América Latina cierra el año con maratón de elecciones y giros políticos

Actualizado
  • 31/12/2021 00:00
Creado
  • 31/12/2021 00:00
La región vivió un ciclo de 14 comicios electorales que dejan un panorama más diverso para 2022, tanto en las diferencias ideológicas de los nuevos gobiernos como en la correlación de fuerzas continentales
El triunfo del bloque de izquierda de Gabriel Boric, en Chile, es uno de los principales giros políticos en la región.

El extenso calendario electoral en América Latina, tanto en comicios presidenciales como legislativos y municipales, cierra 2021 con importantes cambios en la correlación de fuerzas del continente; unos procesos que se han detenido pese a las protestas, la caída de la economía o la ya cotidiana emergencia sanitaria de la covid-19.

Pérdidas y recambios

Entre los primeros países que asentaron nuevas o viejas fuerzas en la región, estuvo Ecuador, que a principios de febrero celebró elecciones generales. Dando como resultado la vuelta en pleno de la derecha tradicional del país, de la mano del empresario Guillermo Lasso.

Un duro golpe al correísmo que aún carga el desgaste de los escándalos de corrupción, pero pese a la derrota sigue siendo la segunda fuerza más importante. Estos seguidos de cerca por organizaciones indígenas como Pachakutik.

A finales de ese mismo mes hubo comicios en El Salvador, donde se profundizó la tendencia en la nación centroamericana. La acumulación de poder del partido de Nayib Bukele, Nuevas Ideas, que consiguió el control total del Legislativo desplazando a los colectivos tradicionales, al tiempo que muestra unas relaciones exteriores eclécticas para un gobierno de derecha de la región, ante las tensiones con Estados Unidos, quien tradicionalmente ha obtenido la obediencia de las élites salvadoreñas.

Otros gobiernos en el poder que también enfrentaron pruebas electorales fueron los de México, Bolivia y Argentina; tres países gobernados por mandatarios considerados de izquierda.

En el caso del presidente boliviano, Luis Arce, su partido el Movimiento al Socialismo (MAS) reafirmó en las elecciones subnacionales de marzo sus fuerzas, una inercia que viene desde su aplastante victoria en 2019 luego del golpe de Estado contra Evo Morales. Enfrentado a una oposición fragmentada, más allá del éxito el MAS perdió gobernaciones importantes.

En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador no consiguió en junio la mayoría necesaria en el Congreso para avanzar su propuesta de la 'cuarta transformación' del país; un retroceso que no implicase una mella significativa en su popularidad. Aún así quedaron definidos los límites electores de su gestión de cara a la parte final de su sexenio.

Desde Argentina el avance de una oposición de derecha en los comicios legislativos de noviembre, la administración del gobierno de Alberto Fernández, cuya derrota ha puesto en duda su reelección presidencial, además de abrir más las fisuras existentes dentro del peronismo oficialista.

El panorama en el país muestra, además, un incremento en el respaldo de propuestas de extrema derecha y ultraneoliberal, como es el caso del recién electo diputado Javir Milei. Igual el avance de organizaciones de izquierda anticapitalista, encabezadas por el Frente de Izquierdas, que alcanzaron nuevos escaños en el Congreso.

Destacan en el calendario electoral latinoamericano recambios no solo de gobierno, sino también de signo político-ideológico. El más sorpresivo de 2021 se dio en Perú, con la elección del maestro rural Pedro Castillo a la Casa de Pizarro. El primer presidente de izquierda del país y que no viene de las élites de la capital.

Su gobierno, que consiguió por la mínima la Presidencia, luego de cumplir cinco meses aún no consigue impulsar su programa en la inestable nación, acechado por la sombra de una posible destitución impulsada por el fujimorismo y otras fuerzas de oposición.

El otro giro en la región tuvo lugar en Chile, tras el amplio triunfo de Gabriel Boric frente al ultraderechista José Gabriel Kast.

Boric, que asumirá el cargo en marzo de 2022, llega a La Moneda con una izquierda plural cuya alianza se fraguó al calor del estallido social de 2019 contra la desigualdad y el proceso constituyente que empezó en mayo de este año para cambiar la constitución impuesta por la dictadura de Augusto Pinochet.

Cierran el año de cambios las presidenciales de Honduras, que dieron el triunfo a Xiomara Castro y su partido Libres. Al igual que Boric y Castillo en Sudamérica, la primera mujer presidente del país recibió gran parte de su apoyo basado en una propuesta con líneas antineoliberal. Un fenómeno que aparece en algunos países como respuesta al descontento contra los gobiernos de derecha –que sucedieron a las izquierdas en 2015– caracterizados por impulsar un laissez-faire de mercado que coincidió con un aumento de la ya lacerante desigualdad en la región.

A su vez, Castro acumula la insatisfacción de más de 12 años de inestabilidad después del sangriento golpe de Estado contra el entonces presidente –y esposo de la mandataria electa– Manuel Zelaya. Desde entonces ha habido tres gobiernos salpicados por escándalos de corrupción y fraude electoral, vínculos con el narcotráfico y denuncias por abusos desde el Estado. Castro asumirá sus funciones a partir del 27 de enero de 2022.

Donde también hubo elección fue en Nicaragua, en la que el gobierno de Daniel Ortega y su vicepresidenta –también esposa– Rosario Murillo, se reeligieron en unos polémicos comicios rodeados de denuncias de “persecución” y “encierro” contra candidatos opositores. El gobierno se ha defendido argumentando que estas eran una suerte de candidaturas financiadas e impulsadas por el Gobierno estadounidense, que buscaban generar inestabilidad en el país.

En Venezuela, que celebró elecciones regionales en noviembre, el statu quo se mantuvo igual. El chavismo alcanzó la mayoría de los gobiernos locales, aunque teniendo reveses en algunos municipios y pérdidas importantes en el estado Zulia.

Si bien los comicios se desarrollaron sin sorpresas –hegemonía del oficialismo y quejas de la oposición de “favoritismo”–, estas elecciones tuvieron un particular cambio que reconfigura los actores y las posturas a lo interno del país.

Por vez primera el antichavismo aceptó participar en unas elecciones luego de la autoproclamación del diputado Juan Guaidó como “presidente” encargado el país. Aquella estrategia de un gobierno paralelo terminó en fracaso, lo que devino en la pérdida de fuerza del liderazgo de Guaidó, ante el hecho de que Nicolás Maduro nunca dejó de gobernar Venezuela.

Este escenario ha dado paso a una nueva fase de diálogo entre el gobierno y la oposición, que si bien está en pausa, no se descarta que se retome el próximo año.

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