivo a seguir manejando las cosas de manera irresponsable. Y otros agentes económicos ven eso. Ese precedente hace que el sistema sea manejado por personas que asumen más riesgos de la cuenta, y se vuelve a generar el problema. Hasta que no entendamos que las pérdidas hay que individualizarlas vamos a estar condenados a seguir repitiendo el patrón.
¡Claro! El Estado tiene un papel fundamental en la sociedad. Y es el de defender los derechos de los individuos, es el gran árbitro que establece las reglas del juego de manera expedita, implacable e imparcial. Lamentablemente, lo que está haciendo el Estado norteamericano es favorecer a unos pocos y perjudicar a la mayoría.
Definitivamente a los pacifistas del mundo nos debe preocupar que personas con historiales de violación de derechos se unan bajo un común denominador que es el antiamericanismo. No importa cuán empobrecidos tengan a los habitantes de sus sociedades, esa es la goma que los une y que hace que se obvien las violaciones en esas poblaciones. Esto hace que junten recursos para aumentar la cantidad de personas que compartan esa visión, y que apoyen terroristas o grupos guerrilleros. Son, también, mucho más laxos con delitos internacionales y se convierten en guaridas de narcotraficantes, etc. Así como condenamos las intervenciones de EEUU en Irak y en todo el mundo, también debemos condenar la actitud de estos países.
El libertario anarcocapitalista lleva el tema así. Idealmente llega un momento en que el Estado, como ficción jurídica creada por los seres humanos para garantizar sus derechos, se hace irrelevante e innecesario.
Yo conozco que la teoría me lleva allá, pero también tengo un enfoque práctico de cómo aumentar la libertad de los individuos en la sociedad actual. Entonces, a pesar de que puedo simpatizar con ideas como esas y construir modelos teóricos, utópicos, sobre esa sociedad sin Estado, la realidad es que no visualizo que en varias generaciones se consiga. Yo tengo mi norte, que es buscar la máxima libertad del individuo, y en función de eso estoy a favor o en contra de las cosas. Por eso es que la referencia ideológica es tu ancla, es la que te da tu norte, y te permite ir aunque sea a pasitos cortos, caminando hacia la sociedad que deseas.
Indudablemente Adam Smith, que fue un filósofo extraordinario. Más reciente tenemos un anarcocapitalista como Murray Rothbard, que fue muy profundo. Diría que esos son algunos de los referentes que tengo.