La graduación de Chile

Actualizado
  • 18/12/2009 01:00
Creado
  • 18/12/2009 01:00
Mientras todo el mundo estaba prestando atención a los resultados de la primera vuelta electoral de Chile el 13 de diciembre, en que gan...

Mientras todo el mundo estaba prestando atención a los resultados de la primera vuelta electoral de Chile el 13 de diciembre, en que ganó el candidato de derecha Sebastián Piñera, hubo otro evento que pasó casi inadvertido, pero que probablemente será recordado como un evento mucho más importante en la historia de ese país.

En una reunión realizada dos días después en París, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el club de las treinta democracias más ricas del mundo, invitó a Chile a convertirse en un país miembro. Chile se había postulado para integrarse al la OCDE hace dos años —junto con Rusia, Israel, Estonia y Eslovenia—, y fue el primero en ser admitido. Chile se convertirá así en el primer país sudamericano miembro de la OCDE tras una ceremonia oficial programada para el 10 de enero en Santiago.

Es probable que el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet haya querido minimizar la importancia de la reunión de París para poder darle mucho mayor relieve mediático a la ceremonia en Chile, y utilizar ese evento para darle un espaldarazo al candidato presidencial de la coalición de centroizquierda gobernante, Eduardo Frei, en la segunda vuelta electoral del 17 de enero.

Sin embargo, los gobiernos de centroizquierda de Chile de las últimas 20 AÑOS merecen todo el crédito por haberle demostrado al mundo que existe en Latinoamérica una izquierda moderna y financieramente responsable, que ha logrado reducir la pobreza más rápido que cualquiera de sus contrapartes de la región. En un continente donde abundan los demagogos que usan eslóganes izquierdistas como excusa para acaparar poderes absolutos y permanecer en el poder, lo de la izquierda chilena no es un logro menor.

En una entrevista telefónica desde la reunión de la OCDE en París, el ministro de Finanzas chileno Andrés Velasco me recordó que su país ha reducido la pobreza del 40% de la población a principios de los años 90, al 13% el año pasado. La pobreza extrema, a su vez, ha bajado al 3% de la población.

Cuando le pregunté cómo explica el éxito chileno, Velasco mencionó entre otros factores el que después de una época de violencia política y turbulencia económica en la década de 1970, se forjó en Chile un nuevo consenso nacional en favor de la estabilidad y los equilibrios económicos.

Más recientemente, dijo, la decisión del gobierno en el 2006 de ahorrar parte de los ingresos del reciente boom latinoamericano de exportaciones de materias primas para crear fondos de reserva —o sea, el ahorrar en años de vacas gordas para los años de vacas flacas— demostró ser una bendición cuando se produjo la crisis mundial este año. “En Latinoamérica, siempre hemos tenido una sucesión de auges de los commodities que terminan en crisis”, dijo Velasco. “En Chile, nos propusimos hacer lo contrario, y tuvimos éxito”.

Los economistas coinciden en que Chile usó sus ingresos del reciente boom de las materias primas mucho mejor que Venezuela, Argentina, Ecuador y otros productores de commodities. Además de crear fondos de ahorro contracíclicos, Chile recientemente creó un fondo de $6,000 millones cuyos intereses anuales se usarán para enviar 2,500 estudiantes por año a obtener maestrías y doctorados en universidades de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y Australia.

Mi opinión: El motor de la economía chilena se ha enfriado un tanto durante el gobierno de Bachelet —el país ha perdido algunos lugares en varios rankings de competitividad mundiales y sus tasas de crecimiento son menores que las de inicios de esta década—, lo que explicaría el éxito de Piñera en la primera ronda electoral.

Pero, independientemente de si una elección de Piñera en la segunda vuelta aceleraría o no el ascenso de Chile al Primer Mundo, la coalición izquierdista gobernante merece aplausos por sus logros de las últimas dos décadas. Chile se está graduando. Mientras otros gobernantes latinoamericanos que se autoproclaman de izquierda viven promoviendo conflictos en aras de sus proyectos políticos personales, la izquierda chilena ha hecho lo que se suponía que debía hacer: reducir la pobreza.

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